Desde la semana pasada, un grupo de estudiantes del posgrado sacaron a la luz pública los problemas internos que enfrentan, incluso acudieron ya en dos ocasiones a la sede del gobierno capitalino para exigir la destitución del rector, aunque las autoridades capitalinas les han explicado que no pueden intervenir, porque respetan la autonomía de la institución.


Encabezados por Abelardo Villafana, alumnos del Posgrado en Humanidades y Ciencias Sociales denunciaron diversas irregularidades, como el abandono del proyecto educativo, el despido injustificado de profesores y la práctica del “chambismo” entre la planta académica.


La Universidad de la Ciudad de México, argumentan los alumnos, vive un “vacío de poder” y una carencia de “control interno”, así como a “infiltración de intereses ajenos a la universidad”.


Acusan a Manuel Pérez Rocha de ser “incapaz” y “banal, amén de pretender “dirigir este proyecto educativo hacia los esquemas neoliberales que han destruido otras instituciones educativas y las han convertido en modelos elitistas”.


Los jóvenes también argumentan el rector pretende modificar el programa de estudios del cuarto semestre de ese posgrado, lo cual “va en detrimento de la calidad académica de este proyecto”. Por ello, denuncian un “fraude educativo en contra de quienes confiaron en la solvencia ética y política del gobierno y atendieron a la convocatoria de participar en planes de maestría y doctorado”.


En los volantes que han comenzado a distribuir, los alumnos advierten que es necesario proteger un proyecto educativo como el de la Universidad de la Ciudad de México, sobre todo en estos momentos en que la falta de espacios educativos genera depresión y angustia entre la juventud.


Los inconformes denuncian también que la modificación en el programa del cuarto semestre implicó el despido de los maestros Estela Quintanar, Hugo Zemelman y Gerardo Hernández, con lo cual el rector intenta imponer un sistema tradicional positivista.


Argumentan que Manuel Pérez Rocha violó el artículo 11 del decreto de creación de la Universidad, pues realizó estos cambios de manera unilateral, cuando este tipo de acciones deben surgir de un consejo interno con representantes estudiantiles y académicos, pero este órgano de decisión no fue convocado.
Considerada como uno de los puntales del proyecto de gobierno de izquierda de Andrés Manuel López Obrador, la fundación de Universidad de la Ciudad de México fue una de las primeras acciones emprendidas por su administración.


Sus actividades iniciaron en el segundo semestre del 2001 y a la fecha, de acuerdo con las cifras que el propio rector Manuel Pérez Rocha ha difundido, cuenta con una matrícula de mil 258 alumnos, quienes generan una inversión promedio anual de 28 mil pesos.


Las expectativas oficiales establecen que a partir del este año podría atender a tres mil alumnos en sus ocho programas de licenciatura: ciencia política y administración urbana; comunicación y cultura; filosofía; historia y sociedad contemporánea; desarrollo y promoción de la salud; ingeniería en sistemas de transporte urbano; ingeniería en sistemas eléctricos e industriales e ingeniería en sistemas electrónicos y telecomunicaciones.


La meta del gobierno capitalino, informó Andrés Manuel López Obrador, es llegar a una matrícula de 10 mil alumnos.


Polémica. Aunque la decisión de fundar la Universidad de la Ciudad de México despertó una polémica entre los especialistas en educación superior, porque el grueso de la demanda de ingreso a la enseñanza media superior y superior proviene de los municipios conurbados y no del Distrito Federal, como lo comprueban las estadísticas de ingreso de la UNAM, la UAM y el IPN, el jefe de gobierno argumentó que la juventud requiere de más espacios educativos.


Superada esta primera fase de las críticas en contra, el modelo educativo y el esquema de selección también fue un punto de polémica.


Mientras todas las instituciones educativas del país trabajan en esquemas de evaluación externa y en mecanismos de ingreso rigurosos para garantizar que estos espacios educativos sean aprovechados por quienes tienen la vocación de estudio y se garantice un servicio de calidad, la Universidad de la Ciudad de México ofrece un modelo diferente.


Para ingresar los aspirantes participan en un sorteo; es decir, no hay un examen de ingreso; además, el rector dejó en claro que sus resultados académicos no serán evaluados por organismos como el Ceneval, sino por la propia sociedad que verá la excelencia de sus egresados en el trabajo.
 

 

 

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