Comenzaremos por recordar que hace no muchos meses, nuestro presidente se ufanaba de que en una evaluación realizada a nivel internacional, México resultó ser el país con mejor nivel de conocimientos en Latinoamérica; “...es una muy buena noticia...” dijo Fox, quien para variar, omitió decir que si bien habíamos obtenido mejores calificaciones que Argentina, Brasil o Paraguay, entre todos los evaluados nuestro país ocupó el lugar 34, muy abajo de los países con un verdadero buen nivel.  Esta posición no es gratuita, ya que hemos trabajado mucho para lograrla, y me refiero al descuido que se ha puesto en las nuevas generaciones, quienes tienen una nula valoración por lo que debe ser la historia y los conocimientos generales, sea por la necesidad de trabajar de ellos, el que los padres trabajen todo el día o esta herramienta del Internet, que si bien es una maravilla, también ha propiciado que el “comodísmo” mexicano se aproveche y ya ni siquiera lea o trascriba una información que simplemente copia y pega.

 

Los medios tampoco ayudan mucho, tan solo vea usted cualquier programa de concurso y se dará cuenta de que no se premia el esfuerzo, el trabajo, los logros o el conocimiento, sino las cosas banales y estúpidas.  Se promueve que la grilla, las marchas o los actos idiotas dan categoría.  Que si enseñas el cucu puedes avanzar en la sociedad sobre alguien que tenga una preparación.  Que tu padrino puede acomodarte en algún puesto clave sin que te esfuerces demasiado –véalo en nuestra burocracia-.  Nuestros jóvenes son la creación de nuestra sociedad.

 

Ahora diremos que en nuestro país no existen las escuelas suficientes para albergar a todos los estudiantes que pretenden su ingreso, así como tampoco hay la capacidad necesaria para dar trabajo a todos los profesionistas que egresan.  Pero estos hechos fríos pueden ser engañosos, porque no todos los que ingresan merecen ingresar ni todos lo egresan merecen recibir un título; lo que quiero decir es que con base en hechos y cifras, la verdad podría ser que sobran escuelas si en ellas ingresara tan solo el estudiantado que lo mereciera de acuerdo a sus conocimientos y me refiero a lo siguiente:

 

De 276 mil 490 jóvenes que se inscribieron como aspirantes a realizar el examen de admisión al bachillerato, 8 mil 718 no se presentaron a la aplicación.

El examen constó de 128 preguntas; el mayor número de aciertos obtenido fue de 123, el cual alcanzó solo uno de los aspirantes.  O sea que no hubo un examen de 10 de entre más de 200 mil.

El promedio de aciertos de este examen fue de 61.  Esto me da una calificación promedio para los aspirantes de 4.7¡4.7!  Ni 5.

Del total de chamacos, 4 mil 10 tuvieron 30 aciertos o menos en el examen.

¡Hubo un bruto que tuvo 5 aciertos!

 

Como que la situación no es muy optimista, ¿verdad?  Pues aún hay más, como diría algún tarado ya clásico de nuestro México.  Hace casi un año me invitaron a presenciar un examen profesional de una amiga de una amiga en la Facultad de Derecho de la UNAM y puras penas ajenas.  Los sinodales comenzaron cuestionando algunas afirmaciones que la futura abogada expresaba en su tesis; la mujer no pudo contestar.  La llevaron a las bases de su afirmación; no contestó.  Regresaron a cuestiones generales de su tesis; no contestó.  Para no prolongarme en esto, terminaron preguntándole qué era la abogacía y ella no contestó¡No contestó!  Pero eso no fue lo peor.  Después de una masacre de preguntas con respuestas vergonzantes, los sinodales, en un acto de completa irresponsabilidad, ¡la aprobaron!  ¡Le dieron un título!  Uno de los sinodales estaba muy molesto y le expresó claramente que si por él fuera, la rechazaba, pero los otros dos que parecían tener prisa por disfrutar de un viernes por la noche, mostraron su indiferencia y optaron por lo más fácil.  Si yo hubiese sido ella, de la vergüenza rechazo el resultado, pero ella estaba orgullosa porque “no estuve tan mal”.  Y esto con una abogada, que no es tan malo si pensamos que a lo mejor esto se repite constantemente con, por ejemplo, médicos y demás personas que tendrán en sus manos la vida de alguien más.  Por eso tanta gente se muere en los hospitales, por tanto profesionista al vapor.

 

¿Esos son los estudiantes que queremos?  ¿Con promedios de 5?  ¿Egresados mediante sinodales desinteresados de sus actos y responsabilidades?  No creo.  Luego entonces, tenemos que hacer un análisis real desde la raíz, desde la familia para saber hasta donde se está inculcando la responsabilidad en los chamacos; en las escuelas, para establecer un criterio razonable para admitir a las personas que verdaderamente tienen la capacidad necesaria y egresar tan solo a quienes verdaderamente demuestren haber asimilado su aprendizaje.  Seamos honestos.  Si se pusiera un promedio de 7.5 obligatorio para ser aceptado en escuelas de nivel medio y superior, ¿cuantos estudiantes cree usted que ingresarían?  Tristemente creo que los lugares disponibles ajustarían perfectamente y quizás hasta sobraban.  El tema del suicidio es otra cosa y espero tratarlo en una próxima entrega. 

Por el momento y como cierre curioso y penoso, ya hay una campañita en la sociedad que culpa de los suicidios... ¡al Ceneval y al gobierno!  Si les digo que la cerrazón no les da para más.  Obtienen un mal resultado y quieren matar al mensajero.  Los padres también deberían entender algo: No todos los jóvenes sirven para estudiar una carrera y hay que tener la suficiente fortaleza y entereza para aceptarlo y ayudarlos a desarrollar sus habilidades en el campo de su preferencia y habilidad.  Hay mucho que pensar al respecto.  Los espero el lunes.