Primera parte

El asalto a la razón-Carlos Marín

El “bando equivocado” de Marcos, juzgado por Garzón

 

Segunda parte

El asalto a la razón - Carlos Marín

Marcos y Garzón: ¿capuchacontra birrete?

 

Tercera parte

El asalto a la razón - Carlos Marín

Rehuyó Marcos debatir con Garzón

 

Cuarta parte

El asalto a la razón - Carlos Marín

La autodescalificación del subcomandante

 

Quinta parte

El asalto a la razón - Carlos Marín

La puesta en riesgo del capital moral de los zapatistas

 

 

El asalto a la razón-Carlos Marín
El “bando equivocado” de Marcos, juzgado por Garzón

Dice el juez español Baltazar Garzón que prefiere “ver mi nombre abiertamente asociado a la democracia como un payaso, que esconderlo tras la falsa rebeldía, la violencia, la mentira, el desconocimiento, la falta de ética y de escrúpulos, y demás rasgos que usted, cada vez con mayor claridad, representa”.

El destinatario de las descalificaciones es el subcomandante Marcos quien, en uno de sus más desafortunados chacoteos epistolares, llamó “payaso” al persecutor del multihomicidida Augusto Pinochet y de otros similares y conexos sudamericanos, proscriptor también del partido vasco Batasuna (del que está convencido es el brazo político de la ETA).

“¿Cómo se atreve a insultar impunemente al pueblo español, que en su conjunto viene sufriendo la lacra terrorista desde hace más de 30 años? ¿Nadie le ha dicho que 853 personas han sido asesinadas con coches-bomba, con pistolas, metralletas, lanzagranadas, etcétera, por la espalda, con alevosía, o con un disparo en la nuca? ¿Cómo puede usted ignorar a las decenas de niños asesinados, a las más de 4 mil personas mutiladas y heridas, a los ciudadanos y ciudadanas que perdieron sus bienes y su libertad? ¿Qué les dirá a los que hoy, día 3 de diciembre de 2002, han vuelto a sufrir el zarpazo de los terroristas en Santander?”

Dice Garzón que Marcos padece un “fundamentalismo represor, pleno de autoritarismo y de soberbia”, y que “destila odio hacia esas víctimas, y hacia todos los que no somos o pensamos como usted”.

En los días anteriores, el dirigente zapatista había expresado su sentir contra Garzón, contra el rey Juan Carlos y contra el socialista Felipe González, de quienes hizo befa y mofa; pero lo más sorprendente fue que no dejó lugar a dudas respecto del sentido de sus denuestos: su admiración y apoyo al terrorismo de la ETA.

A Garzón lo culpó de llevar a cabo “un verdadero terrorismo de Estado”.

Con esa carta, escrita para celebrar la inauguración de un Aguascalientes en España, Marcos abrió el segundo frente de una lucha absurda, imposible de ganar.

La primera fue un mensaje al comandante Germán, con motivo de la publicación de la revista Rebeldía. En éste, Marcos enlista “mitos” que por lo visto le obsesionan, entre los que sumó al Partido de la Revolución Democrática, porque éste, afirma, no representa “nada”.

Si su ataque al PRD no tenía ningún sentido (después de todo y pese a todo los perredistas han hecho hasta el ridículo por apoyar políticamente, de manera irrestricta a Marcos y su movimiento), menos útil a la causa zapatista fue la serenata a la estrategia terrorista de un sector (el menos defendible) del independentismo vasco, agarrándose “de puerquito” a Baltazar Garzón.

“Con iniciativas como la sectaria carta que ha escrito lo único que pretende es que le oigan o le lean aquellos que ya están previamente convencidos y que se alimentan entre sí como lo hace usted de los virus de la violencia, el odio y la intolerancia. Así no se hace Estado, ni Democracia ni se forma un país, ni se conquista el corazón de los ciudadanos. Así lo único que se consigue es sembrar la maldad de un planteamiento político deformado y muerto desde su inicio, amén de traicionar a aquellos que dice defender, y, que merecen el máximo respeto. Con actitudes así, usted perderá incluso a quienes siguen el espejismo del futuro que usted les ha ofrecido. La causa indígena se ve gravemente amenazada por las actitudes de intolerancia extrema que usted ha adoptado”, reviró el “payaso” juez.

