La Visión de Hoy

Hace un año que yo tuve una ilusión...

Esta frase se está mencionando mucho en estos días al cumplirse el primer año de gobierno de Vicente Fox.  Tanto los partidos de oposición como buena parte de la población se manifiestan decepcionados por la falta de logros del primer gobierno de origen no priísta en nuestro país, pero ¿Realmente México estaría en mejores condiciones con otro gobierno?  Este servidor piensa que no.

Yo voté por Fox, pero no soy foxista.  En 1988 voté por Cárdenas y en el 94 por Cecilia Soto, siempre buscando “el voto útil” pero también tratando de escoger al mejor candidato a mi parecer.  El año pasado no encontré mejor opción, Fox era el menos malo de los tres candidatos (¿había más?) y el que a fin de cuentas logró lo que parecía imposible: Sacar al PRI de Los Pinos.  ¿Qué habría pasado si no hubiese ganado Fox?  Me imagino dos Méxicos:

El México de Labastida.  Si el PRI hubiese ganado la elección presidencial no habría cambios sustanciales.  El gabinete estaría conformado por la mismas caras de siempre, los mismos personajes que sexenio tras sexenio tan solo intercambian posiciones, algún personaje que sale de su ambiente sombrío para iniciar carrera en los estelares de la política, les apuesto que hasta Madrazo tendría un lugar importante (¿Gobernación?) con todo y la molestia de Labastida.  La devaluación habría llegado rápidamente, ya la fuga de capitales hubiese sido inmediata, lo que permitiría a Estados Unidos solventar el problema a cambio del entreguismo acostumbrado.  Las promesas de cambio serían cosa histórica, además, el PRI retomaría posiciones y habría ganado Tabasco en una sola elección y sin aceptar cuestionamiento alguno.  La guerrilla (¿?) zapatísta y los demás ejércitos clandestinos tendrían constantes enfrentamientos con el ejercito, aun cuando el gobierno federal no reconocería la existencia de estos hechos.  La imagen de nuestro presidente sería lastimera, con salidas al extranjero en donde no generaría la confianza de nadie y es que sus discursos no serían claros.  La primera dama, habiendo visto su comportamiento en la campaña, seguiría la tradición de ser Directora del DIF, además de aprovechar la ocasión para tener el lucimiento que jamás había disfrutado.  Los programas de gobierno seguirían siendo utilizados para apoyar al partidazo y los presupuestos estatales se diferenciarían de acuerdo al partido en gobernante en la entidad.  La democracia sufriría un grave retroceso, ya que Labastida y el PRI no permitirían que les volvieran a mover el tapete como en la última elección que habrían ganado de suerte, así que la nueva estrategia sería retomar en la medida de lo posible el control de los medios y la colocación en puestos claves de diversos personajes que cuidarían que no se perjudicara la imagen del gobierno.  Labastida, dada su falta de carácter, sería un presidente manejable que caería fácilmente en el juego de las gentes acostumbradas a servirse del poder para sus particulares fines y la falta de gobernabilidad sería evidente.  Los salarios seguirían en una rápida espiral descendente y los despidos serían masivos, la falta de inversión y la influencia del extranjero terminarían por romper el boceto de futuro que alguna vez Labastida dibujó para sus gobernados y terminaríamos recibiendo las excusas y explicaciones de siempre, prometiéndonos el cambio para mejor ocasión.

