La ciudad de Morelia se encuentra –para quien no lo sepa- a unas cuatro horas de la Ciudad de México y tres horas antes de llegar a Guadalajara en viaje terrestre.  Me encontré con una ciudad que mantiene su aire de época, ya que afortunadamente buena parte de sus edificios conservan su arquitectura de principios de siglo.  El centro de la ciudad me resultó especialmente llamativo porque en dichos edificios e inclusive coladeras, se han colocado reflectores que resaltan y dan vista a estas edificaciones durante la noche, entre las que se incluye un acueducto.  Afortunadamente todavía se puede encontrar un aire provinciano, con una población bastante amable y sin la saturación de autos y las prisas que uno ya encuentra en el DF, el Estado de México, Guadalajara o Monterrey.

 

Desgraciadamente hay modas que están alcanzando a nuestra provincia y uno de ellos es la de las manifestaciones y las protestas mediante plantones; en esta ocasión y frente a la Catedral se encontraba un grupo de manifestantes de la organización priísta Antorcha Campesina –reacuérdese que en Michoacán gobierna el tercero de la estirpe Cardenísta, Lázaro Cárdenas Batel, de extracción perredísta, si el gobierno fuese priísta, seguramente se plantarían los del Francisco Villa-, acusando al gobierno de represor y de hacer oídos sordos a sus demandas –lo de siempre, la cosa es obstaculizar a los gobernantes-, mientras que al otro lado de la avenida los restaurantes al aire libre que se encuentran en los portales albergaban a turistas que se daban vuelo “admirando” este comportamiento –esto no se ve en el primer mundo-.  Lo que si logró, al menos momentáneamente el actual gobierno michoacano es retirar a los ambulantes, al menos de la zona centro de la ciudad que es donde pasé la mayor parte de mi tiempo.

 

Un detalle curioso es que durante mi estancia de varios días en esa ciudad, nunca encontré un solo periódico capitalino, llámese Milenio, Reforma, Jornada, Crónica o al menos La Prensa –y eso que es el diario oficial de los boleros-, pero eso sí, había al menos seis ediciones locales o de las denominadas “del bajío” de diarios que me resultaban poco menos que desconocidos.  El personal del hotel Plaza Morelos, en donde me hospedé, tuvo a bien conseguirme un diario, me parece que El Michoacano, que se dedicaba íntegramente a rendir pleitesía al gobierno local, lo que por otro lado me pareció bastante divertido, y digo divertido porque tuve oportunidad  de platicar con los asistentes al curso durante las comidas –todos residentes o nacidos en el estado- y la opinión de sus autoridades es bastante diferente a lo que dicho diario expresaba.

 

Aparentemente el respeto de los michoacanos –y ya no tanto- es para el conocido “tata” Lázaro Cárdenas, pero el gobierno de Cuauhtemoc Cárdenas es recordado por su impunidad y encumbramiento de personas no gratas, de hecho, una persona lo definió como “un gobierno clásico del PRI”; por lo que toca al actual mandatario, el nieto del “tata”, se critica que su equipo de trabajo es en gran parte, personal que trabajó con su padre durante su administración, me comentaron que todos saben que “el verdadero gobernador” es Don Cuauhtemoc, y lo que unificó los criterios es la opinión de que Cárdenas Batel hizo su campaña apoyado por diversas “organizaciones sociales”, lo que al momento de su triunfo desembocó en que muchas personas que se encuentran en puestos de autoridad en el actual gobierno tienen, como único antecedente curricular, haber sido “líderes sociales” y organizadores de marchas y plantones.  Nada anormal, sabedores ya del manejo del PRD.

 

Por último y como importante observación a todos los mexicanos.  Durante el trayecto tanto de ida como de regreso, trayecto realizado por tierra, me encontré con algo que es de dar vergüenza y ponernos a pensar.  Como siempre, los conductores nos encontramos con indicaciones en la autopista, la primera y que más comúnmente es ignorada es la del límite de velocidad.  Este servidor circulo a la velocidad máxima establecida en cada tramo –y no me las doy de respetuoso, pero el experimento era interesante- y todo el tiempo fui rebasado y hasta insultado por casi la totalidad de los automovilistas que me pasaban velozmente con singular alegría y hasta perderse de vista.  El resto de los avisos eran patéticos: “Utilice el cinturón de seguridad”. “Respete las señales”.  “No tire basura”.  “No ponga piedras en la carretera” (¡!). 

 

¿Nos tienen que sugerir que respetemos las señales?  ¡Eso debería ser una lógica de la cultura general! ¿Qué clase de personas somos los mexicanos, que se nos tiene que estar indicando no tirar basura cada determinado números de kilómetros?  Lo que es peor, ¿qué clase de mala bestia pone piedras en la carretera –a menos que sea un secuestrador-?  ¡Y más!  ¿Cuantas malas bestias deben haber sido descubiertas poniendo piedras en la carretera para que se tenga que poner letreros todo el trayecto?  No, no, no, si como México no hay dos.  Tan solo imagínese lo que puede pensar un turista extranjero con esos avisos.  Por eso seguimos siendo del tercer mundo.

 

Así fue.  Cosas buenas y malas en este viajecito que comparto con ustedes y que espero nos haga reflexionar sobre nuestro comportamiento.  Nos vemos el miércoles, si no sucede otra cosa.