AMLO: el secreto está en su agenda
Hoy Andrés Manuel López Obrador dará su segundo informe de gobierno. El estilo de López Obrador no gusta, confronta, en ocasiones raya con la intolerancia, está rodeado de algunos políticos que dejan francamente mucho que desear, y su estilo político le ha permitido sobrellevar desafios. Hoy Andrés Manuel López Obrador dará su segundo informe de gobierno. Muchos, en relación con el tabasqueño, tendrían que seguir el consejo de Margaret Thatcher, que decía que “vale la pena conocer al enemigo, entre otras cosas por la posibilidad de que algún día se convierta en un amigo”. Y es que el estilo de López Obrador no gusta, confronta, en ocasiones raya con la intolerancia, está rodeado de algunos políticos que dejan francamente mucho que desear, pero lo cierto es que la popularidad de López Obrador en el DF se mantiene y crece, y su estilo político le ha permitido sobrellevar desafíos que, por ejemplo, la presidencia de la república no ha podido superar: hoy mismo estaba amenazado con un paro del metro y de los trabajadores del DF. Aparentemente no se dará ninguno de ellos y, pese al conflicto, todo indica que el jefe de gobierno capitalino está saliendo fortalecido de los mismos. Esta es una semana clave para López Obrador, además del informe y de las amenazas de que los paros que podrían paralizar el DF, el jefe de gobierno tendrá el próximo domingo la prueba del plebiscito sobre los controvertidos segundos pisos del Periférico y Viaducto y, todo ello, en una situación de profundas divergencias internas en el PRD capitalino. ¿Por qué, entonces y pese a todo, López Obrador está saliendo adelante?. En primer lugar porque tiene muy claro hacia dónde va (gusten o no esos objetivos) y no se aparta de ellos. A diferencia del gobierno federal que tiene una agenda muy amplia y abre demasiados expedientes que nunca cierra, López Obrador se ha concentrado en pocos puntos, en objetivos muy estrictos y pese a todas las presiones, incluso cuando es evidente que la opinión pública no lo favorece (o la razón no le asiste) no los abandona ni da bandazos, sino que va acomodándolos para darles una salida. El tema de los segundos pisos es un ejemplo clarísimo. Ya hemos dicho en este espacio que es muy difícil tener una opinión clara, objetiva, sobre los beneficios o daños de los segundos pisos sobre todo porque López Obrador no ha presentado un proyecto vial global, integral para la ciudad, sin ello no se puede saber en qué medida el segundo piso sirve o no. Pero la salida de la consulta le evitó al jefe de gobierno librarse de un debate que tenía perdido. Ahora a través de esa consulta puede atacar tres aspectos en forma simultánea: por una parte, puede pulsar cómo están sus fuerzas en un momento en el cual el PRD en la capital está pasando por serios problemas: no cabe duda que el domingo la maquinaria electoral del PRD votará y lo hará por el sí, no se trata de todo el voto potencial de Andrés Manuel en la capital pero sí de un buen parámetro. Tiene a su favor, en este sentido, que la situación del PRI y del PAN en la capital es lastimosa: prácticamente no existen como partido, están debilitados, su estructura electoral se ha deteriorado en forma notable y si bien las clases medias están en general muy disconformes con López Obrador, lo cierto es que esos sectores no tienen hacia dónde canalizar esa disconformidad porque en la ciudad de México, el priísmo hace tiempo que dejó de ser hegemónico y también, en la capital, el fenómeno Fox ha ido perdiendo fuerza. Es verdad que el plebiscito puede servir para experimentar el crecimiento de algunas fuerzas emergentes, pero en política, en estos sentidos, las sorpresas no existen. Un segundo punto en que el plebiscito, si lo gana, le será útil a López Obrador, es porque podrá imponer uno de sus principales proyectos de obra pública. Es una obra importante que le creará problemas pero que también le dará réditos: si va de la mano con el proyecto de rescate del centro histórico y otras obras similares, pero sobre todo si López Obrador logra articular los segundos pisos con un proyecto vial integral (que incluya interconexiones con el estado de México e Hidalgo, sobre todo), puede marcar con ello su gestión. Se podrá argumentar que quizás la votación no es la suficiente para legitimar ese proyecto y eso