Marco Provencio
Medalla de oro… para el Embudo Elevado

A pesar de las caras largas, el referéndum que se llevó a cabo en Venezuela para

Es difícil saber qué rasgo de un gobernante actual o en potencia es más preocupante, si la incompetencia o la demagogia. Ni qué decir si se presentan juntas. Parafraseando a los clásicos, pobre de la atribulada Ciudad de México, tan lejos del resto del país y tan cerca de lo más sofocante y arcaico de nuestro sistema político (excepción hecha de Oaxaca y algún otro lugar cuya clase gobernante parece estar cortada por las mismas tijeras que dieron forma al grupo que se responsabiliza políticamente de la capital).

Hay quienes se muestran tal y como son cuando la presión de las circunstancias y las evidencias no les dejan otra alternativa. Es el caso del señor López Obrador. Cada día que pasa y se acerca su inevitable inhabilitación como contendiente electoral para el año 2006 se muestra más nítidamente como es: cabeza de un gobierno incompetente y demagógico y, por si fuera poco, con preocupantes rasgos de perversidad. De ésta o de la corrupción que le rodea, de su despecho a los preceptos legales, de la falta de transparencia de su gobierno y de tantos y tantos otros rasgos preocupantes de su actuación, ya mejor ni hablamos.

Empecemos por la incompetencia. El periódico La Crónica no pudo ser más certero en sus ocho columnas del día de ayer: “Inaugura López Embudo Elevado”. Así es. Ahora una parte de los embotellamientos de la ciudad serán de altura, cuando menos para entretenerse un poco con la vista aérea de la ciudad. El tabasqueño ha inaugurado no sólo una obra faraónica, costosísima, de mal gusto y de peores acabados —como siempre—, sino que además no desemboca en parte alguna o más bien termina en otro embotellamiento peor del que se suponía se iba a salir librado. Es, además, una obra sin la más mínima transparencia sobre su costo o la asignación de los contratos a las empresas participantes. Tampoco hay claridad sobre los supuestos estudios de factibilidad económica que la hubieran justificado por encima de otras alternativas para mejorar el transporte en la ciudad, ni de la aprobación legislativa de los recursos gastados. Tal vez, en su momento, Gustavo Ponce pueda dar las explicaciones necesarias sobre todos los traspasos ilegales para financiar la obra, los que no pudieron hacerse sin el consentimiento de su jefe.

¿Qué puede esperarse de un gobierno que no puede ni siquiera aplicar correctamente un simple programa de reemplacamiento como el que inició hace ya algunos años? Quien es incompetente para las cosas en apariencia pequeñas lo será aún más para las grandes. Por si fuera poco, los capitalinos tenemos ahora el honor de inaugurar obras incompletas con el propósito de acomodarse bien a los tiempos políticos y, lo que es más, pasaremos al libro de los récords Guiness como los únicos dados en hacer obras de tráfico unidireccionales. El nuevo elefante gris de la ciudad, nuestro interminable ciempiés de concreto, sólo se dirige al sur más no al norte. Fantástico. La incompetencia se sublima. Decir que “ya serán otros gobiernos los que decidan” es de una irresponsabilidad mayúscula. Será que estamos tan aturdidos por la debacle olímpica que ya no le damos a las cosas ni su verdadera dimensión ni a las palabras su real significado.

De la demagogia pudiera escribirse tanto que se correría el riesgo de caer en lo mismo. Hay que centrarse mejor en pocas cosas. Ahora resulta que el gobernante que en los últimos tiempos más se ha excedido en la confrontación política y en revivir el viejo discurso de la lucha de clases; el político que más ha hecho uso del “ustedes y nosotros” y del maniqueísmo propio de las peores dictaduras bananeras; el político que menos respeto ha mostrado por el Estado de Derecho, ahora resulta que junta a un grupo de distinguidos empresarios ¡de los medios de comunicación! para mostrarse como un gobernante que “tiende una mano amiga en búsqueda de la reconciliación”. ¿Alguien en su sano juicio puede creerle? ¿Alguien cree que en los conversos repentinos en la política?

(A propósito, no puedo dejar de recordar una frase de Luis González de Alba publicada hace varias semanas en estas páginas, quien citaba a su vez un libro de su maestro Serge Moscovici, Psicología de las minorías activas: “Los nuevos conversos arden en deseos de convertir a los otros… y lo aplican sin ton ni son, con el mismo entusiasmo del católico recién convertido al besar la mano de su obispo…”) ¿Alguien tiene una explicación medianamente razonable, creíble, sobre qué hacía el cardenal Norberto Rivera en la inauguración del más visible signo de la incompetencia burocrática del DF?

Hace sólo unos meses, en medio de la acción periodística que sacó a la luz pública el escándalo del chofer convertido en coordinador de logística, el señor Nicolás Mollinedo, López Obrador se dio vuelo señalando que los medios de comunicación estaban presionados “por la derecha” para crear un “escándalo de cualquier información” y cuestionar la ética de su gobierno porque su proyecto es “veneno puro” para sus intereses. Pocas veces se han visto críticas similares de gobernante alguno a los medios de comunicación como entonces. Vaya. Y eso que el Nicogate fue antes que conociéramos al apostador de Las Vegas o del maletín demasiado pequeño de su gran hombre de confianza, el impunemente libre Bejarano, quien tuvo que guardar el resto de los billetes en las bolsas de su saco ante su imprevisión por no haber llevado un maletín más grande. Esos mismos medios de comunicación que estuvieron ayer presentes podrían mostrar una vez más su compromiso y vocación de servicio a la sociedad, a sus lectores o radioescuchas, a sus televidentes, mediante la indagación de toda la información respectiva a lo atestiguado ayer, aunque después se diga que también esas son invenciones y presiones “de la derecha”.

 

 

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