Ojo por Ojo-Álvaro Cueva
Pequeña golosa

A lo mejor a usted también le da flojera hablar de Michelle Vieth.

Pues que no le dé flojera. Estamos hablando de un conflicto con serias lecturas políticas, económicas y sociales.

Lo voy a poner en antecedentes. Michelle Vieth es una estrella de Televisa que saltó a la fama en 1997 con Mi pequeña traviesa, una telenovela que narraba las aventuras de una muchacha con un cuerpo tan insignificante que se hacía pasar por hombre sin que nadie sospechara nada.

El galán de Michelle en esa producción era el actor Héctor Soberón, quien al poco tiempo se convirtió en estrella de TV Azteca.

Héctor y Michelle se enamoraron y se casaron, pero tuvieron un mal matrimonio.

Después de un largo proceso legal, en el que la prensa del corazón se dio vuelo especulando sobre insultos e infidelidades, la señora Vieth y el señor Soberón se divorciaron.

A los pocos días de su divorcio, una persona misteriosa distribuyó a diferentes medios de comunicación una serie de videos con escenas de Michelle copulando con un hombre que no era su marido, en las fechas en las que se supone todavía estaba casada.

El programa El ojo del huracán de Azteca 13 aprovechó esto para hacer una emisión especial con Héctor Soberón.

¿En qué consistió ese especial? En pasarle en privado los videos a don Héctor para que el público lo viera temblando de rabia y gritándole groserías a su ex mujer.

¿Por qué la transmisión del material fue privada? Porque, según la conductora de El ojo del huracán, difundir esas escenas iba contra los valores de TV Azteca.

De cualquier manera, el público pudo ver la cara de la señora Vieth en varias ocasiones. La actriz le dio sentido a la emisión.

La revista TvyNovelas de Televisa, por su parte, tomó algo de ese material y publicó una serie de fotos de doña Michelle con los senos y el pubis medianamente bloqueados.

Desde el lunes pasado, los videos de Michelle Vieth han sido tema en la radio, la prensa escrita y la televisión, y ya se venden clandestinamente bajo el título de Mi pequeña golosa. Fin de los antecedentes.

Nada más con esto, hay material para libros y películas. Las lecturas de este caso van desde las más íntimas hasta las más empresariales.

¿Qué lleva a una figura pública a grabarse en video para gozar en lo privado? ¿Qué impulsa a un ciudadano común y corriente a comprar este video? ¿Quién lo grabó? ¿Para qué?

Nos podemos pasar todo el día especulando, pero lo más impresionante no es esto, sino que nadie le ha atinado al verdadero problema.

Se ha hablado de invasión a la intimidad, de moralidad, juventud, imagen pública, prestigio.

Incluso otras estrellas de la farándula lo han discutido en varios foros, pero aquí la verdadera bronca es de dinero, de derechos de autor.

Si Michelle Vieth frecuenta hoteles de paso con su marido, su ex marido, su novio o su amante, o si a Héctor Soberón lo quieren, lo respetan o lo tientan, es muy su problema.

En el caso Michelle Vieth alguien se hizo rico distribuyendo esos videos y varios medios de comunicación también.

A nadie le consta que la producción de El ojo del huracán no haya pagado por ese material ni que su gente no haya sacado copias para venderlas en la clandestinidad.

A nadie le consta que la revista TvyNovelas no haya pagado a precio de oro esas fotografías ni que alguno de sus reporteros no haya subido esos videos a la internet para clavarse una feria.

A nadie le consta que Héctor Soberón o la misma Michelle Vieth, en la cúspide de la perversión, no hayan sido las personas que pusieron esas escenas en circulación.

Lo que sí nos consta a usted y a mí es que El ojo del huracán y TvyNovelas sacaron un provecho económico con la cara de esa actriz y que oficialmente no ha habido un cheque para ella.

Los actores, cantantes y comunicadores que se la han pasado dando declaraciones sobre este asunto, deberían preocuparse más por esta clara violación a los derechos autorales que por la privacidad de Michelle.

¿Por qué? Porque al no decir nada sobre esto están dando su autorización para que cualquiera haga negocios ilegales con su imagen. ¿Qué no se dan cuenta?

Por poco menos que eso, Paris Hilton, que vivió algo parecido cuando su novio comercializó un video íntimo de los dos sin darle su parte de las ganancias, hizo un escándalo legal en Estados Unidos.

Una cosa es la difusión de fotos y videos con fines informativos, y otra su publicación con fines de lucro.

Las escenas de la señora Vieth no fueron como las del Niño Verde, Ponce, Ímaz o Bejarano. No eran una denuncia con carácter público, no eran parte de un noticiario.

No, fueron fotos y videos anunciados con anticipación, que formaron parte de emisiones y publicaciones de entretenimiento y cuya denuncia no era de trascendencia para la sociedad.

A usted y a mí sí nos importa ver a un burócrata recibiendo sobornos porque a ese burócrata le pagamos usted y yo y porque ese soborno, a su vez, tiene repercusiones en otras áreas de la vida de la nación.

Ver a una actriz de telenovelas equis teniendo sexo oral en un hotel de paso no es importante. Ni usted ni yo le pagamos a esa muchacha, ni su vida sexual le puede traer consecuencias al país.

Y si la idea de quienes obtuvieron utilidades con ese material era informar por motivos “justificables”, para eso no sólo se bloquean los senos y los genitales de las personas. Para eso se bloquean las caras completas, para eso existen las dramatizaciones.

¿Acaso usted no ha visto cómo le hacen en los países civilizados? Se da el dato, pero a la hora de ilustrar puede aparecer cualquier tipo de imagen, menos una cara real, una voz real.

Si Michelle Vieth fuera más inteligente, ya le hubiera bajado una megalana a TV Azteca y otra a Televisa y ya estaría formada afuera de las instalaciones de los poderes Legislativo y Judicial exigiendo reformas y castigos.

Esto no es un chismesito de la farándula, es un caso de impunidad bastante grave, en el que alguien secuestró una imagen y se hizo rico sin que nadie dijera nada por tener el cerebro en la parte moral y no en la política.

 

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