es una posibilidad real, pero entonces el jefe de gobierno queda de alguna forma con las manos libres para tomar una decisión y no se puede argumentar que no hizo una consulta antes de decidir. Pero si pierde el plebiscito también gana algo: no paga el costo de que su proyecto haya sido derribado por un movimiento social (aislado o no) como ocurrió con el aeropuerto (por cierto ¿porqué en ese proyecto no se realizó una consulta entre los verdaderos interesados, comenzando por los ejidatarios involucrados?), y también puede presentarse como que, simplemente, respetó la voluntad popular. Por supuesto que implicará un costo, pero ello no anula su primer objetivo: medir su fuerza electoral en la capital y la maquinaria del PRD a unos meses de las elecciones federales y locales de julio, sobre todo cuando ninguno de sus adversarios políticos está en condiciones de hacerle sombra. El otro punto es la seguridad pública. Pocas cosas han beneficiado tanto a López Obrador como la negativa presidencial a aceptar a Francisco Garduño como secretario de seguridad pública en lugar de Leonel Godoy (que se fue con Lázaro Cárdenas a Michoacán luego de un paso muy gris por esa posición). La llegada de Marcelo Ebrard a la SSP del DF, ha permitido no sólo romper con muchos de los candados de los que no pudieron zafarse las administraciones de Cuauhtémoc Cárdenas y Rosario Robles en este aspecto, con costos políticos para ambos, y sobre todo comenzar a lograr avances en el área más sensible y vulnerable de la administración capitalina. Ebrard, hoy posiblemente el colaborador más valioso de López Obrador, ha logrado combinar esos pequeños (para la magnitud del problema) éxitos operativos, con una incipiente depuración y con una colaboración pragmática con autoridades federales, sobre todo de la AFI, del estado de México y de Hidalgo, con buenos resultados para todos. Por supuesto que en términos de seguridad aún está casi todo por hacer en la ciudad de México y su zona conurbada, pero el que por primera vez la gente comience a percibir que existe una mejoría en ese sentido es un éxito político. Y la diferencia es que el propio Ebrard tiene la suficiente experiencia y sensibilidad política como para saber mover en ese sentido las percepciones de la gente. El tercer gran secreto de porqué López Obrador crece en popularidad pese a todos sus problemas, está en algunos de sus programas sociales, sobre todo el relacionado con los ancianos: se puede argumentar que es demagógico o populista, clientelar y en buena medida es verdad, pero las familias que reciben ese apoyo, en efectivo, evidentemente no piensan lo mismo. Y lo fundamental en todo ello es que no tiene contrapesos: el gobierno federal no aparece en la capital del país en términos de política social y cuando aparece la gente no lo termina de asumir como un avance del gobierno federal. Los partidos de oposición, como el PRI y el PAN que le podrían disputar, los primeros a los sectores populares y los segundos a las clases medias (sin duda las menos atendidas por López Obrador), no existen y no operan, salvo denuncias esporádicas que no terminan de cambiar la situación : tratan de tirar a López Obrador en lugar de crecer ellos. Paradójicamente, suelen fortalecerlo. El mayor peligro para López Obrador está dentro de su propio partido, en su equipo y estructura de gobierno. En el PRD hay divisiones profundas que afectan la labor de gobierno y hoy mismo, en el informe de Andrés Manuel se podrían poner de manifiesto, el affaire de Dolores Padierna hace un tiempo contra Rosario Robles y ahora contra Lenia Batres la capacidad de daño de esas disputas internas. Las propias ambiciones futuras de López Obrador, esa precandidatura presidencial para el 2006, cuando varios otros perredistas aspiran a esa posición, también lastima sus posibilidades. Porque habría que recordar que jamás un jefe de gobierno (o antes regente) de la ciudad de México ha sido, antes, presidente de la república, mucho menos proviniendo de un partido con el 16 por ciento de los votos a nivel nacional, pero no es una idea descabellada. El punto es que los que impulsan a Andrés Manuel, tienen que comprender que aún hay un camino demasiado largo por recorrer ¿para qué querer, entonces, quemar etapas con tanta antelación?
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