El jueves me tocó ver una de las escenas más penosas de
mi vida: el pleito entre La oreja y Ventaneando por
entrevistar a una señora de nombre Carmen Campuzano.
Sentí tanto asco que pensé en dejar de llamarme periodista de
espectáculos.
No puedo creer que el gobierno federal permita que los medios de
comunicación sean usados de tal manera en un país con tantas necesidades
como el nuestro.
Resulta que tanto el equipo del programa de Paty Chapoy como el de Juan
José Origel coincidieron en la casa que hospeda a esa modelo venida a más
y que, como su “educación” dicta, se agarraron a golpes.
Nada que usted haya visto en Cosas de la vida, Laura en América,
Hasta en las mejores familias y los programas de Gloria Trevi, se
asemeja a ese circo romano.
En la transmisión de TV Azteca se pusieron a atacar a Televisa, en
Televisa a TV Azteca, y llegó un momento en que lo menos importante era la
entrevistada.
La mujer estuvo a punto de rodar por unas escaleras, pero lo principal ya
no era ella sino inflarle el ego a unos conductores sin el más mínimo
sentido de la ética y la prudencia.
Si los hubieran puesto a cubrir el ataque a las Torres Gemelas, hubieran
anunciado una lluvia de bombas atómicas y el comienzo de la tercera guerra
mundial.
Flor Rubio gritó al aire que la reportera de TV Azteca no era periodista.
¡Como si hubiera hablado Joaquín López Dóriga! ¿Quién es ella como para
decirle a un televidente qué es un periodista y qué no lo es?
¿Dónde están sus grandes entrevistas? ¿Cuál fue la nota que ella dijo y
que alguna vez conmovió al mundo entero? ¿Dónde se venden sus libros? ¿En
dónde podemos leer sus crónicas y ver sus reportajes? ¿A poco la señora
existía antes de La oreja?
Pero peor estuvo lo de Daniel Bisogno. A falta de bases, como siempre, el
tipo se puso a gritar a cuadro que la reportera de Televisa era una
teibolera y cosas peores.
Seguramente él tiene documentos que acreditan a Lilia Rodríguez como
bailarina de table dance porque para hacer una afirmación así, y más en
red internacional, se necesitan pruebas.
¿Para eso sirven las concesiones de televisión en México? ¿Para que dos
grupos de conductores se manden los insultos más baratos a través de la
pantalla? ¿Sabe usted lo que cuesta eso?
¿Qué clase de persona, ya no se diga de profesional de la comunicación, se
pelea delante de la fuente? ¿Qué clase de ser humano se jalonea con otro
delante de una mujer lastimada?
Tanta culpa tuvieron los de Televisa como los de TV Azteca. ¿Por qué
ninguno se detuvo? ¿Por qué no demostraron su clase respetando, negociando
y compartiendo?
Y lo peor, ¿cuál es la enseñanza que le dejan al público? ¿Que cualquier
cosa es válida cuando se trata de robar una mala nota? ¡Cualquier cosa!
Porque aquí viene lo más delicado de todo. ¿Quién es Carmen Campuzano?
¿Quién es esa mujer como para convocar enlaces en vivo de las televisoras
más importantes de la nación?
¿Dónde están sus aportaciones al espectáculo nacional e internacional?
¿Cuál es su filmografía? ¿Dónde están sus discos, sus libros y sus
telenovelas? ¿Cuántos estadios ha llenado? ¿En qué pared esconde sus
premios?
¿Quién es esa fulana? ¿A qué le tira? ¿Cuál es su gracia? Todavía si
dijéramos Rocío Dúrcal, Angélica María, Adela Noriega, Salma Hayek o
Thalía, bueno, hay algo que las ampara. Pero, ¿Carmen Campuzano?
Es muy humillante tener que decirlo así pero la señora es una pobre mujer
que estuvo enferma del mismo virus que Merle Uribe y que a raíz de su
deformación se convirtió en algo así como atracción de circo.
Tuvo uno o dos vínculos sentimentales con personas de la pantalla y eso
bastó para que la volvieran famosa.