“Quizás usted no lo sepa (o no le hayan informado bien sus amigos, o no haya oído o leído todas las noticias o textos que debería) pero los verdaderos héroes que existen en el País Vasco y los verdaderos rebeldes no son los terroristas que usted defiende, sino sus víctimas, los hombres y mujeres que tratan de defender una opción democrática o consolidar las instituciones, o desarrollar una libre cátedra; o trabajar sin temor a sufrir extorsiones y persecuciones. Aquellos a los que usted eufemísticamente llama rebeldes vascos, son seres sumisamente vinculados a la estrategia de la violencia más injusta y demencial que existe en Europa. No señor Marcos, en España no se ilegalizan ideas, no se persigue a nadie por lo que piensa, cree o discrepa. Parece como si a usted y a otros como usted, que construyen su discurso sobre el franquismo trasnochado y repudiado, les fastidiara que esta etapa se haya superado en España, que exista libertad, control de poder y Estado de Derecho, y en España se persigue el terrorismo con arreglo a la ley, desde la ley, y con todas las garantías y controles que el ordenamiento jurídico establece. Y le aseguro que este ordenamiento es uno de los más rigurosos del mundo. Aquí hay un Tribunal Constitucional, y un Tribunal Europeo de Derechos Humanos, y existe también la responsabilidad de los jueces y de todos los ciudadanos y ciudadanas. Aquí todos tienen cabida, incluso para separarse y no estar, pero, eso sí, desde la no violencia, desde la lucha política. Si usted no entiende esto, no tiene conciencia de lo que dice. Así que no hable de rebeldía de los que matan, secuestran o lesionan a los inocentes en forma selectiva o sistemática; o de los que masacran a sectores completos de población. A estos se les llama criminales contra la humanidad y así deben ser perseguidos, investigados y juzgados”.

Frente a Garzón, al sup le está saliendo el tiro por la culata porque “los calificativos viles que ha empleado usted (...) lo degradan a usted. Todos tenemos defectos, pero no desprecie usted gratuitamente a quienes, en España, han participado o participan en el escenario histórico, respetando siempre a quienes difieren en pensamiento y acción (...) Su cita del caso Pinochet (según Marcos, Garzón regaló al ex dictador una vacaciones con su encarcelamiento) es igualmente patética, y muestra un desprecio que raya en la vileza más absoluta hacia las víctimas. No hay duda: usted se ha colocado en el bando equivocado: no porque canten sus hazañas, los terroristas y quienes como usted les apoyan tienen más razón que aquellos que los critican. Habla usted de dignidad y rebeldía pero creo que ha equivocado los términos si los aplica a los asesinos y responsables terroristas y, desde luego, se priva usted mismo de las que pudiera tener y que algunos, erróneamente, le concedíamos”.

El subcomandante zapatista perdió un simpatizante de gran relevancia en el escenario internacional:

“Le confieso que para mí, señor Marcos, usted representaba algo diferente: una especie de rayo de coherencia. Ahora advierto mi gravísimo error. Le había otorgado una categoría que no merece. Usted no es más que un barco a la deriva. Cuando al principio, al frente de su Ejército, contaba con la simpatía de muchas personas (la mía incluida), tuvo usted ocasión de llevar la causa indígena a buen puerto, pero erró el rumbo y ahora ya sabemos por qué. No necesita usted quitarse la máscara para haberse desenmascarado: usted, sencillamente, no cree en los derechos esenciales del hombre ni en la democracia, ni siquiera en los derechos cívicos de su propio pueblo”.


Carlos Marín

 

 

El asalto a la razón-Carlos Marín
Marcos y Garzón: ¿capuchacontra birrete?

Como nunca antes, el subcomandante Marcos está metido en un problema extremadamente grave, de los peores que puede tener nadie cuando lo que se tiene expuesta es la calidad moral.

