RELATOS SENCILLOS DE LA VIDA COTIDIANA
Es una maravillosa floresta - pensó la mariposa parada en la punta del edificio mas alto de la enorme ciudad - ¡Pero esta tan lejos! Tendré que esforzarme mucho y si sopla el viento a mi favor tal vez llegue por la tarde; se alcanzaba a ver como una pequeña mancha de un verde esmeralda y se imaginó que poca gente iría ahí.
Allá abajo muchos parecían tener mucha prisa, demasiadas ocupaciones como para desplazarse hasta ese lugar y otros ni siquiera sabían que existía, lo cual ya era una suerte para este pequeñito pulmón del planeta. A estas personas les importa más que sus fabricas trabajen todo el día y toda la noche y que los chacuacos lancen sus fumarolas permanentemente, tanto era así que el cielo una vez azul se había vuelto de un color extraño, entre azul sucio y amarillo opaco, algo así como un tornasolado difícil de describir, pero ni modo el precio del progreso indica que algo se tiene que sacrificar ¿Y porque no el oxígeno? ¡Total! Nada más hay que acostumbrarse al respirar un poco menos y a intervalos chiquitos para no jalar mucho aire. ¡Pobres! - Pensó nuestra amiguita.
Siento que viene una gran ráfaga de viento, - se dijo la mariposa - se montó en ella y ahí va, ya aleteando con fuerza, ya planeando pero siempre a favor del viento. Por fin al atardecer se poso en un enorme pino a tomar fuerzas; fue un viaje muy agotador pero si todo iba bien aquí pasaría el resto de su efímera vida. ¡Vaya que es bonito! Y debe de tener muchos años por el tamaño de estos pinos, abetos, cedros, sauces…¡Pues si que era variado el bosque! Implicaba una fauna también abundante: ardillas, conejos, venados y muchos pájaros “de los cuales había que cuidarse”, pero para fortuna de ella había muchos insectos…pero algo estaba pasando. Se respiraba un ambiente tenso. Los animales estaban nerviosos y corrían de aquí para allá.
¿Qué pasa? ¿Qué pasa? - preguntaba la mariposa y nadie le contestaba, todos corrían y corrían Voló hacia abajo sorprendida de tanta actividad, nuevamente preguntas sin respuesta…de pronto escuchó una vocecita que le decía ¡Aquí!, ¡Aquí! La mariposa volteo y vio a un pequeño abeto que apenas contaba con 4 ramitas verdes, tiernas, lustrosas, con ese verde suave de lo joven. Se erguía derechito y orgulloso a unos cuantos metros de un enorme abeto que - según le contó - tenía más de 100 años y era su papá el cual se levantaba majestuoso, enorme, con unas inmensas ramas que cubrían todo, como un domo tan alto como el edificio de la ciudad. El pequeñín se protegía bajo su sombra y se ocultaba de los animales que lo podían devorar. ¡No te asustes! - le dijo a la mariposa - siéntate en mis ramas. ¿Pero que pasa? - preguntó nuevamente. - Es que va a llover ¿No lo hueles en el aire? - Si. ¿Y eso qué? - Pues que tiene mucho tiempo sin llover y ya estábamos en un punto crítico; yo me he nutrido del agua que retiene mi padre, pero muchos han padecido la sequía, sobre todo los animales y como podrás ver, el cielo tiene nubes grises, así que hay que prepararse para recibir la lluvia.
Esto no me gusta mucho - dijo la mariposa. No te preocupes - dijo el pequeño abeto -, bajo las ramas de mi padre nada te pasará; cúbrete ahí. Esta bien - dijo ella, y subió, pues empezaba a sentir la brisa de lluvia. Apenas se estaba acomodando bajo una frondosa rama del abeto cuando el cielo empezó a retumbar y los primeros relámpagos iluminaron el atardecer. Al poco tiempo enormes gotas caían del cielo. De pronto la mariposa escuchó unos quejidos ¿De dónde vienen? ¿De donde?...¡El abeto! ¡El gigante se esta quejando!
A cada gota que caía el enorme árbol emitía un gemido de dolor. ¿Qué pasa? ¿Por qué te quejas? ¡Duele! ¡Duele mucho! ¡Pero ni modo! Hay que resistir como todos los árboles, solo espero que a mi hijo no le lleguen estas primeras gotas, debo cubrirlo, es imprescindible, después que la primera lluvia limpie la nube ya podré dejar pasar la restante para que no queme los brotes nuevos.
No entiendo nada ¿Detener? ¿Quemar? ¡No entiendo! De pronto, una gota pequeñítititita salpicó a la mariposa que emitió un agudo grito: ¡Ayyy! ¿Qué pasa? ¿Por qué me quema? Es agua. Es la obra del hombre - contestó el abeto -, es la lluvia ácida ocasionada por tanto químico que viaja en el humo que viene de las ciudades y cuando las nubes llegan arrastradas por los vientos y se combinan con este humo, al caer nos lastima y nos quema. En ese momento la mariposa se percató de las cicatrices que presentaba en toda su corteza el árbol y todos los demás, todos los gigantes tenían esas quemaduras. Así es – continuó el árbol -, nosotros tenemos que detener la lluvia primera para que no sufran los que están más abajo.
La lluvia había arreciado y en ese momento los árboles movieron sus ramas para dejar pasar el agua limpia. Abajo el pequeño abeto alzo sus ramas y disfrutó la humedad que lo envolvía, los animales se limpiaban y bebían, los brotes jóvenes absorbían con sus raíces todo lo que podían - no hay que desperdiciar nada, no sabemos cuando volverá a llover.
Pero ¿Que va a pasar cuando ya no puedan detener la lluvia ácida? ¿Que pasaría si toda esa agua estuviera contaminada? ¿Que pasará si dejan pasar la lluvia final y también esta contaminada? Preguntó preocupada la mariposa acariciando su alita lastimada. El árbol dejo pasar un momento disfrutando la lluvia que refrescaba la corteza lastimada y que le servía como un bálsamo. Entonces… - dijo - entonces no existiremos más.
La mariposa se estremeció y bajo la mirada enternecida hacia el pequeño arbolito que disfrutaba tanto y pensó: ¡Ojalá y llegue a viejo! Se acurrucó bajo las hojas y se quedo dormida, sintiendo aún el dolor de la quemadura que le hizo una gotita de agua.
IRMA SUSANA
comunicación: susy@lavisiondelciudadano.com
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