El asalto a la razón - Carlos Marín
Pobreza: los gobiernos federales y de la capital se hacen bolas

De cara a las nuevas cifras de pobreza que por arte de la contradictoria metodología de una misma administración federal subió en los últimos cinco meses de 42 millones de personas a la estratosférica cifra de 56, al jefe de gobierno del Distrito Federal, Andrés Manuel López Obrador, le preguntaron ayer si en la capital del país ha crecido la miseria.

Respondió así:

“Independientemente del diagnóstico sobre la pobreza en el país y en la ciudad, lo que importa es la acción. ¿Para qué queremos diagnóstico? (...) Sí está bien el diagnóstico, pero lo más importante es atender a los pobres. ¿Para qué vamos a hacer un acto público, para mostrar nada más el diagnóstico? ¿Y dónde están las acciones? ¿Cómo se está combatiendo la pobreza? Eso es lo que debe de importarnos más”.

El gobernante se refería a la presentación que hizo el día anterior el Comité Técnico de Medición de la Pobreza, del que forman parte los titulares del gabinete social del presidente Vicente Fox.

Afortunadamente, lo que expresaba López Obrador no era desdén:

“En el caso de la ciudad, desde luego que tenemos un diagnóstico: sabemos dónde están las colonias con más pobreza; todo eso, desde el principio del gobierno, lo tenemos muy claro. Yo les puedo mostrar a ustedes (aludió a los reporteros que madrugan para conocer su pensamiento del día) todo el diagnóstico que tenemos sobre la pobreza en la ciudad, con la información más amplia, pero no sólo nos quedamos en eso; ésas son las bases para la acción”.

De otra manera, lo que quería decir es que el suyo es un gobierno que, a diferencia por lo visto del federal, además de hacer diagnósticos trabaja para aliviar las angustias de los pobres.

Y alardeó:

“Les puedo decir que estamos destinando diez mil millones de pesos al año para frenar el empobrecimiento en la ciudad: mil millones de dólares; se los voy a decir así como les gusta a los tecnócratas”.

A partir de ahí, López Obrador se desbordó y se puso a practicar, una vez más, incomprensibles rounds de sombra:

“En algunos casos, a nivel nacional, ni siquiera hay programas de gobierno; o sea, se frena si hay algún programa, si no existe programa, ¿cómo? y, además, si el modelo económico está produciendo desigualdad, es una fábrica de desigualdad, en donde sólo se beneficia a los de arriba y no se atiende a los de abajo, pues entonces no se va a poder detener”.
Y deslindó:
“Pero en el caso de la Ciudad de México, que quede muy claro, la principal prioridad del gobierno es la atención de los pobres, y no son palabras, no es retórica, no es demagogia. El presupuesto está orientado a ese propósito.

Le preguntaron si ha disminuido la pobreza en el Distrito Federal.

“Yo le diría que no ha avanzado. El propósito de nosotros es cuando menos frenar el empobrecimiento de la gente. Si logramos que mejoren los niveles de vida, extraordinario; pero cuando menos tenemos la obligación de frenar el empobrecimiento de la gente, y nunca se habían aplicado los programas que se están aplicando y no se aplican en otras partes, con todo respeto. Los programas que se aplican en la Ciudad de México, no se aplican en otras partes del país”.

Como puede verse, si se tomaran tal cual tanto las prolíficas cifras del gobierno federal como las hazañas del gobierno capitalino, el resultado sería muchísimo más desquiciante.

Véase si no:

La cifra de 56 millones de pobres que dio a conocer el Comité Técnico de Medición de la Pobreza del gobierno foxista supera en 14 millones a la que dio la secretaria de Desarrollo Social, Josefina Vázquez Mota, en febrero de este mismo año, en el Instituto Panamericano de Alta Dirección de Empresa (el Ipade).

Quien se imagine que los pobres de México tuvieron un ataque (desde luego epidémico) de arrebato sexual que llevó a la concepción, desarrollo del “producto” (como dicen los pediatras) y nacimiento de 14 millones de cincomesinos, es que ignoran el detalle de que lo que se hizo fue aplicar un método tradicionalmente rechazado en México, que mide también la “pobreza de patrimonio”, lo cual ha sido usual en las mediciones de la Comisión Económica Para América Latina y el Caribe (la Cepal).

De aceptarse la nueva cifra oficial del gobierno foxista y tomarse como verdad lo expresado por López Obrador, su gobierno ha conseguido el éxito inaudito de contener la pobreza, al grado de que ni siquiera toma en cuenta la parte proporcional de los recién incorporados 14 millones de pobres que corresponderían a la Ciudad de México.

--¿Qué hace falta para sacar a toda esa gente de la pobreza? –preguntaron los reporteros acerca de los que en la capital, pese a los esfuerzos de López Obrador, siguen padeciendo la miseria.

La respuesta es luminosa:

“Tener voluntad. No estarle dando dinero nada más a los banqueros. Eso es muy sencillo... es nada más definir cuál es la población objetivo preferente. Si se gobierna para los de arriba o se gobierna para los de abajo; si les vamos a estar dando 50 mil millones de pesos a los banqueros nada más por intereses del Fobaproa, año con año, del presupuesto público; si en lugar de ese dinero destinarlo a unos cuantos se destina a la mayoría de la gente, pues entonces sí podremos frenar la pobreza y entonces no nos quedaríamos nada más en el diagnóstico de que son 50 o 55 millones de pobres. Eso ya lo sabemos y esto también demuestra el fracaso de la política económica neoliberal”.

Vale la pena leer en cámara lenta el párrafo anterior:

¿De veras están “dándose” a “los banqueros” 50 mil millones de pesos al año? ¿Pues no fue acaso el Congreso de la Unión el que determinó que fue acertado rescatar la banca, pero no para “darle” dinero a los concesionarios, sino para que los usuarios de la misma pudieran recuperar sus ahorros y sus modestas inversiones?

No está de más recordar que el Fobaproa fue estudiado por una consultora canadiense contratada por el cuerpo legislativo y que las operaciones “reportables”, entre las que se cuentan las marrullerías delictivas de los banqueros, significaron el diez por ciento de un total aproximado de 700 mil millones de pesos, o sea: 70 mil millones.

Dicho de manera distinta: o del erario se pagaban cuando menos 630 mil millones, o todos los usuarios de la banca estarían padeciendo la pulverización de sus ahorros e inversiones.

¿De dónde saca López Obrador que 50 mil millones, únicamente de intereses, están “dándose” a “los banqueros? ¿Y de dónde le habrá surgido la idea de que con esa miseria puede redimirse a los pobres del país de su lamentable condición?

Una vez más, en materia de cifras y de claridades, los extremos representados por Vicente Fox y Andrés Manuel López Obrador coinciden plenamente... en hacerse bolas.

cmarin@milenio.com

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