En unos cuantos días, la guerrilla epistolar que inició hace casi nueve años dio un vuelco sustantivo, al emprender de manera por demás gratuita, escatológica y absurda lo que puede constituir un ataque a los más amplios sectores civiles de España.

Sus reciente apología de la banda terrorista ETA, en un escrito que después afirma haberlo elaborado a propósito de manera “propositivamente ambigua”, le ha significado a la causa zapatista mucho más daño que el sufrido en los remotos combates contra el ejército mexicano.

En su insultante descalificación del internacionalmente popular juez Baltasar Garzón (en la que arrastró también al rey Juan Carlos, al presidente José María Aznar y hasta al socialista Felipe González), Marcos compró un boleto sin retorno hacia la sospecha de que su ideario está divorciado de las causas democráticamente justicieras.

Al persecutor de los golpistas asesinos de Chile y Argentina, pero también proscriptor del partido Batasuna que apoya a ETA, Marcos acusó de practicar un “terrorismo de Estado” y lo calificó “payaso”.

Garzón le reviró y retó “cuando usted quiera y donde usted quiera, a que sin máscaras ni disfraces, cara a cara, podamos hablar del terrorismo, de rebeldía, de dignidad, de lucha, de insurgencia, de política, de justicia, de todos aquellos valores que sirven para construir un país y una democracia y defender los derechos de los que menos tienen”.

Lo menos que pudo suponerse fue que el sup reconociera, simple y llanamente, que se había equivocado, ofreciera las disculpas del caso y se abocara a intentar curar las profundas heridas que causó. Otra probabilidad, que convocara a Garzón a trasladarse a su campamento en Chiapas o algún lugar semejante (si resultaba chicle, pegaba).

Sin embargo, Marcos cometió el error de comportarse como si tuviera la razón y volvió a chacotear con Baltasar y el resto de los españoles con quienes quiere disculparse.

La carta que ayer se publicó va dirigida (con la mayor propiedad) “Al Sr. Fernando Baltasar Garzón Real, magistrado-juez del Juzgado Central de Instrucción No. 5 Audiencia Nacional c/. García Gutiérrez 1 28.004, Madrid España”.

¿Pues no que Garzón es un “payaso” y “terrorista”?

Le dice que en su emplazamiento para el debate, “además de permitirse insultarme con toda clase de calificativos, me reta usted a un debate en lugar y fecha a mi elección”.

¿Marcos olvida sus ofensivas expresiones contra el juez en la carta que jamás debió haber escrito?

Y a continuación, como dice la chaviza, el subcomandante zapatista sale con una sarta de mamadas:

“Le comunico a usted que acepto el reto y (como mandan las leyes de la andante caballería), puesto que soy yo el caballero retado, me corresponde a mí fijar las condiciones del encuentro.

Y se engolosina con siete (mucho de cabalísticos tienen sus comunicados), racionalmente imposibles de satisfacer.

Marcos propone como sitio para el debate la isla canaria de Lanzarote; las deliberaciones tardarían siete días al hilo y concluirían en el aniversario del asesinato, ni más ni menos, Emiliano Zapata (10 de abril).

Sí Chucha.

El juez “deberá conseguir las garantías y salvoconductos necesarios y suficientes, tanto del gobierno español como del mexicano, para que el caballero retado y seis de sus escuderos puedan asistir al desafío y volver con bien a sus lares. Los gastos de traslado y hospedaje del subcomandante Insurgente Marcos y su comitiva serán cubiertos por el EZLN, que para eso son los coyucos, las tostadas, los frijoles y el pozol; a más de que, para pernoctar, el andante (o navegante caballero) no necesitará más techo que el digno cielo canario”.

Las otras cinco “condiciones” van por el mismo tenor pesadillesco, y en la última intenta seducir a su retador con una promesa egolátrica:

“Si el señor Fernando Baltasar Garzón Real derrota en buena lid al subcomandante Insurgente Marcos, tiene derecho a desencapucharlo una vez delante de quien le venga en gana. Además, el subcomandante Insurgente Marcos le pedirá disculpas públicamente y se someterá a la acción de la justicia española para que lo torturen (justo como torturan a los vascos cuando son detenidos) y responda a las acusaciones en las que abunda la carta del señor Garzón Real, fechada el 3 de abril de 2003”.

