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Publicada en www.mexicoconfidencial el 10
de noviembre
de 2003
Jorge Fernández
Menéndez
Cárdenas, Bartlett y Murat: un extraño
triángulo
Hay hechos desconcertantes en la
política mexicana: uno de ellos es la recientísima alianza entre Cuauhtémoc
Cárdenas, sin duda el dirigente histórico más representativo del PRD, con el
senador Manuel Bartlett y el gobernador de Oaxaca, José Murat. Los tres se
unen supuestamente para frenar las llamadas reformas estructurales, de la
mano con sindicatos como el Mexicano de Electricistas y la UNT, que dirige
Francisco Hernández Juárez. Es desconcertante por historia, por lógica
política y por la diversidad de integrantes, aunque en última instancia es
muy probable que le termine dando la razón a aquellos que decían que el PRD
no era más que el ala antisalinista (o proecheverrista) del PRI. Estoy
convencido de que el perredismo es hoy mucho más que eso, pero este tipo de
acuerdos muestran, lamentablemente, su peor rostro.
El único que pierde en esto es Cuauhtémoc Cárdenas. No me cabe duda del
aporte que ha realizado Cárdenas en muchos sentidos para la apertura
política de la vida nacional. Pero si hay alguien que fue significado por
Cárdenas como su enemigo histórico, fuera del propio Salinas, era Manuel
Bartlett, quien fue el secretario de Gobernación aquel 6 de julio de 1988
cuando, en la noche, “se cayó el sistema” y nunca supimos, bien a bien, cuál
fue el resultado electoral de esa elección. Cárdenas siempre fue
intransigente con cualquiera que siquiera se acercara a los responsables de
aquello que siempre calificó como un fraude electoral. Incluso los
dirigentes del FDN que fueron en aquellos comicios los responsables del
servicio electoral del cardenismo, nada menos que José Woldenberg y Jorge
Alcocer, muy rápido fueron orillados a abandonar ese partido cuando
aceptaron que no tenían cifras que pudieran confirmar que en esa jornada
Cárdenas efectivamente había sido el ganador. Hace unos meses, Cárdenas y
Samuel del Villar criticaron acremente a Socorro Díaz, una mujer que en su
momento había sido muy cercana a la corriente democrática que dio origen al
PRD y que ahora acaba de incorporarse a ese partido, porque el primero de
diciembre “legitimó el fraude” al otorgarle la banda presidencial a Carlos
Salinas de Gortari como presidenta del Congreso. En medio de todo ello,
muchos otros fueron castigados en el perredismo por actos considerados
heréticos. Uno de ellos fue nada menos que el fundador, junto con Cárdenas,
de la corriente democrática, Porfirio Muñoz Ledo, cuando en el 99 planteó un
acercamiento del PRD con Fox con vistas a construir una alianza antipriista.
La historia se repitió cientos de veces, y cada vez que un perredista se
acercaba a políticos del PRI o del PAN era prácticamente excomulgado del
partido.
Pues bien, ahora, para oponerse a la reforma eléctrica, Cárdenas termina
aliado nada menos que con Bartlett, a quien siempre acusó de haber
organizado el fraude del 88, con José Murat, un enemigo histórico del
perredismo en su estado Oaxaca (y antes de la izquierda tradicional de la
que también surgió el PRD), y con los sindicatos de la UNT que ahora están
reconvertidos hacia el perredismo, pero que en el sexenio de Carlos Salinas
fueron, sobre todo en el caso de Francisco Hernández Juárez, de los más
favorecidos por ese régimen (¿cuántas veces viajó Hernández Juárez en las
giras internacionales de Salinas siendo siempre presentado como el tipo de
sindicalista moderno que el país necesitaba? ¿Por qué candidato votó el SME
en 1988?). Parece que la izquierda no aprende y sigue repitiendo el pacto
Hitler-Stalin, subordinando sus acuerdos políticos coyunturales con quien
sea a objetivos tan estrechos que resultan risibles.
