RELATOS SENCILLOS DE LA VIDA COTIDIANA
¡Seguro te ha pasado algo así!
Te invitaron a una presentación de bailables folkloricos y ya sea porque tu hija, tu sobrina o tu nieta va a hacer su presentación de jazz, tap y/o hawaiano o porque no puedes rehusar a la invitación de tu mejor amiga y además no tienes nada mejor que hacer te dispones a disfrutar de una tarde de niños en disfraz y en un lugar que no es un teatro y que han acondicionado para que los chiquitines bailen y se luzcan ante sus familiares.
Hay que ser muy puntual para encontrar un buen lugar así que llegas y te formas para entrar, llevas 10 minutos o más parado de repente volteas y te percatas de la enorme fila de gente que espera igual que tú y en ese momento te haces la pregunta; “donde demonios va a caber tanta gente” la persona que te invitó te dijo que es un salón de usos múltiples y que la capacidad no es mucha pero lo olvidas al ver que se abren las puertas y supones que los organizadores tienen todo bajo control. La entrada es libre por lo tanto no hay boletos, sientes como las personas que venían formadas detrás de ti se dejan venir en estampida y procuras caminar más rápido no por urgencia sino por los empujones que te acomodan. Por fin se abre el espacio y aparece un salón más o menos grande con unas 200 sillas acomodadas en forma de galería con un pasillo para el acceso y al fondo el escenario muy mono lleno de moños y flores de papel, echas una revisadita rápida; 200 sillas, pues 200 personas ¿no? lógico. ¡Pues no!, calculas y..., 50,100, 250 aproximadamente son como 300 o 350 gentes. ¡válgame Dios!
Con cierto trabajo llegas y te acomodas en tu silla, no muy adelante, no muy atrás, pero con relativa comodidad para ver el espectáculo. De pronto la gente que venía detrás de ti y que por fin tuvo acceso al salón llega como estampida, se apoderan de las sillas, se las jalonean, las arriman mas adelante, tapan el simulado pasillo y algunos elegantes caballeros con traje y todo –porque de seguro acaban de salir de trabajar- empiezan a apilar 4, 5 y hasta 8 sillas, para apartarlas por que allá atrás viene la abuela, el abuelo y unos cuates que son los vecinos, “es que vienen a ver bailar a la nena”. En ese momento empiezas a sentir una ligera molestia y dices ¡Bueno!, no importa por suerte llegaste temprano y tienes un buen asiento, el lugar ya se lleno y el maestro de ceremonias da la bienvenida al evento da las gracias por la asistencia y anuncia el primer número, los pequeñitos vestidos de ratoncitos y que van a bailar...., ¡sepa!, ya no alcanzaste a oír porque una señora al lado grita: “Mira, mira Yayita, ahí va Irwinsito”, te dispones a ver, todavía de buen humor y medio disfrutando el folklor pero de repente la señora en cuestión se para como loca a sacar fotos: “Hay que mona, no te deja ver nada”, bueno entiendes que es su hijo y el disfraz de ratón lo amerita, paciencia todavía faltan como cuatro números para el hawaiano.
Entre los aplausos, gritos, chillidos de niños de brazos y la amenaza del siguiente número que es de los más grandecitos se dejan venir 5 mamas, 3 papas y algunos hermanos mayores que traen la cámara de video. ¡Claro, hay que inmortalizar el momento! Le pides amablemente a una señora de bastante volumen que esta filmando dos filas delante de ti que por favor se siente, que no te deja ver nada, a la amable solicitud se te unen algunas personas que padecen lo mismo que tu, pero de seguro que son invisibles porque los voltea a ver con infinito desprecio ignorándolos olímpicamente y regresa a su actividad.
Para ese momento el dolor de estómago ya es una molestia bastante considerable y le pegas un grito, ¡señora, siéntese por favor, no nos deja ver y baje de la silla a su hijo! Medio se molestó, medio se acomodó y medio nos dejo ver, pero ¡Ah! no contabas con su astucia porque llamo a la artillería pesada, empieza a hacer señas y aparece un hombretón como de 1.80 m. (el esposo) y poniendo cara de puchero le dice: ¡hay Rafa, no puedo grabar al niño porque ya me dijeron que me sentara y además ya se pusieron delante de mí 3 señoras y no alcanzo!, el marido comprensivo toma la cámara y le dice: siéntate linda yo grabo, pero no los apantalla y también a el le piden que se haga a un lado, no hay respuesta y ¿a ver? “pónganse con uno de ese tamaño”.
Para ese momento estas a punto de matar a alguna madre, a varios chiquillos y a los organizadores del evento y antes de que eso suceda y tu vesícula reviente optas por salirte y dejas que las mamas, papas, abuelos y parientes disfruten de ese desorden, ya pensaras una buena disculpa para tu amiga de por que no pudiste ver a su hija bailar.
Sales con una molestia evidente, pensando y analizando las cosas ¿porqué somos así?, porque el respeto que exigimos en nuestras casas no somos capaces de darlo en otros lugares y lo peor es que les inculcamos a los hijos “ciertos valores” y nosotros mismos las rompemos con gran facilidad un ejemplo muy sencillo es, si nos metemos en las colas para comprar algo o entrar a algún espectáculo no nos importa que nos llamen la atención y nos hacemos los desentendidos, pero si alguien se mete delante de nosotros, entonces sí, arde Troya ¡será posible que solo los mexicanos seamos asi?, yo creo que si y lo peor del caso es que nos enorgullecemos de serlo.
IRMA SUSANA
comunicación: susy@lavisiondelciudadano.com
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