Vale detenerse un poco en estas ofertas:

¿Alguien imagina al juez Garzón loco de ganas por quitarle a Marcos el pasamontañas?

¿Es real eso que parece una enfermiza propensión al martirologio con la ilusión de sufrir “tortura”?

Pero lo menos grato del neoMarcos es lo que quiere hacer creer acerca de su sorpresiva y deleznable admiración por ETA:

“A pesar de que claramente el texto hacía referencia a la lucha política vasca y no a la militar, las palabras fueron propositivamente ambiguas en lo que se refiere al actuar de su organización (…). El objetivo de la ambigüedad fue provocar lo que provocamos de por sí. No ignoramos que pusimos en riesgo el capital moral que los zapatistas hemos conquistado en todo el mundo, en particular en la península ibérica, pero fue necesario... entonces (…); la misiva era ambigua en lo que se refiere a las acciones de la organización vasca ETA. A pesar de que al inicio de la epístola se advertía que “nada es accidental en los zapatistas” (…); la falta de una condena explícita al terrorismo se quiso interpretar como un apoyo del EZLN a ETA y a sus acciones (…); la ambigüedad fue propositiva, así como el tono entero de la carta. Buscamos provocar el temperamento hispano de un hombre y echar a andar así una iniciativa noble y honesta…”.

Pues qué caro se pagan las ambigüedades y cuánta inconsistencia en eso de la infalibilidad de quien encarna un movimiento como el de los muy jodidos indígenas de Chiapas.


Carlos Marín

 

 

El asalto a la razón - Carlos Marín
Rehuyó Marcos debatir con Garzón

Los despropósitos del subcomandante Marcos no son algo que apenas esté manifestándose pero, en la polémica que ha desatado con su desafortunada carta inicial sobre ETA, rebasó los pronósticos de su característica desmesura.

Inclusive, de la misma manera que Vicente Fox se ofreció a poner su granito de arena para lo que ni siquiera la Organización de Naciones Unidas ha logrado, la unificación de las dos Coreas, el sup vuelve a derrapar cuando se ofrece de mediador para que se resuelva de una vez por todas el desmadre (des-madre: fuera de madre; río que sale de su cauce) que se traen los terroristas vascos, el gobierno y la sociedad españoles.

Y también como Fox, dice ahora que no quiso decir lo que dijo.

En la respuesta a Baltasar Garzón, el zapatista juega con aceptar el debate que le propuso el juez, haciendo como que no leyó las condiciones que aquél estableció, e impone otras muy suyas, con lo cual solamente desborda su falta de voluntad para exponerse al debate.

El “payaso” (que saltó a la fama internacional como persecutor de Augusto Pinochet) emplazó a Marcos a un encuentro “sin máscaras ni disfraces, cara a cara”, para hablar de terrorismo, rebeldía, dignidad, lucha, insurgencia, política, justicia, y “de todos aquellos valores que sirven para construir un país y una democracia y defender los derechos de los que menos tienen”.

En su “aceptación” del reto, el dirigente del movimiento indígena en Chiapas deja en claro que no acudirá sin pasamontañas (lo cual entraña un obstáculo migratorio imposible de satisfacer) y quiere imponer otras reglas: sugiere una de las islas Canarias como lugar de la cita; fija una semana de abril como tiempo de duración, y pide de pilón la realización de una feria de discusión, adicional a lo que se le propuso.

“En forma paralela pero no simultánea, se realizará un encuentro entre todos los actores políticos, sociales y culturales de la problemática vasca que así lo deseen. El tema del encuentro será El País Vasco: caminos.

¿Quiénes y cuántos cree Marcos que son “todos” esos eventuales participantes?

