¡Y llegó El Papa! ¿De que otro tema podría hablar hoy, si en todos los medios solo se transmite la visita del pontífice a nuestro país? Las imágenes hablaron y vaya que sí, me sorprendieron y me provocaron diversas sensaciones, me volvieron a rondar diversos cuestionamientos, confirmé muchas actitudes y sobre todo me sorprendió el manejo de este acontecimiento por parte de los medios y las reacciones de la gente, así como la situación actual del personaje principal de esta historia, aunque interpreto de diferentes formas el accionar de todos los participantes. Los medios. Unos mucho, unos poco, pero todos tropiezan en su deseo de obtener la mejor nota, toma o simplemente para mantener a la audiencia en su canal de televisión o estación de radio, caen en el abuso de frases y referencias históricas, abusan de las exaltaciones y adulaciones hacia la figura papal, y no es que el hombre no las merezca, pero los locutores terminan repitiendo lo mismo, fechas o hechos, hasta cinco o seis veces. Ante la imposibilidad de cubrir, por ejemplo, el tiempo de traslado desde el aeropuerto hasta la nunciatura, se concretan a resaltar una y otra vez la valla de personas en el recorrido y la felicidad y el saludo del Papa. Queda demostrado que no hay mucha capacidad en nuestros cronistas para hacerse cargo de este tipo de eventos. La iglesia. Como dije ayer, son los dueños del espectáculo en este momento y el cardenal Norberto Rivera ha disfrutado ser el centro de atención durante los días previos al comienzo de esta visita; el señor se ha comportado como un divo - si es que existe el término -, pavoneándose, negando entrevistas o concediéndolas a medios seleccionados – principalmente extranjeros -. Don Norberto parece tratar, además, de ganar votos ante su nominación como “papable”, no obstante que sus oportunidades son mínimas. La iglesia católica como institución recibe con esta visita un impulso que le hacía falta ante el empuje que han presentado los últimos años las iglesias “de la competencia”, apoyadas también por la enorme desilusión de los creyentes ante actitudes elitístas de sus representantes – como Onésimo Cepeda y el mismo Rivera- y poco apegadas a los principios fundamentales que la institución marca. Esto no es nuevo, porque una de las funciones del Papa es visitar países que están sufriendo bajas de creyentes para lograr que la iglesia católica se fortalezca en determinado momento. El pueblo de México. No tengo la menor duda de lo que esta visita significa para muchísima gente en nuestro país, pero ni de accidente me podrán convencer de que toda esa gente que cubrió la ruta del Papa desde el aeropuerto hasta la nunciatura y que también estará presente en el resto de sus recorridos son fervientes católicos. Cierto que acamparon para guardar su lugar, tal y como muchas personas acamparon afuera de las taquillas de boletos para ver a Britney Spears y a Metallica – en este último caso hasta por tres días -, cierto que corearon al Papa, aunque no de diferente manera a como lo hacían cada semana a Raúl Velasco en Siempre en Domingo o a Facundo en Big Brother, en fin, estos comentarios son sin afán de ofender a los verdaderos creyentes, pero la verdad es que mas que fieles católicos, somos un pueblo mitotero, que le gusta la fiesta, asistir a los eventos no por el interés el mismo propiamente, sino para decir “estuve ahí”. A mucha gente presente en el lugar le da lo mismo ir a cantarle al Papa que pararse en el Ángel ante un triunfo de la selección, en ambos casos ven una cámara y procuran hacer hasta lo imposible para que los enfoquen, para que la familia y los amigos los vean que están en el lugar de los hechos y que están participando activa y entusiastamente. ¿Cuántas personas cree usted, lector, que llevan una vida realmente apegada a los principios que la iglesia católica marca? Yo creo que muy pocos. El fin de semana volverán a sus actividades en el bar, el antro, con el amante o con la violencia intrafamiliar, eso si, durante tres días habrán sido “perfectos creyentes”. Una felicitación para las personas que asistieron o asistirán a los actos y que realmente lo sienten, lo disfrutan y lo practican convencidamente como parte de su vida, no como un instante de moda; para ustedes es un momento que deben disfrutar enormemente y que les significa muchísimo. El Papa. Sigo en el convencimiento de que se ha caído en el abuso. Ya las imágenes desde Canadá y Guatemala mostraban a un hombre cansado, agotado y muy afectado por sus males de salud. El señor puede declarar que se siente joven, pero pocos pueden imaginar todas las molestias e incomodidades que tiene que soportar por parte de su propio cuerpo. Le es imposible subir y bajar una escalera, camina no solo ayudado por un bastón, sino por dos ayudantes, muestra una media parálisis facial, no puede controlar el Parkinson en su mano izquierda, la cabeza la tiene ladeada y se soba continuamente la frente, en varios pasajes de sus lecturas no puede pronunciar con mediana claridad, babea constantemente de manera lastimosa, como lastimoso fue el momento en que quiso levantarse cuando interpretaban el Himno Nacional Mexicano y cayó nuevamente a su asiento. Cierto que el representa a un hombre que sufrió hasta su muerte, que acepto todos los castigos que se le impusieron, pero estamos en una situación diferente. Es verdad que estamos hablando de uno de los hombres mas importantes de este siglo – si no es que el más importante -, que es admirable que viaje en estas condiciones, pero aquí es donde me pregunto: ¿No se está cayendo en una especie de egoísmo al hacer que este anciano, fatigado ya de su actividad por muchas décadas, tenga que seguir haciendo presentaciones con el fin de que nos venga a bendecir personalmente o a beatificar a un indígena de muy dudosa existencia o simplemente a darnos el gusto de verlo? ¿No sería mas noble por parte de los creyentes y de los mismos dirigentes del Vaticano – aunque de estos últimos es mucho pedir – que se le dejara descansar sus últimos días en la paz y tranquilidad de algún centro de reposo? ¿Qué diferencia hubiese hecho el que la beatificación de Guatemala y México, así como su discurso en Canadá se llevara a cabo vía satélite? ¿Le quitaría importancia al acto? Claro que no, pero los tres países y la iglesia católica perderían la enorme derrama económica que una visita papal representa, así que en esta balanza poco importa la salud de un hombre, total, no pasará mucho tiempo después de su muerte para que lo hagan santo. Ya veremos que más nos trae esta visita en los próximos días. Mañana Juan Diego se vuelve santo. Y les subrayo que todo lo anterior es mi muy personal punto de vista. |