El papelazo olímpico de México.

 

Hay personas que me dicen que debería estar acostumbrado, que en realidad México nunca ha sido una potencia deportiva y quizás tengan razón, pero la verdad es que, aunque a veces no se reconozca, siempre se tiene la leve esperanza de que las sorpresas lleguen y en esta ocasión la participación de nuestros atletas en los juegos olímpicos de Atenas de verdad que nos han dado sorpresaspero para mal.  Solo nos falta perder en canicas, porque en el resto de las actividades se ha enseñado el cobre y si no, veamos un rápido resumen.

 

Siendo un país en donde el deporte nacional es el fútbol soccer, el primer refugio de nuestras ilusiones siempre es la selección varonil de este deporte, que miren que aunque nos haya decepcionado veinte mil veces, no sé porqué extraño misticismo se le sigue teniendo fe, como a aquel marido alcohólico que ha golpeado a la esposa por diez años y que no obstante siempre se le cree cuando promete cambiar y dejar el vicio.  Pues nuestro equipo tricolor inició su participación empatando con esa potencia futbolística que es…Mali¡¿Dónde demonios está Mali?!  No me malinterprete, querido lector, pero creo que ahí aun juegan con cocos y los tipos no ganan ni de broma los altos sueldos que se pagan aquí, y sin embargo, sacó el empate.  A continuación se perdió con otro súper equipo: Corea del Sur.  Y la cereza del pastel fue el triunfo angustioso ante los anfitriones griegos, lo que dejo a la canasta de las ilusiones fuera de la competencia.  Los jugadores fueron devueltos a dar la cara a la población y a los medios –recibiendo abucheos y mentadas de madre-, mientras que el director técnico y los directivos prefirieron quedarse en el extranjero hasta que el coraje amaine.  Y empezábamos.

 

En la gimnasia, una chistoreta tipa, con el pelo pintado de rubio, muy subida de edad y de carnes –en comparación con las atletas favoritas- hacía ejercicios en el caballo cual equilibrista en el Circo Atayde, para después, en los ejercicios sobre piso, primero se sale del área de ejercicio, luego se cae y después en una segunda caída, se lesiona, pero los locutores de inmediato la compadecen y la justifican.  En el boxeo olímpico, competencia en el que se usa un protector facial, a un mexicano lo cortan (¡!) y a otro ¡lo noquean!  ¡Madre mía!  Díganme si eso no sorprende.  ¿De donde sacan a estos competidores?

 

La prueba de velocidad en bicicleta nos mostró a una atleta paisana que perdió a la primera y quedó muy lejos de hacer una verdadera competencia, sin embargo, la tipa estaba sonriente y feliz porque “di mi máximo”, y digo yo, ¿no puede irse a dar el máximo a Xochimilco en lugar de Atenas?  Sale más barato.  No hablemos de los nadadores, los maratonistas y el equipo de remo porque puras penas, al igual que con un esgrimísta que fue ¡descalificado!  ¿Pues que no saben ni las reglas de su disciplina?  Un arquero mexicano encabezaba un clasificatorio, no aguantó la presión y erró feamente su último tiro y quedó fuera.  Y por si faltara algo, las competidoras mexicanas de voleibol de playa fueron derrotadas por China.  Esto ya calienta.

 

¿Qué mala bestia establece los requisitos mínimos para asistir a una competencia internacional?¿Por qué se envía a estos eventos a deportistas que no tiene posibilidades de competir, ya no de ganar?  ¿Por qué no se entiende que no importa ser el mejor mexicano en una disciplina, si no tiene la capacidad de competir con los mejores, no tiene caso presentarlo a que haga el ridículo, sin comentar los gastos que esto significa?  Una delegación de cien, doscientos o trescientos atletas, para una medalla –segura, la de Ana Guevara, aunque no es un hecho que sea de oro-, como que nos sale muy caro.  Mejor con ese dinero les compramos sus medallitas balines, el país ahorra una lana y los atletas evitan la vergüenza.

 

Los directivos tienen que dar la cara, tendrán que presentarse varias renuncias si es que les queda algo de dignidad, tendrá que acabarse con mafias como la de Mario Vázquez Raña y su parapeto, Felipe “El tibio” Muñoz, que en tantos y tantos años solo se han enriquecido a costa de programas balines y apoyos que solo benefician a sus apadrinados en lugar de apoyar a personajes que verdaderamente lo merecerían.  En Michoacán conocí a un indígena que tenía una forma sorprendente de remar; estudiaba hace un par de años en una escuela técnica del estado y el director del plantel estaba haciendo lo imposible por conseguir patrocinios que la CODEME y el COM le negaron.  Y como ese caso, miles.  Este es un mal muy mexicano, que nos ha dejado también la muy mexicana costumbre de la derrota, la mediocridad y la justificación y comprensión para estos inútiles en lugar de enseñarnos a exigir resultados.  Lo que ganan no es poca cosa, para una medallita en la que ellos ni siquiera invirtieron.  ¡Qué papelón!

 

Comunicación: fj@lavisiondelciudadano.com

Regresar al inicio de la página