Tiene todo el derecho Cárdenas (y es coherente con su historia) al oponerse
a la reforma eléctrica (incluso señala algo que es importante: no se trata
de ver quién generará inversión sino que lo que se está dando a la IP es el
mercado energético de los grandes consumidores), pero ¿no comprende que con
éstas alianzas está dilapidando su capital político? Preguntémonos
simplemente qué cambiaría si Cárdenas, en lugar de aliarse con esos
personajes, se hubiera quedado al frente de una oposición progresista y
dejara que Bartlett y Murat y otros se quedaran al frente de sus propias
luchas y efectivos: quizás coincidirían en el objetivo final pero no se
prestarían a la confusión. Porque además la acción del ingeniero se da al
mismo tiempo de que había tenido una buena intervención en el foro sobre una
izquierda posible con personajes del propio priismo que tienen un perfil
progresista. Entonces el martes se puede estar con los sectores de izquierda
defendiendo un programa progresista y el jueves con el ala más dura del PRI
defendiendo algo que parece ser lo mismo pero que en realidad es
completamente diferente.
El gran ganador de todo esto es sin duda Manuel Bartlett y ello lo confirma
como uno de los políticos más inteligentes del priismo. Bartlett, un hombre
que sabe que no tiene en estos momentos referentes importantes en su
partido, se ató a la lucha por la reforma eléctrica desde su origen, fuera
por convicción o por conveniencia, el hecho es que Bartlett tomó como suya
esa lucha y poco a poco comenzó a coincidir, por una parte con los sectores
más duros de su partido y por la otra con sectores perredistas, igual de
duros, con los que jamás, desde el 88, hubiera sido lógico verlo coincidir.
Pero a Bartlett, además, la oposición a la reforma le ha permitido legitimar
buena parte de su historia que quedó tan golpeada en el 88. Manuel, que sabe
que concluido el actual periodo en el Senado en 2006 tendrá pocas
posibilidades para volver al primer plano político, también sabe que esta
oportunidad puede marcar el fin de su carrera. Y entre ser recordado como el
hombre al que se le cayó el sistema y el que frenó la venta de las empresas
del Estado a las transnacionales obviamente prefiere lo último. Primero,
porque es parte de su forma de ver las cosas, cree en ello; segundo, porque
se suele olvidar algo clave en todo esto: la ruptura de la corriente
democrática se da en torno a la candidatura de Carlos Salinas. Cárdenas,
Porfirio, Rodolfo González Guevara apoyaban en aquella coyuntura a Bartlett:
cuando se dio el destape de Salinas fue cuando decidieron romper con el PRI.
Bartlett no los siguió porque era el secretario de Gobernación y no se
atrevió a jugar la carta del cisma; también porque en su momento hizo un
acuerdo con Salinas que le garantizaría, como fue, el futuro de su carrera
política. Cárdenas y Bartlett rompieron por el 88, pero siempre pensaron en
términos políticos más o menos lo mismo. Y ahora, quince años después,
vuelven a coincidir.
En el caso de Murat, ya lo decíamos: su oposición a las reformas,
independientemente de las convicciones personales que pudiera tener el
gobernador (nadie recuerda que se haya opuesto, durante el gobierno de
Salinas, por ejemplo, a las reformas: tanto no se opuso que terminó en la
organización de la campaña de Colosio, sin haber pertenecido al equipo de
éste), existen dos razones poderosas para sus posiciones: primero, que
quiere ser candidato presidencial o, por lo menos, presidente nacional del
PRI si Roberto Madrazo es candidato presidencial. Recordemos que hace seis
años, cuando se estaba jugando la candidatura de su estado, la amenaza de
que se iría al PRD si no se le daba la candidatura por designación, o sea
por dedazo, le dio frutos, y un gobierno y un PRI aún asustados por las
consecuencias del monrealazo (cuando Monreal dejó el PRI para irse de
candidato del PRD en Zacatecas) doblaron las manos y Murat fue candidato.
Ahora está presionando con la ruptura con objetivos similares: tener una
incorporación segura al CEN priista al terminar su gestión como el “más duro
de los duros” (que acusa de traición a la patria a cualquiera que vote a
favor de la reforma eléctrica) y, además, así romper la alianza opositora
entre PAN, PRD y Convergencia que se ha comenzado a fraguar en su estado. El
objetivo es aliarse, aunque sea, con un sector del PRD para dar la imagen de
que la alianza opositora no es antimurat ni agrupa a toda la oposición.
Cárdenas haría bien en preguntarle, por ejemplo, a luchadores sociales como
Héctor Sánchez, de la Cocei, qué piensan de su acuerdo con el gobernador de
su estado y adversario de toda la vida.
¿Puede esa alianza entre estos personajes y varios sindicatos frenar la
reforma eléctrica? Quizás sí, es muy probable, pero ello también servirá
para confirmar algo que muchos pensamos que no es cierto: que el PRD es lo
mismo que el viejo PRI y que todavía es don Luis Echeverría la mano que mece
esa cuna.
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