Pero la verdad es que a estas alturas del partido, Carmen Campuzano es
para el espectáculo nacional lo que Kenny para las caricaturas de South
Park.
Uno ya nomás está esperando que le ocurra algo monstruoso para atacarse de
la risa, y entre más sangre y tripas haya, pues mejor.
¿Éste es el tipo de personajes que le interesa promover a nuestros
programas de espectáculos? ¿Por qué esa manía de vender al perdedor y no
al ganador? ¿Por qué esa obsesión por lo grotesco?
Es patético que Televisa y TV Azteca se peleen por Carmen Campuzano y que
nadie pele a decenas de grupos que llenan campos deportivos en sus
tocadas.
Es un insulto que se gaste tanto dinero en enlaces en vivo con alguien tan
inferior en la escala de los resultados cuando mucho de nuestro talento
más joven se tiene que ir a Europa para que lo tomen en cuenta.
¿Cómo cree usted que se sientan todos esos actores desempleados de
Televisa cuando su producción de espectáculos más importante los desprecia
para regalarle espacios a estos personajes?
¿Cómo cree usted que se sientan los de TV Azteca, que trabajan de
diferentes, exquisitos y revolucionarios, pero que son menos, mucho menos,
que Carmen Campuzano para su televisora?
Una vez más, como con Gloria Trevi, la moraleja es enférmate, denígrate,
acuéstate y triunfarás. Te lloverán contratos, entrevistas, fama y
fortuna.
¿Para qué estudiar? ¿Para qué trabajar? Mejor fíjate en una estrella, no
importa si es chica, mediana o grande, acuéstate con ella, asegúrate de
que te tomen una foto, de que te la publiquen y, adelante. Tu otra opción
es Big Brother. Tú eliges.
Esto ya no se puede poner peor. Tan sólo de pensar que los ejecutivos de
TV Azteca están felicitando a los señores de Ventaneando por su
nota y que los de Televisa ahora están más contentos con los responsables
de La oreja por lo mismo, es como para irse del país.
Era para que los castigaran o, mínimo, para que varios grupos de
teatreros, estrellas de cine, cantantes, productores y representantes
artísticos se manifiesten con machetes en las calles y plazas.
¿Dónde está la contraparte de este juego? ¿No les da vergüenza a esos
asalariados de la pantalla chica haberse rebajado a un pleito tan
primitivo cuando nuestras necesidades son otras?
Ya no pido que Verónica Gallardo vaya a levantar escombros a Yucatán, pero
sí que no consideren como divertido un hecho que en cualquier canal serio
hubiera sido causal de despido.
A Roberto de Lamadrid lo corrieron de Televisa por decir que le gustaba
más la Psiquiatría que Gloria Trevi. ¿Y a Mónica Garza qué, le van a
regalar un carro? ¿De eso se trata ahora?
Lo que pasó el jueves por la tarde en Ventaneando y La oreja
no es sólo un chismecito de espectáculos, es uno de los síntomas más
representativos de la crisis de nuestro país.
Tiene toda clase de lecturas y nos habla de lo equivocados que estamos
cuando hablamos de libertad de expresión, de responsabilidad social,
farándula, derechos humanos, violencia, superación personal, periodismo y
otros conceptos más profundos.
Mírelo así, como un síntoma. Ocurrió porque tenía que ocurrir. Era
inevitable considerando antecedentes, escalas de valores, cultura,
objetivos y preparación.
Ahora, ¿qué va a pasar? Otra cosa inevitable, que el resto de las
producciones de espectáculos se van a colgar de este conflicto para seguir
alimentando el chiquero y para continuar con la deformación de los
conceptos que alimentan nuestra mente.
Y de ahí, para abajo, hasta el fondo. Si usted como espectador no le pone
un alto a estas circunstancias, seguirán pasando.
Si usted, como ciudadano no le pone un alto a otras, también. ¿Ahora
entiende por qué ese pleito fue una de las escenas más penosas de mi vida?
Va más allá de lo evidente. Más allá.
Yo ya no sé si me seguiré llamando periodista de espectáculos después de
eso. Lo que sí sé es que siento mucho asco, que este asco no es nuevo y
que no tardaré en vomitar.