Razones - Jorge Fernández Menéndez
Atenco,
o esta película ya la vi
Publicada
en Milenio Diario el lunes 15 de Julio de 2002
Dicen por ahí que la historia se vive primero como tragedia y, cuando se
repite, lo hace como comedia. ¿Qué sucederá cuando se vuelve a repetir por
tercera vez un mismo guión, una misma historia, haciéndola cada vez más
caricaturesca y por lo tanto violenta e irracional?
La película que se está escenificando en San Salvador Atenco ya la vimos, es
la repetición, casi a la calca en su conducción estratégica y política,
incluso con la participación en muchas ocasiones de los mismos personajes,
del levantamiento de Chiapas del primero de enero del 94 y de la huelga de
la UNAM en el 99.
Sus demandas y sus conceptos no admiten espacio para la duda: el viernes la
joven cegeachera que actuó como vocera del movimiento, repitió exactamente
el guión anterior: primero, desconocer al gobierno estatal y exigir dialogar
directamente con el federal (¿recuerda usted Chiapas cuando el EZLN desde un
inicio rechazó dialogar con el gobierno estatal para hacerlo con el federal
como una forma de mostrarse como un interlocutor de igual a igual con éste?
¿O cuando los muchachos del CGH rechazaron dialogar con la rectoría de la
UNAM y sólo aceptaban hacerlo con el gobierno?). Al presidente Fox le
exigieron cuatro puntos no negociables (¿y qué sentido tiene negociar si la
contraparte asegura que no negociará ninguna de sus demandas?): demandaron
ser reconocidos como “únicos” interlocutores válidos en ese diálogo de
iguales (¿recuerda usted cómo el EZLN en Chiapas eliminó, en un sentido
metafórico y real, a todos los otros interlocutores posibles, como la ARIC-Unión
de Uniones? ¿O cuando en la UNAM se eliminó a todos los demás sectores
partidarios de la huelga pero no de los métodos y concepciones más radicales
que representaba el CGH? ¿Recuerda en ambos casos cómo el PRD pensó terminar
contando con la interlocución y la dirección estratégica de ambos
movimientos y cómo en ambos, como también está ocurriendo ahora, terminó
siendo desplazado y pagando costos a derecha e izquierda?).
Como segundo punto, está la anulación del decreto de expropiación; tercero,
la liberación de todos los presos del movimiento de Atenco y, como cuarto
punto, considerado de mutua distensión, el fin de los bloqueos recíprocos, y
en el caso del gobierno el retiro de la fuerza pública a nivel federal,
estatal y municipal de toda la zona: o sea, como ya se hizo en Chiapas y se
logró durante un año en la UNAM, la creación de una virtual zona liberada,
la construcción (buenas lecturas de los teóricos vietnamitas mediante) de un
poder dual en la región: por eso el “intercambio de prisioneros”, la
negociación directa entre la dirigencia de Atenco con el presidente de la
República, el retiro de toda fuerza pública de la zona (¿y con quién será
reemplazada?: por la fuerza pública surgida del movimiento que no admite
disidencias internas, como ocurre en la zona de conflicto en Chiapas o como
ocurrió en la huelga de la UNAM).
Pero si la estrategia es similar, también son los mecanismos propuestos: los
dirigentes de Atenco piden “diálogo público” (¿le recuerda acaso a los
diálogos de San Cristóbal o de San Andrés o a los encuentros públicos
trasmitidos por radio UNAM de los dirigentes del CGH con los directivos de
la Universidad?), proponen una comisión de intermediación que hasta el
nombre se copiaron de la Conai y que estaría presidida, but of course,
por don Samuel Ruiz y que como otros integrantes tendrían a Rosario Ibarra
de Piedra y Francisco Gallardo, los tres absolutamente imparciales en este
conflicto. Y, además, para no apartarse un milímetro del guión ya
establecido con anterioridad, un comisionado de paz del gobierno federal y
una comisión legislativa que coadyuve en el proceso, una virtual Cocopa. La
pregunta obvia es para qué todo eso si, como ocurrió en su momento en
Chiapas o en la UNAM, los puntos a negociar simplemente se consideran no
negociables, o en otras palabras, como decía un dirigente del CGH,
“dialogamos pero no negociamos”. ¿Entonces para qué se dialoga?
