La piratería, un juego de más de dos (Primera de dos partes).

 

No estoy a favor de la piratería.  De hecho fui una persona que se resistió durante más de diez años a adquirir artículos piratas, concretamente casetes –de lo primero que salió en ese mercado por fines de los 80´s-, CDs y películas, porque a la ropa y otros artículos de plano sigo sin entrarle-, pero finalmente cedí a las tentaciones y soy parte de esa cadena de ilegalidad que conlleva esta actividad y soy por tanto parte de lo que es el funcionamiento de esa actividad ilícita, lo que no me llena de orgullo pero tampoco me mortifica gran cosa.  Es fácil pedir que no se compre un artículo pirata, pero la verdad es que los fabricantes del producto original a veces no ayudan gran cosa.  Voy a hablar del campo que conozco, la música, y que conste que no quiero enaltecer la actividad, pero si llegar a entender el fenómeno y proponer algunas alternativas.

 

Como mencioné, durante años me opuse a entrar a esa cadena de consumo hasta que me vi prácticamente obligado en muchos aspectos, aunque el principal fue, como siempre, el económico y es que, dígame usted querido lector, si usted sigue negándose a comprar CDs piratas en espera de un incentivo por parte de las compañías disqueras y en cambio se encuentra con que el disco original en lugar de bajar su precio sube exageradamente, ¿Qué se debe hacer?  Ejemplo:  Sale el nuevo disco de, digamos, Gary Moore y cuesta $250.00 pesos (unos 25 dólares), el nuevo de Luis Miguel, $200.00 (20 dólares) o algún álbum viejo de The Beatles en $160.00 (16 dólares), cuando en el mercado pirata todos cuestan entre $10.00 y $20.00 pesos, o sea 1 o 2 dólares.  Esa puede ser una buena causa para comprar el producto ilegal, pero hay más.  Generalmente el disco pirata lo atiborran al máximo de canciones, mientras que el original trae 12, 10 o menos temas. 

 

Ahora otro punto, el disco limpio, grabable, cuesta en el mercado unos $ 7.00 pesos al público, luego entonces las compañías disqueras adquieren el disco limpio en mayoreo a $1.50 o $2.00 pesos, así que por favor, que alguien me explique como un disco de $ 2.00 pesos llega a las tiendas en $200.00 pesos o más.  Obvia respuestas de las casas grabadoras: “Hay gastos de producción, estudio, músicos, fotografías, realización de videos, publicidad, etc.”  Cierto, pero yo, como consumidor, sigo sin entender el desorbitado aumento.  Además las copias piratas se escuchan igual y en muchos casos vienen con la presentación igual al original, con letras, fotos y todo eso.

 

Para los DVDs el caso es similar.  Hace poco tiempo encontré el producto pirata del espectáculo de danza de Michael Flatley en $100.00 pesos.  Claro que lo compré, porque en los últimos tres años esperé inútilmente que bajara el precio del original, que a la fecha sigue subiendo y está en más de $400.00 pesos.  Es el original, lo sé, pero es la misma lógica que para el CD de música.  Un producto que argumenten los fabricantes todo lo que quieran, es exageradamente caro para una persona común, no digamos inalcanzable, pero si bastante limitativo a las buenas intenciones del consumidor.

 

¿Qué se puede hacer?  ¿A caso la batalla contra la piratería está perdida?  No lo creo, pero tampoco me parece ya una batalla, más bien puedo apreciar la existencia de dos mercados en paralelo que ya tienen su clientela y que finalmente deben competir, el mercado original en una obvia desventaja, pero la realidad es que tienen opciones para poco a poco disminuir el consumo ilegal y de fomentar la adquisición de productos originales, pero ¡por favor!  No en base a choros de “compre lo original porque son nuestros empleos” o “lo barato cuesta caro” y “lo pirata daña tus aparatos”, sino con una visión auténticamente comercial, sin por esto descuidar la presión sobre las autoridades para que ataquen el mercado pirata desde su trinchera.  En la próxima entrega hablaré de las alternativas que encuentro en esta carrera parejera bastante dispareja, para que vean que no solo criticamos o justificamos, sino también colaboramos.

 

Comunicación: fj@lavisiondelciudadano.com

Regresar al inicio de la página