Y a Baltasar Garzón, con quien se supone que puede debatir “cara a cara” (aunque Marcos lo prefiera birrete contra capucha), le endilga esta serie de obligaciones:

“…deberá asistir a hablar y escuchar a dicho encuentro. Además, deberá esforzarse por convencer al gobierno español de que contribuya, con medidas de distensión, a crear un ambiente propicio para el acto, y exhortarlo a que envíe una delegación de nivel al encuentro, sin importar que no tenga capacidad de decisión, pues sólo se les pide que escuchen y hablen”.

Sobre el mismo encuentro paralelo, y eludiendo graciosamente el reto de Garzón, el caballero Subcomandante Insurgente se asigna su propio papel: asistir igualmente, “pero sólo a escuchar, porque el tema es algo que compete sólo a la soberanía del pueblo vasco”.

Si lo creyera de veras, ¿para qué se mete Marcos a proponer lo que ni a “todos” los interesados se les ha ocurrido? Y por fin, esos “todos los actores políticos, sociales y culturales de la problemática vasca que así lo deseen”, ¿son sólo vascos?, o podrían aspirar a decir lo que piensan algunos (o un chingo de) catalanes, andaluces, gallegos, canarios, extremeños, asturianos y “todos” quienes conforman la España histórica y formalmente reconocida en el mundo.

Marcos también se compromete a competir con Jimmy Carter, Henry Kissinger y todos quienes han ganado el Nobel de la Paz, pues “deberá dirigirse a la organización vasca Euskadi Ta Askatasuna (más conocida por sus siglas: ETA) pidiéndole una tregua unilateral de 177 días, periodo en el cual ETA no deberá realizar ninguna acción militar ofensiva. La tregua de ETA deberá iniciar la madrugada del día 24 de diciembre de 2002.

De igual manera, El Subcomandante Insurgente Marcos deberá dirigirse a las organizaciones políticas y sociales vascas, y al pueblo vasco en general, invitándolos a organizar y realizar el encuentro antes mencionado. El Subcomandante Insurgente Marcos se dirigirá también a la sociedad civil española y vasca, pidiéndoles que se movilicen en la campaña Una oportunidad para la palabra, cuyo objetivo es presionar al gobierno español y a ETA para que creen, en toda la península ibérica, las condiciones adecuadas para la realización del encuentro”.

Aquí, las desproporciones mueven a la compasión: ¿no se da cuenta el subcomandante zapatista que sus conminaciones parecen más propias del comandante en jefe de ETA y del mismísimo gobierno de España? Se comporta como si estuviera dirigiéndose a sus subordinados, o como cuando escribe tan a la ligera cartas como la que lo tiene metido en el mayor brete moral de su vida desde que, hace poco menos de nueve años, se presentó en sociedad.

¿Candil de la calle y oscuridad de su casa?

Antes que los de San Andrés Larráizar, los zapatistas firmaron en Chiapas los Acuerdos de San Miguel, en donde se comprometieron con el gobierno a que ninguna de las partes, cualquiera fuese su posición en las discusiones para firmar la paz y trabajar por la reconciliación, abandonaría la mesa de negociaciones.

En San Andrés fueron acordados los puntos sustantivos para la reforma constitucional en materia de derechos y cultura indígena. En eso estaban los representantes de los dos bandos cuando, sin que hubiese sido designado para la tarea (que debía realizar una comisión legislativa que nunca tuvo la oportunidad de trabajar), un diputado de la Cocopa escribió un borrador que después se publicitó como “la ley Cocopa”. Y como el apunte no fue reconocido por el gobierno como una iniciativa puntualmente legal (varios detalles eran sustantivos y no podían quedar tal cual), Marcos decidió unilateralmente romper el diálogo. Hasta la fecha, después inclusive de que el Congreso hizo ya las reformas como democráticamente resolvió, el subcomandante mantiene la ruptura del diálogo comprometido en San Miguel.

Antecedentes como éstos pueden ser desconocidos por los admiradores de Marcos en España, pero no por el gobierno español. Menos después del interés que debe haber generado en los ofendidos Juan Carlos, Aznar, González y Garzón (a los que hay que sumar amplísimos sectores de la sociedad española), quienes tendrían que hacer diligentes piruetas para satisfacer las condiciones del ambiguo (como él mismo lo confiesa) y arrepentido admirador de una organización de arteros homicidas.