Claro que el de San Salvador Atenco es un movimiento social real, pero sus
dirigentes, desde un principio, lo han dirigido hacia el precipicio de la
confrontación. Simplemente en la lógica que le han impuesto al conflicto, en
la escalada constante que han desarrollado, dejan al gobierno federal casi
sin opciones. Porque se supone que las autoridades deben haber aprendido la
lección de los casos anteriores: en el 94, el gobierno de Salinas dio todo y
aceptó todo: cuando después de tres meses de negociaciones y de haber
convertido al EZLN en un interlocutor válido para cualquier tema y de haber
aceptado entregarles una virtual zona liberada en la región, cuando esa
negociación y esa hoguera de vanidades desatada incluso había ocasionado la
muerte de Luis Donaldo Colosio, el EZLN simplemente dijo que siempre no, y
el gobierno, debilitado y con elecciones encima, simplemente los dejó hacer.
Fue el principio del fin del salinismo que demostró que no tenía ni la
fuerza ni el poder ni el control que presumía.
En 1999 la estrategia política original desde el poder fue muy similar a la
de ahora: simplemente se ignoraron las señales y se pensó que se estaba
negociando con un movimiento que, en última instancia, se solucionaría
sentándose con la entonces jefa de gobierno del DF, Rosario Robles (ahora
con Andrés Manuel López Obrador) sin comprender, como tampoco lo
comprendieron ayer y hoy los perredistas, que ese movimiento estaba fuera de
su capacidad de control y que, para quienes lo encabezan, realmente ellos
son tan enemigos estratégicos como los priistas o los panistas. Se los
advirtió alguna vez Carlos Payán y les dio un ataque: se trata de una
izquierda polpotiana, intolerante, en realidad reaccionaria, pero nadie
quiso escucharlo. Luego de los fracasos iniciales en la UNAM se optó por el
desgaste: se perdió todo un año en ello, y cuando los dirigentes del CGH
estaban más aislados socialmente que nunca, un seis de febrero en la
madrugada llegó la PFP y sin dar un toletazo desalojó la Universidad. Pero
ahora no hay un año. La administración Fox no puede ni entregar todo como
Salinas, ni establecer un diálogo público ni una Conai con los dirigentes de
Atenco, ni “intercambiar prisioneros”, ni mucho menos cancelar el decreto
expropiatorio con lo cual cancelaría, al mismo tiempo, el principal proyecto
de obra pública del sexenio y se resignaría a no hacer una obra de
envergadura más en su gobierno. Y si opta por la vía del desgaste, no sólo
éste es mucho más complejo, porque no se trata de un espacio delimitado como
el campus de CU, sino porque ahora mismo se tendría que estar licitando el
plan maestro del nuevo aeropuerto: si todo se posterga un año (ya se perdió
casi otro año desde octubre que se anunció el proyecto hasta ahora), lo más
probable es que el nuevo aeropuerto esté condenado al fracaso o que, en el
mejor de los casos, lo termine inaugurando el sucesor de Vicente Fox en el
segundo año de su mandato.
De alguna forma es casi inevitable que el gobierno federal tenga que
intervenir, y lo tendrá que hacer relativamente rápido si no quiere ver
aumentar unos costos que ya son muy altos. La pregunta es cómo lo hará,
cuándo, en qué condiciones y qué vendrá después. Y por cierto, éste es un
nuevo llamado de atención sobre cómo se mantiene la gobernabilidad en el
país: porque hubo decenas de advertencias de que con Atenco pasaría
exactamente lo que sucedió: fueron primero los manifestantes con machetes en
el centro de la ciudad, los agravios directos en los medios al presidente
Fox, fueron los cohetones dirigidos en forma directa al palacio nacional;
unos días atrás, el intento de la toma del aeropuerto, y nadie hizo nada,
todo se dejó pasar y se dejó crecer. Y es que en el gobierno federal se
equivocan: la gobernabilidad de un país no tiene adjetivos, no es
democrática ni autoritaria, en todo caso los adjetivos describen el sistema
político en el que se ejerce esa gobernabilidad y ésta se define, se
percibe, por una sola cosa: la capacidad de las autoridades de prever los
acontecimientos y tener control sobre ellos. Que nadie se asombre o enoje si
después, en las propias encuestas de la Presidencia de la República, resulta
que casi siete de cada diez mexicanos consideran que el gobierno no tiene el
control, las riendas del país en sus manos.
ARCHIVOS RECUPERADOS
Dicen que, ante la crisis de Atenco, en el escritorio del presidente Fox
está, desde el viernes pasado, una carpeta con un proyecto alternativo que
tiene más de 30 años de antigüedad: remodelar el aeropuerto capitalino
actual, colocarle una tercera pista y darle unos años más de vida. Sería una
salida, pero no una solución.
|