Vicente Fox ha resultado una persona llena de contradicciones, que constantemente afirma y niega, que no resiste la tentación de tener un micrófono enfrente y suelta alguna declaración espectacular sobre un hecho no confirmado o que en su defecto, pretende adecuarse a lo que su audiencia quiere escuchar y dice cosas de las cuales no hay ninguna seguridad, pero que sin duda, al momento, lo hace quedar bien, aun cuando después tiene que salir –él, su oficina de comunicación o alguno de sus secretarios- con que dice su mamá que siempre no.  La mayor parte de los mexicanos ya lo conocemos y tomamos este comportamiento como algo ya característico de nuestro primer mandatario, lo que de ninguna manera hace que sea un comportamiento aprobable.

 

Viene aquí entonces la situación que hemos visto con Santiago Creel, secretario de gobernación o con los diversos voceros, aunque de manera más frecuente con Rodolfo Elizondo, en que Vicente Fox, a las pocas horas de haberse emitido alguna orden, información o declaración, la desmiente de manera abierta, culpando a todo mundo, desde los traductores –como en su última visita a las Europas- y los periodistas, hasta los propios miembros de su dudosamente bien calificado gabinetazo, quienes con la pena y en muchos casos la humillación, tienen que tragarse su orgullo y apoyar a su jefe.

 

Ahora bien, es verdad que Elizondo y el mismo Creel pueden ser personas con sobrada capacidad, con muchas virtudes para desarrollar su trabajo –lo que en los hechos nada más no se ve-, pero de nada nos sirven si son personas que no se dan a respetar y permiten que se les exhiba públicamente.  Y miren que la disciplina se entiende y es razonable que se le cubran las espaldas al jefe, pero desde mi punto de vista, todo tiene un límite y si bien se dice que hay que poner la otra mejilla, cada ser humano solo tiene dos mejillas.  Si yo hago bien mi trabajo y mi jefe me culpa una vez, lo puedo aceptar, si me culpa dos veces, todavía lo aguanto, pero a la tercera hablo con él y le digo “Señor, tenga más cuidado con lo que dice y con lo que hace, porque estoy inconforme con que se me culpe de algo que no hice, cuando además estoy desarrollando mi trabajo de manera correcta y como debe ser; si no lo considera así, preferiría busque a otra persona que cubra el perfil necesario”.

 

Es aquí cuando reitero mi calificativo de incapaz para Rodolfo Elizondo y de paso a Santiago Creel -a quien de paso le han dañado seriamente su futuro en la política-, porque de nada le sirve al país un funcionario competente, si este no sabe hacer respetar el valor de su trabajo.  He dicho.