Publicada en Reforma el lunes 2 de diciembre de 2002
Juan Enríquez Cabot
Foxilandia...
Ya viene la Navidad... época
en la que florecen los cuentos de hadas... Erase una vez un maravilloso y
flamante parque de diversiones gobernado por mercadólogos. Sus dos jefazos,
él y ella, eran vendedores natos. Uno aprendió en la Coca-Cola... la otra
aprendió en las campañas. Eran profesionales... buenos en su chamba. Sabían
convencer. Sabían vender... Las encuestas lo reflejaban. Las encuestas
gobernaban... y la mayor parte de la gente decía, todavía hoy, "¡Qué bonito
es vivir en Foxilandia!"
A los jefazos les preocupaba mucho lo que pensaban los de adentro y los de
afuera. Cada día su principal actividad era anunciar nuevas atracciones para
su parque... aeropuertos, reformas fiscales, seguridad y empleo. Lanzaban,
en sus mentes, miles de proyectos. Y luego, cada nochecita se preguntaban
mutuamente... "¿Qué dice la gente de mí... mi amor?"
Orgullosos celebraban todos los "changarritos" que algún día iban a
construir. Dibujaban hermosos mundos... Viajaban por el mundo contándole, a
quien quisiera escuchar, todo lo que iban a hacer... lo que iban a lograr.
Anunciaban microproyectillos y los festejaban en Nueva York. Le daban
lecciones, verbales claro, a los africanos y a los cubanos de cómo gobernar.
Pintaban mes con mes, en país tras país, montajes maravillosos de lo algún
día llegaría a ser Foxilandia.
Siendo mercadólogos, y por ende eternamente optimistas, los administradores
de Foxilandia piensan que todo dentro de su parque está a full mother. Que
el mundo es rosadito... Que no hay que cambiar nada. Les falta coraje. Les
falta urgencia. Intentan conservar lo que existe. Se enfocan en cambios
marginales. Su lema y orgullo es "ahí la llevas..." Piensan en la elección
que viene... no en el sexenio que nuevamente se fuga... Curiosamente,
después de un par de años bajo este régimen, la mayoría sigue relativamente
contenta al vivir en este parque de ilusiones. ¿Por qué?
Algunos creen y apoyan porque no les queda de otra. Viven tan cerca del
abismo que cualquier disturbio económico o político puede ser la gota que
derrame el vaso. Apoyan porque las consecuencias de no creer, de abandonar
el parque, pueden ser desastrosas. Es gente que alguna vez, dentro de otro
parquecillo de diversiones, compró boletos caros, casas, coches, educación.
Despertaron una buena mañana y se encontraron que los brujos malévolos que
habitaban la casa de los sustos se habían fugado. Cundió el pánico. Mataban,
robaban, subían las tasas de interés a 100 por ciento, desaparecían
préstamos y empresas. Y los dueños del viejo parque no resolvían... sólo se
acusaban entre sí. Gran parte de los clientes sobrevivieron de alguna
manera, pero viven asustados. No quieren más sobresaltos. Con trabajo
trasladaron su familia y sus pertenencias a otro parque donde vieron una
sonrisa bigotuda y amigable, donde repartían promesas. Los integrantes de
este grupo se levantan, oyen más promesas y rezan.
Otros creen y apoyan Foxilandia porque alguien listo usó pintura. Por
fortuna y por fin, después de décadas de escaso mantenimiento, a alguien se
le ocurrió cambiar los viejos tricolores que adornaban los puestecillos de
golosinas. El nuevo equipo de mantenimiento usó una linda pinturita
blanquiazul. Pero en esta nueva administración hay muchos que han perdido
toda capacidad de autocrítica. Opinan que una nueva decoración cambia la
estructura de fondo. No notan que los juegos ni son nuevos, ni han cambiado
mucho. Muchos de sus líderes, especialmente el grupo que encabeza un barbón
algo traqueteado, pregonan y venden la pintura anti-sísmica. Y la cobran
cara. (Algún día caerán en cuanta que, por desgracia, esta decoración no
sobrevive temblores... y que México sigue siendo zona sísmica).
Otros creen y apoyan porque... los otros dos parques donde pudieras pasar un
agradable sexenio son... digámoslo de la manera más amable por ser época
navideña... tan pinches.