Lejos de aliviar la reacción de rechazo que provocó su irresponsable y suicida diatriba, la aceptación del reto del juez Garzón está plagada de tonterías que permiten apreciar el espectacular declive de una estrella como la que, pese a todo, sigue siendo el subcomandante Marcos.


Carlos Marín

 

 

Entre lo menos comprensible de la carta del subcomandante Marcos al juez Baltasar Garzón está el procedimiento que propone para decidir quién ganará el debate a que se le emplazó, pero del cual se asegura de antemano que nunca se produzca:

“El ganador del debate será elegido por un jurado formado por siete personas, todas ellas del Estado español. El Subcomandante Insurgente Marcos le cede al señor Fernando Baltasar Garzón Real el privilegio de nombrar a cuatro de los miembros del jurado y a designar a quien habrá de presidirlo y, llegado el caso de un empate por abstención, decidir con voto de calidad quién es el vencedor en la justa. Los otros tres miembros del jurado serán invitados por el EZLN”.

Si quien le mereció calificarlo de “payaso” y promotor de la aplicación del “terrorismo de Estado” puede designar a la mayoría del jurado entre representantes de ese mismo Estado represor, ¿qué probabilidad hay de que Marcos se alce con el triunfo?

La falta de lógica elemental en el texto marquiano debe tener muy preocupados a sus apoyadores de cabecera, en especial a quienes le han profesado una incondicionalidad que raya en la abyección.

Al consternado José Saramago, por ejemplo, le bastó la carta inicial donde el subcomandante expresó su solidaridad con ETA para pintar su raya y exhortar a Marcos a rectificar. Previsiblemente, dado el tropiezo descomunal de haber atacado gratuitamente a la sociedad civil española, otras personalidades (internacionales y locales) filozapatistas irán marcando distancia.

En nada tamiza la regada del dirigente zapatista el nivel de su propuesta, cuando trata al célebre juez como carne de coliseo, al intentar seducirlo con el privilegio de quitarle la capucha.

“Si el señor Fernando Baltasar Garzón Real derrota en buena lid al Subcomandante Insurgente Marcos, tiene derecho a desencapucharlo una vez delante de quien le venga en gana”.

Peor aún, la vacilada de convertirse en mártir, donde recarga la suerte contra sus ofendidos:

“Además, el Subcomandante Insurgente Marcos le pedirá disculpas públicamente y se someterá a la acción de la justicia española para que lo torturen (justo como torturan a los vascos cuando son detenidos) y responda a las acusaciones en las que abunda la carta del señor Garzón Real, fechada el 3 de abril de 2003”.

El tratamiento que otorga al “payaso” es de sirviente:

“Si, por el contrario, el señor Fernando Baltasar Garzón Real es el derrotado en buena lid, se compromete a asesorar jurídicamente al EZLN en las demandas que, acaso como último recurso pacífico zapatista y ante las instancias jurídicas internacionales, se presentarán para exigir el reconocimiento de los derechos y la cultura indígena, los cuales, violando las leyes internacionales y del sentido común, fueron desconocidos por los tres poderes del gobierno mexicano”.

Al pretender convertir a Garzón en su achichincle (como uno más de sus incontables “asesores”), Marcos miente de manera crasa: ni el presidente Vicente Fox ni el Congreso ni la Suprema Corte de Justicia “violaron” esa generalización de “las leyes internacionales”, y menos puede probar que se hubieran confabulado para ello.

Pero el sup no deja de pedir y pedir, sin ofrecer otra cosa que dejarse quitar el pasamontañas:

“Además, si le es posible y le viene en gana (Garzón), representará legalmente al EZLN frente a dichas instancias internacionales SOLO en lo que se refiere a la demanda de reconocimiento jurídico de nuestros derechos y cultura”.

Qué bueno --pensará el destinatario de su carta-- que “sólo” tendrá que trabajar en ese punto, no vaya a pensar que lo mandarán por el pozol ni lo pondrán a preparar los frijoles o los tacos.

