Los partidarios de la guerra tuvieron
razón cuando dijeron que el aroma de un disparo guiado con precisión
llevaría al colapso del régimen de Sadam Husein. Pero hasta los que no
creían en esta guerra esperaban una victoria militar. (“Por supuesto que
ganaremos en el campo de batalla, probablemente con facilidad”, fueron las
primeras palabras de mi columna cuando se inició la guerra). En su lugar,
nos preocupamos -y nos seguimos preocupando- por lo que seguiría. Como
escribió el jueves otro escéptico de Slate: “Espero ver pruebas de que
estoy equivocado, pero eso todavía no sucede”.
¿Por qué preocuparse? No voy a pretender que sé lo que sucede en las
mentes del pueblo iraquí. Pero hay un patrón en la forma de hacer negocios
de la Administración de Bush que no promete cosas buenas para el futuro:
un patrón de conquista seguido por un descuido maligno. Uno tiene que
admitir que la gente de Bush es muy buena conquistando, tanto militar como
políticamente. Enfocan toda su atención en un asunto; eliminan todos los
obstáculos; no se preocupan por romper las reglas. Esta técnica les generó
la victoria en la batalla de recuento de Florida, la aprobación del
recorte de impuestos de 2001, la caída de Kabul en Afganistán, la victoria
en las elecciones de mitad del periodo presidencial y la captura de partes
de Bagdad.
Pero después del triunfo, cuando llega el momento de cuidar lo que han
ganado, su atención se dispersa y las cosas se arruinan. El ejemplo más
obvio es Afganistán, la tierra que olvidó la Administración de Bush. La
mayor parte del país está nuevamente bajo el control de los militares
fundamentalistas; los soldados y oficiales de la policía, a quienes no se
les ha pagado, están desertando en grupo. (Recuerde que la Administración
de Bush olvidó incluir asistencia para Afganistán en su último
presupuesto). Ahmed Wali Karzai, el hermano del presidente Hamid Karzai,
le dijo a un periodista de Associated Press: “Es como si estuviera viendo
la misma película de nuevo, y nadie está tratando de solucionar el
problema. Lo que se le prometió a los afganos con el colapso del Talibán
fue una vida nueva de esperanza y cambio. ¿Pero qué les dieron? Nada. Todo
está como antes”. Puede verse el mismo patrón en el frente económico. El
presidente Bush tuvo un gran triunfo en 2001, cuando logró que se aprobara
un gran recorte de impuestos, asegurando que su plan era la medicina justa
para curar las enfermedades económicas. ¿Qué ha pasado desde entonces?
La respuesta es que las cosas se han ido desmoronando gradualmente. Hubo
sólo un trimestre de buen crecimiento, a principios de 2002. Pero, después
de eso, las cosas siguieron mal. El crecimiento era demasiado lento para
generar empleos: a fines de 2002, tras un año de “recuperación” había
menos personas trabajando que al cierre de 2001.
Y en los últimos dos meses la situación se ha deteriorado rápidamente. En
febrero-marzo, la economía de EU perdió 465 mil empleos, generando una
pérdida total de empleos de más de 2 millones, desde que se inició
oficialmente la recesión en marzo de 2001. En este punto, el descenso de
los empleos ha sido mayor, y ha continuado por más tiempo que la caída que
tuvo lugar durante la primera Administración Bush. Y no hay señales de una
mejoría: las solicitudes de seguros de desempleo siguen superando en mucho
el nivel que señalaría una mejoría en el mercado laboral. Algunos esperan
que la economía se revierta por sí misma -que los consumidores y empresas,
aliviadas porque la guerra ha ido bien, comiencen a gastar libremente.
Pero la esperanza no es un plan.
¿Cuál es el plan? La respuesta parece ser que no hay plan para la
economía. En su lugar, la Casa Blanca está empeñada en lograr otro triunfo
político -la eliminación de impuestos sobre dividendos-- que tiene muy
poca, o ninguna, relevancia para nuestros problemas económicos actuales.
Podría demostrar esta irrelevancia al hacer un análisis económico, pero la
siguiente es una iluminadora señal política: USA Today reporta que la
Administración, enfrentada a preocupaciones sobre el déficit
presupuestario en el Congreso, ha indicado que está dispuesta a considerar
el inicio de su plan de dividendos. Es decir, está dispuesta a abstenerse
de hacer recortes impositivos inmediatos -el punto de su propuesta que
realmente podría ayudar a la economía en el presente- para poder presentar
su propuesta a largo plazo intacta y, así, afirmar una victoria total.
Lo atemorizante es que este enfoque de atacar y quemar para gobernar
podría continuar funcionando para la gente de Bush, porque los triunfos
iniciales obtienen las primeras planas. Lamentablemente, el resto del
mundo tiene que vivir en la destrucción que la administración deja atrás.
Copyright: The New York Times