Un parquecillo, Juegos Tata, lo maneja una vieja, vieja familia, que aspira
una y otra vez volver a la casa donde gobernaba el abuelo. Prometen
reinstalar juegos e ideas que eran la gran novedad en los 1940's. Su riqueza
y apoyo viene de permitir más puestos para ambulantes en todas las entradas,
no de la construcción de nuevas atracciones. Promueven y defienden la mala
calidad... usando su instrumento favorito... el pase automático. Cierran
escuelas que intentan reformas. Bloquean proyectos. Orgullosamente ahuyentan
empresas e inversiones. A la salida regalan diplomas que no valen nada.
Hacen berrinches. Deshacen cosas. Rara vez construyen. Ni hacen ni dejan
hacer.
La principal actividad dentro de Juegos Tata es archivar y venerar proyectos
y atracciones que una y otra vez no funcionaron. Entrar a este parque es
como entrar a un museo... de cosas que alguna vez sonaban atractivas... como
las canciones melosas de "Bread". Importaron mucho de la vieja URSS y ahora
no hayan refacciones o nuevos modelos. Hasta el ocurrente fantasma
encapuchado, que alguna vez merodeaba por la casa de los sustos, ya lo
abandonó...
La otra alternativa para pasar un lindo sexenio en compañía de los tuyos es
el Parque Dinotopia. Durante los últimos meses, la principal atracción de
esta hermosa y abundante jungla jurásica ha sido el show travestí. Viejos
dinos vestidos de demócratas y reformadores. Hacen coro otrora ilustres
empresarios, algunos con sonoros nombres revolucionarios, quienes durante
décadas hicieron todo lo posible por bloquear el cambio... y quienes ahora,
en la quiebra, juran eterna lealtad... a quien gane.
Entrar a este parque es entretenido. Está lleno de extraordinarios actores
que se pintan solos de humanos derechos. Cantan, bailan, prometen...
vistiendo hermosos tutus rosaditos. Tan serviciales y tan lindos... todo lo
quieren hacer por ti... con tal de poder volver a controlar el área de las
concesiones que se llevó Foxilandia. Estos lindos dinos ahora se erigen
virtuosos para defender el honor de aquellos taquilleros que nunca tuvieron
el tiempo para entregar el efectivo que recolectaron por los boletos de
entrada.
Pero no todo es lo que aparenta en este pantano jurásico. En vez de intentar
construir un mejor parque y competir con juegos más atractivos, casi toda la
energía de la nueva-vieja administración se enfoca en una sola campaña
promocional: "Foxilandia... No Puede". Cada noche intentan cortar la
electricidad del parque vecino, evitar que haya suficiente gasolina, y
limitar lo que se recauda en las taquillas. Intentan progresar hundiendo al
vecino... y en este proceso puede ser que nos hundan a todos.
Los tres parques, Foxilandia, Juegos Tata y Dinotopia, tienen algo en común.
En todos se promete... mas poco se construye. Y hay un pequeño problemita...
todo en este mundo sigue cambiando... menos nosotros. Los vecinos, aquellos
del gran parque Hegemon, construyen cada vez más, dominan cada vez más. Al
ir a comprar nuevos juegos, los administradores de los parques mexicanos ni
se dieron cuenta que de las 5 mil 525 patentes reconocidas en México por la
Organización Mundial de la Propiedad Intelectual, 113 se otorgaron a
residentes Mexicanos... Y caray... qué caro es volver a equipar todo un
parque con pura atracción extranjera...
Vivir dentro de Foxilandia parece atractivo porque las alternativas internas
son tan limitadas. Pero Foxilandia es cada día menos sustentable. Presidente
tras Presidente finalmente ha descubierto que la opinión y apoyo públicos no
sustituyen, a mediano plazo, la realidad. Y la realidad es que cada vez hay
más clientes furiosos que no hayan cabida en ningún parque. Hay cada vez
menos constructores dispuestos a poner capital para mejorar los juegos. Hay
cada vez menos juegos donde se pudiera reducir la interminable cola de
jóvenes que buscan empleo.
Apenas quedan tres años para construir, ya que durante el cuarto Foxilandia
estará cerrado por concepto de remodelación. ¿Alguien tiene claro cuáles van
a ser los nuevos juegos mecánicos? ¿Quién demonios es el responsable de
construirlos? ¿Con qué recursos? O basta dejar pasar las cosas, para luego
justificar en tres años por qué, una vez más, no se pudo... porque,
finalmente, todo fue un cuento de hadas...
Correo electrónico:
jenriquez@hbs.edu
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