El México de Cuauhtemcc Cárdenas.  ¡Por fin lo habría logrado, el sueño acariciado durante toda su vida y por el que luchó los últimos 12 años se cumplía!  El resultado electoral no generaría una fuga total de capitales inmediata, aunque sí de manera escalonada.  Desgraciadamente las cosas no pintarían bien.  La cena de negros entre los diferentes grupos del PRD por las posiciones del gabinete ocasionarían una imagen de descontrol pública (ya ven que no son muy discretos).  Cuando finalmente el gabinete esté armado, la primer mala señal sería ver como nuevo procurador a Samuel del Villar y en gobernación a Rosario Robles (con comerciales en los que participaría ante el alegre dicho “para un gran país, grandes acciones”).  La situación seguiría preocupando a la población cuando viesen a Martí Batrés, Carlos Imaz, y Jesús Ortega en otras posiciones.  Gertz Manero estaría incluido también ante el disgusto de Don Samuel, quien no tendría problemas en resolver múltiples casos rápidamente, aun cuando no tuviese fehacientes pruebas contra los acusados (¿Qué quieren, rapidez o exactitud?).  La inversión extranjera sería nula, ante la ideología de México para los mexicanos y PEMEX es nuestro.  La guerrilla tendría gran actividad en este gobierno, exigiendo más que posiciones, el control de sus territorios de acción, en una nueva clase de caciquismo justiciero.  Los ambulantes tendrían su parte como pago al apoyo en campaña así como los intelectuales izquierdistas (¿Loaeza?), haciéndose los primeros del control de la calle y los segundos de posiciones de asesoría para el nuevo gobierno (y todavía faltarían las organizaciones “sociales”).  El país caería en un descontrol y nuestro presidente solo atinaría a decir (en uno de esos raros momentos en que contesta lo que se le pregunta) que el no sabía que el país estaba tan mal y que todo es consecuencia del régimen anterior, mientras disfruta de su casa de la infancia y sus subalternos tratan de hacer de cada dependencia su propio su reino particular.  Cabe hacer la aclaración que el peje de gobierno estaría en pleito constante con cualquiera de los dos regímenes.

De ninguna forma creo que Fox sea el mejor presidente de la historia ni que su primer año de gobierno ha sido una maravilla.  Creo que por un lado tuvo mala suerte de encontrarse con un país norteamericano en recesión, situación que se agravó con los actos terroristas de todos conocidos, lo cual vino a afectar mucho a nuestro país, por otro lado, Fox está aprendiendo de manera difícil que gobernar a este país es complicado y más aun siendo una persona que no se hizo en la política y me refiero a que tiene menos de 15 años de ser panista, su formación es diferente a lo que estábamos acostumbrados.  Su forma de ser le ha creado demasiadas críticas, el no saber comportarse, cuando cerrar la boca o tener presentes datos correctos en eventos donde participa ha propiciado que los medios resalten muchos descalabros, desde el “toallagate” hasta las botas de charol, pero al menos sus modos y los rostros del gabinete son nuevos, hay expectativas, no es pan con lo mismo.  Los logros en este año son escasos y se le tiene que criticar y exigirle que cumpla, porque hay promesas y compromisos establecidos, pero también hay que dar la justa dimensión a las cosas, digo, quien pensó que la paz en Chiapas se arreglaría en quince minutos pecó de inocente, porque eso sí, en las campañas presidenciales de todo el mundo se hacen promesas poco menos que increíbles, por eso es necesario que el elector conozca su realidad y elija a sabiendas de cuales son las acciones que son realmente realizables. 

Me gusta pensar (y hasta hoy no veo el porqué no) que vamos en buen camino, más lento de lo que pensábamos, cierto, pero el país hasta hoy está económicamente estable, hay apertura social y en los medios y el presidente cuenta todavía con la confianza de gran parte de la población, así que su compromiso es no defraudar a los que confiaron en él.  Hay que exigirle y darle tiempo, sabiendo que él tampoco estará tan tranquilo, después de todo ya terminó la pesadilla, esa en la que teníamos que seguir comiendo en el mismo lugar aunque la comida fuera espantosa; hoy si la comida no nos gusta, sabemos que podemos cambiar de restaurante, no sin antes despedir al chef.  A sabiendas de cómo estamos hasta hoy, si mañana fuese la elección presidencial con los mismos tres candidatos, volvería a votar por Fox. 

Pero como es costumbre, este es mi particular punto de vista.