A partir de ese chistorete, Marcos vuelve a atentar contra sí mismo, al recurrir insistentemente a la difamación:

“… también se presentarán demandas por delitos de lesa humanidad en contra del señor Ernesto Zedillo Ponce de León, responsable de la matanza de Acteal (perpetrada en las montañas del sureste mexicano en diciembre de 1997) donde fueron ejecutados hasta 45 niños, mujeres, hombres y ancianos indígenas. Como se recordará, el señor Zedillo fue recientemente premiado por el señor José María Aznar, jefe del gobierno español, por su participación en la matanza”.

Ni Marcos puede creer, en serio, que Zedillo maquinó esa matanza, ni tiene con qué sustentar la evidente falacia de que Aznar (seguramente interesado en exterminar ni siquiera al zapatismo como a casi medio centenar de inocentes) premió a Zedillo por ese delirante “motivo”.

Todavía más para colegir que el subcomandante anda muy mal de la cabeza, pero no tanto como para asegurarse de quedar a salvo de un debate de ideas:

“De la misma forma se presentarán demandas en contra de los jefes de gobierno español que, durante el mandato del señor Zedillo en México, fueron cómplices de él en ésta y otras agresiones a los pueblos indios mexicanos”.

Tal cual.

Para acabarla de amolar, “estas condiciones no son negociables, el señor Fernando Baltasar Garzón Real deberá responder, en un plazo razonable, si las acepta o no. En cambio, los detalles del debate podrán ser acordados por los equipos padrinos del desafiante y desafiado”.

Desbocada su desmesura, Marcos insiste en nadar en arenas movedizas:

“Tiene usted la oportunidad de elegir: o pone sus conocimientos y habilidades al servicio de una causa justa y noble (y de paso demuestra que la justicia internacional no sirve sólo para avalar guerras y solapar criminales), o sigue donde está, recibiendo las caricias de quienes arriba son porque son sobre la sangre y el dolor de los de abajo”.

De otra manera: según Marcos, el “payaso” Garzón está entregado a causas injustas e innobles.

Vaya forma ésta de Marcos de autodescalificarse.

Carlos Marín
 

 

 

 

El asalto a la razón - Carlos Marín
La puesta en riesgo del capital moral de los zapatistas

Con fecha 7 de diciembre, el subcomandante Marcos dirigió una carta a Euskadi Ta Askatasuna, una de las organizaciones independentistas vascas que aplica el terrorismo como estrategia de lucha.

“Como ustedes tal vez sepan, en fechas pasadas y en una misiva leída en territorio español nos referimos a la lucha del pueblo vasco por su soberanía. A pesar de que claramente el texto hacía referencia a la lucha política vasca y no a la militar, las palabras fueron propositivamente ambiguas en lo que se refiere al actuar de su organización ETA. El objetivo de la ambigüedad fue provocar lo que provocamos de por sí. No ignoramos que pusimos en riesgo el capital moral que los zapatistas hemos conquistado en todo el mundo, en particular en la península ibérica, pero fue necesario... entonces”.

Estruja el texto del dirigente zapatista no tanto por su aceptación de escribir palabras “ambiguas” en un asunto delicado en extremo (por más propositivas que las considere), como por la falta de humildad para reconocer que se equivocó.

Con injustificable soberbia, dice no ignorar “que pusimos en riesgo el capital moral” que los zapatistas habían conquistado “en todo el mundo”.

Si al redactar las ofensas a personalidades y, sobre todo, a los más amplios sectores de España, estaba consciente de que ponía en juego ni más ni menos que el capital moral del movimiento indígena, ¿por qué las hizo públicas?

Dice a los etarras que los zapatistas no han realizado ni realizarán acción militar alguna en contra de civiles y que “condenamos ese tipo de ataques, que suelen cobrar el mayor número de víctimas entre personas que ni siquiera saben de qué va el asunto. No son pocas las víctimas civiles que sus acciones han provocado. Entre ellas se encuentran personas que simpatizaban con nuestra causa y que, como el resto de las víctimas civiles, murieron con la angustia de no saber por qué”.

