En una plática sobre mis comentarios se me explicaba que lo que los electores hicieron con esta composición es un equilibrio de poderes y también una muestra de la sabiduría popular porque “el pueblo nunca se equivoca” –y sí, esa es una frase del peje que muchos de sus fans han adoptado-; yo tengo otra óptica.  Me parece que es una muestra de ignorancia, de desconocimiento del funcionamiento de los tres poderes de la Unión y esto a su vez, desembocó en una indecisión que se expresó en las urnas.  En el mejor de los casos, los menos, mucho menos, los electores realmente trataron de hacer un contrapeso y esto es una muestra de inocencia

Para mí, el hecho de votar por un partido en la presidencia y por otro en el Congreso es una total ignorancia y una excesiva inocencia.  Los electores no tienen idea de cómo funciona nuestra naciente democracia y si la tienen, parece que no conocen a los partidos políticos de México.  De entrada, el tener dos poderes de partidos diferentes propicia una diferencia de opiniones salvable en el mejor de los casos u obstaculizante, como sucede en México.  La repartición de poderes es funcional y hace un verdadero equilibrio cuando los representantes elegidos anteponen el interés del país al interés de sus organismos políticos o a su imagen ante la gente, se toman las decisiones necesarias no obstantes que no sean de aceptación popular de primera mano.  En otros países no importa de donde vienen las propuestas ni las modificaciones, si son en bien del país que representan, se aceptan o se rechazan, pero con un análisis serio de por medio, pero en nuestro país no sucede aquí.   

Precisamente el hecho de que tengamos por primera vez –le guste o no al PRI- un gobierno libre con una oposición libre, ha propiciado el efecto del perro de azotea, aquel pobre animal que en su vida ha salido de su casa y que cuando sale a la calle corre desaforadamente tratando de disfrutar esa libertad de la que no gozaba y ese estado eufórico lo pone en peligro al ignorar los peligros por esa adrenalina que está soltando; es después de varias salidas que el perro comienza a valorar los beneficios y los riesgos de su nuevo estado.  Los poderes y los ciudadanos de México en general estamos viviendo hoy día ese estado de euforia, estamos desmedidos, abusando inclusive de nuestra libertad.  No estamos observando las opciones que tenemos porque queremos absorber esta libertad al máximo

En estos momentos no existe la madurez entre las partes, entre nuestro poder ejecutivo y legislativo.  Los partidos no evalúan las propuestas del ejecutivo con la sangre fría, la oposición las rechaza casi mecánicamente, el PAN apoya a ciegas y el ejecutivo hace berrinche en lugar de dialogar.  Los partidos y sus representantes no valoran los beneficios y perjuicios de una propuesta sino que se van a la captura de votos mostrándole al pueblo que ellos quieren un mayor gasto social y menos impuestos, algo que nada más no funciona pero que les gana la simpatía del público.  Será hasta que pasen los años –y nuestro estado de euforia- cuando los representantes de los electores comiencen a trabajar con seriedad y la cabeza fría, mientras tanto tenemos el teatro patético del que hemos comentado los últimos años. 

Ahora bien, los electores, los marchístas y los ciudadanos en general somos en muy buena parte ignorantes e inocentemente confiados.  Las personas en su mayoría van a la bola, pero quisiera saber, como lo he dicho mil veces, el porcentaje de personas en una marcha que puede explicar contra que o a favor de que están manifestándose.  Saben el título de la marcha o evento, pero no el detalle, si es real o si es una mentira.  Los lleva su sindicato o su párroco o el tipo que sale en la tele.  Eso por un lado.  Somos ignorantemente conchudos porque votamos por partidos –que a veces ni conocemos- y no por personas, además que lo hacemos bajo criterios fuera de lugar.  Votas por el candidato que es guapo, que hace buenos promocionales, que trajo al mitin a “La Sonora Dinamita” o el que conoces –aunque desconozcas su historial en la política o como representante popular y creemos en promesas que son falsas a simple vista, pero nos cegamos y nos convencemos una vez más – no obstante tanta evidencia a través del tiempo- que los milagros en la política existen; a fin de cuentas, si pienso que el 20% de los electores de cualquier Distrito en el país saben quien es su representante, me parece un porcentaje altísimo

Es así que tenemos que decidir muy bien a quienes estamos poniendo a decidir nuestro destino, pero tenemos que comenzar por nosotros mismos, por interesarnos más en lo que nos conviene seriamente, no solo en lo que nos gustaría pero que no es viable –no pagar impuestos y tener servicios de primera es un ideal-, ser realistas pues.  Si nuestros representantes deben de tomar las mejores opciones de cada propuesta que en relación a un tema se ponga sobre la mesa, nosotros como ciudadanos debemos ser realistas y analizar, al menos con lógica, lo que nos conviene.  La orientación de los expertos y la asesoría de los medios son buenos principios, pero lo mejor es informarnos bien sobre las opciones que tiene el país para apoyarlas o rechazarlas, pero no porque lo dice un partido, un político, un senador o un columnista, sino porque las conocemos bien –sin ser expertos- y sabemos a que lado, de manera personal, queremos ir.  El pueblo sí puede equivocarse, por ignorantes o por inocentes, pero nadie es infalible; la sabiduría popular, sin la información necesaria se convierte en charlatanería.

Comunicación: fj@lavisiondelciudadano.com

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