Primero fue el atentado a las torres gemelas del WTC en NY.   Bush ya cargaba el estigma familiar del amor a la guerra y al sentimiento de alma justiciera.  Nadie podía representar la actitud de policía del planeta como él, pero además ya traía entre manos a Saddam Hussein, no por ser un tirano asesino –que lo era-, sino por haber derrotado a su papi cuando era presidente.  Ya con esa idea, lo que le faltaba era una razón, un motivo.  ¿Qué podía hacer?  “¿Qué tal un atentado?”, seguramente le sugirió Donald Rumsfield, Secretario de la Defensa y también fanático de demostrar el poder por medio de la fuerza bélica, Rumsfield, por cierto, había sido intermediario entre los EUA y el gobierno de Hussein años antes, cuando los involucrados eran socios, no enemigos, llegando incluso a estrechar sus manos y déjenme decirles que en ese tiempo, Hussein era igual de maldito que estos últimos meses de su gobierno.  Volviendo al tema, el 11 de septiembre de 2001 ocurrieron los hechos de todos conocidos que costaron la vida a miles de personas.  Bush culpó a Al-Quaeda y después los ligó al régimen iraquí.

 

Con el paso del tiempo, han salido a la luz hechos que apuntan a que estamos ante un gran loco que no se veía desde tiempos de Hitler.  Solo dos hechos:  Los aviones que tienen por norma interceptar de inmediato cualquier vuelo que no responda a la torre de control fueron retrasados en su accionar por ordenes superiores y el militar a cargo, en lugar de ser despedido y enjuiciado, fue promovido a un rango superior.  Escalofriante, ¿no?  ¿Qué clase de gobernante es capaz de masacrar a su propio pueblo con tal justificar una guerra?  Una persona en sus cabales, definitivamente no.

 

Pasando a lo que fue la invasión –que no guerra- contra Irak, la cosa no varía demasiado.  Bajo el argumento de una lucha contra el terrorismo, Bush y sus títeres Aznar de España y Blair de Inglaterra, masacraron, asesinaron y mutilaron a miles de iraquíes con el supuesto fin de liberarlos de la tiranía de Hussein –valiente ayuda- y de eliminar las armas de destrucción masiva que los servicios de inteligencia le reportaron a su presidente que Hussein poseía. Pero el verdadero motivo estaba encubierto y se develó poco tiempo después:  apoderarse del petróleo iraquí para levantar la alicaída economía gringa y de paso vengar la derrota de papá Bush una década atrás.  Habiendo controlado el país –al menos en buena parte- el gobierno norteamericano se apropió de la comercialización del petróleo de Irak, otorgando los contratos de explotación primordialmente a compañías gringas y en un menor porcentaje a sus “socios” en la invasión, Inglaterra y España.

 

En estos momentos, Bush se encuentra hundido de porquería hasta el cuello, cuando se ha descubierto que las supuestas armas de destrucción masiva nunca existieron en Irak y que este país no representaba una amenaza para nadie.  Bush alega haber recibido información errónea de la CIA, quienes por su parte ya desmintieron a su presidente y aseguran haberle informado que no había tales armas hace ya bastante tiempo.  Conclusión:  George W. Bush le mintió al pueblo norteamericano y al mundo con premeditación, alevosía y ventaja.  No le importó asesinar a miles de personas bajo un argumento falso, tanto de su país como de Afganistán e Irak.  Es de dar miedo el pensar la clase de persona de la que estamos hablando.  Alguien para quien la vida no significa nada, lo único importante son sus obsesiones.  Y para colmo, logró la firma de un acuerdo que evita que cualquier gringo sea acusado de crímenes de guerra, dejando embaucados a sus lamebotas gachupines e ingleses.  No, si el tipo es el diablo

 

Afortunadamente parece ser que todo cae por su propio peso y en este caso, el maniaco presidente gringo ya no sabe a donde hacerse ni que decir.  Contradicciones y contradicciones, cual Fox en  pleno, sin saber a quien culpar para que al momento lo desmientan.  Los hechos están ahí y mientras por un lado su reelección parece alejarse cada vez más, los pulgares que lo señalan y lo acusan se multiplican.  Quien quita y no tardamos en ver caer nuevamente a un presidente del vecino país del norte, víctima de sus propias maquinaciones que hacen ver a Charlie Manson, tanto en fanatismo como en sadismo, como un niño de pecho.

 

Como último señalamiento, al justiciero George W. Bush se le pidió intervenir en Liberia, donde el gobierno sufrió un golpe de estado y el pueblo está siendo masacrado, solicitud a la que no ha dado respuesta y se entiende, ahí no hay petróleo del cual apropiarse, si acaso lograría hacer justicia nada más y eso, la verdad, como que no vale mucho la pena.