No es, desde luego, desdeñable su deslinde tardío respecto de las acciones terroristas de ETA.

“Consideramos justa y legítima la lucha del pueblo vasco por su soberanía, pero esa noble causa, ni ninguna, justifica que se sacrifique la vida de civiles. No sólo no produce ganancia política alguna, y aunque la produjera, el costo humano es impagable. Condenamos las acciones militares que dañan a civiles. Y las condenamos por igual, provengan de ETA o del Estado Español, de Al Qaeda o de George W. Bush, de israelíes o palestinos, o de cualquiera que, bajo nombres o siglas diferentes, aduciendo o no razones de Estado, ideológicas o religiosas, cobre sus víctimas entre niños, mujeres, ancianos y hombres que nada tienen qué ver en el asunto”.

Categórico, diáfano, ese párrafo nada tiene de ambiguo y condena la práctica del terrorismo. Lástima que no lo haya escrito en el momento oportuno.

Pero a continuación, el subcomandante propina otro fregadazo a quienes enfrentan la infamia de la carnicería que viene realizando ETA:

“Sé también que en la cuenta de muertos y heridos que hace el gobierno español no están incluidos los miles de vascos que han sido ejecutados, torturados y desaparecidos por las fuerzas del Estado”.

“Los miles” aquí tienen mucha importancia, toda vez que el juez Baltasar Garzón, en su emplazamiento a sostener un debate, le había soltado preguntas como éstas:

“¿Cómo se atreve a insultar impunemente al pueblo español, que en su conjunto viene sufriendo la lacra terrorista desde hace más de 30 años? ¿Nadie le ha dicho que 853 personas han sido asesinadas con coches-bombas, con pistolas, metralletas, lanzagranadas, etcétera, por la espalda, con alevosía o con un disparo en la nuca? ¿Dónde están en su carta unas palabras para esas víctimas del terrorismo? No están en ningún lado, porque usted destila odio hacia esas víctimas, y hacia todos los que no somos o pensamos como usted...”.

En contraste con esas 853 víctimas de ETA que contabiliza Garzón, Según Marcos, el gobierno español ha ejecutado, torturado y desaparecido “a miles” de etarras. En abono del capital moral de la lucha que encabeza, el sup tendría que documentar lo que parece una inflada vaguedad.

Cualesquiera sean las cifras, en la misma carta que dirige a ETA dice que “nosotros superamos a unos y a otros, pues son millones los indígenas mexicanos que, desde la conquista española, han caído. Y a nuestros muertos no los ponemos a competir con nadie”.

Como diría El Borras, no, pus sí: entre los asesinados durante la conquista y la Colonia y de 1821 a la fecha, por supuesto que las víctimas indígenas pueden contabilizarse en millones.

En nombre del zapatismo, el subcomandante mexicano pide a los etarras decretar una tregua “por un período de 177 días, iniciando la madrugada del día 24 de diciembre de 2002”.

Qué bueno para Marcos haber propuesto la noche de Navidad para el inicio de la tregua. Cuatro días antes de hacer su propuesta, un coche bomba, cargado con 35 kilos de explosivos, estalló poco antes de las cuatro de la tarde en el estacionamiento subterráneo de Correos, en la Plaza Alfonso XIII, en el centro de Santander, aunque no hubo víctimas.

Y aquí una de sus bromas martiriológicas:

“Eso les pido, no que se rindan, no que abandonen las armas o sus convicciones. Sólo les pido que le den una oportunidad a la palabra y honren así el gran riesgo que los zapatistas hubimos y habremos de correr. En caso de que no acepten, me ofrezco personalmente como víctima propicia en su próximo ataque. Ustedes podrán acusarme de ‘colaboracionista’ con el Estado español (lo que no dejará de ser paradójico, pues las autoridades españolas me acusan de ser ‘apologista del terrorismo’). El argumento será lo de menos. No habrá reproches ni represalias de parte nuestra, pues al menos yo sí sabré por qué muero...”.

Así, difícilmente pueden tomarse sus palabras en serio.

 

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