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La calle-Luis González de Alba
Delincuencia, obra de pobres:
AMLO
Publicada el 5 de
julio de 2004
Contra la inseguridad,
reforma económica: AMLO”, así cabeceó MILENIO el lento, lerdo, pausado y
plomizo discurso del jefe de Gobierno del DF, quien “aseguró que no es
posible combatir a la delincuencia si antes no se modifica el modelo
económico mexicano.” O sea que el hampa está causada por la economía; eso
significa que son los pobres quienes asaltan, violan y secuestran; que al
crimen se llega por hambre, predica el alcalde del DF. ¿Y cómo hace el
alcalde para que el hambre explique la violación con posterior asesinato?,
¿el secuestro que emplea vehículos, armas y guaridas de regular precio?, ¿el
asalto con armas inaccesibles a los pobres? Estamos ante una típica
argumentación simplona de la más torpe ultraderecha, que López vuelve suya y
ni suda ni se abochorna. Le resulta un simple reflejo de su pasado como
dirigente del más retrógrado PRI.
Defiende el comercio ambulante porque es preferible que los pobres vendan a
que roben, dice. Pero roban, y en grande, y no son pobres: el comercio
ambulante distribuye la mercancía robada a tráilers asaltados en carreteras
y el contrabando que derrota empresas mexicanas, aniquila empleos, asesina
por venganzas y por deslindes territoriales. Pero el último eslabón de la
cadena criminal no es el vendedor de objetos robados o ingresados al país de
contrabando, sino el ciudadano que los compra, y así el hampa nos devora.
Los ambulantes son intocables porque son carne de mitin en apoyo a López,
son gente de Bejarano y Padierna que no pisan la cárcel aunque al primero lo
viéramos llenarse maletín y bolsillos con fajos de dólares. Bejarano sigue
conduciendo al PRD capitalino y organiza la defensa de su jefe López: la
desvergüenza en todo su esplendor, comparable sólo a la de otro López, López
Portillo y su amigo El Negro Durazo, corruptor definitivo de la policía,
casamentero del hampa y las fuerzas de la ley. Matrimonio que aún dura y aún
padecemos.
Por supuesto que existe el robo por hambre. Pero el hampa organizada que
sufrimos los mexicanos, el asalto a mano armada, el secuestro, son obra de
la impunidad que por decenios ha protegido al delito. Los países más pobres
no son los más violentos y nunca se ha observado una relación directa,
causa-efecto, entre pobreza y crimen. El número de pobres en las cárceles,
siempre mayor a su proporción general, ha sido denunciado por la izquierda y
por las ciencias sociales como muestra de la mala defensoría y no del mayor
vicio en los pobres. Pero López Obrador piensa como cualquier dirigente del
MURO, el Yunque o la ultraderecha más cerril.
Todos mostramos lo peor y lo mejor de nosotros mismos en las circunstancias
extremas, ante el acoso, en el amor y en la guerra. Así vemos a muchachos
simplones de Kentucky, a una gringuita boba, abusando de prisioneros
iraquíes inermes. Y un dirigente que se autodefine de izquierda, sea ya eso
lo que sea, enseña el cobre con creencias abandonadas hasta por la derecha
civilizada.
¿... O estamos ante un plan, una estrategia? ¿Es López simplemente necio,
ciego y sordo? ¿O sigue pautas estudiadas con diseño experimental
sofisticado, desconocidas por el alcalde, pero no por asesores con posgrados
parisinos?
Un texto podría dar luz sobre el asunto: Psychologie des Minorités Actives
(Psicología de las minorías activas), de mi viejo maestro Serge Moscovici.
En el capítulo sobre “Los estilos de comportamiento”, leemos: “Cuarta
proposición: Cuando un individuo o subgrupo influye un grupo, el principal
factor de éxito es el estilo de comportamiento.” Parece algo obvio. No lo es
tanto cuando encontramos que entre los cinco estilos de comportamiento
descritos se encuentra... la rigidez: una persona inflexible tiene mayor
oportunidad de influir sobre un grupo porque “la moderación y el compromiso
no son casi nunca recompensados”, y una actitud “razonable” no la vuelve
influyente. “De hecho, deberíamos decir que si un individuo desea establecer
distancia entre sí mismo y otra persona o grupo, o desea hacerle tomar una
posición extrema, debe entonces adoptar un estilo rígido de comportamiento.”
El riesgo, no hay que pensarlo mucho, es que el estilo rígido “puede
provocar una actitud de rechazo”; también produce un desplazamiento al
extremo opuesto que evita las concesiones que podríamos haberle hecho al
terco. Riesgos graves, pero que, cuando pueden evitarse, ofrecen al terco el
fruto de una mayor influencia. La repetición machacona de las respuestas
puede ser un modelo eficaz y si algo es AMLO es repetitivo: él gobierna para
los pobres y por eso los ricos complotan contra su “proyecto de gobierno”.
Idea única, obsesión monotemática.
Quien emplea el estilo rígido juega con fuego porque, si falla, hasta los
moderados se vuelven en su contra. Pero en ocasiones el cálculo favorece
jugar el todo por el todo: cuando la ganancia es mucha y la pérdida, si la
hay, se limita a no obtener ganancia. Ganar la Presidencia, que no se tiene,
vale los riesgos cuando éstos llevarían, a lo sumo, a perder la Presidencia,
que no se tenía. Como jugar lotería sin pagar boleto.
Señala Moscovici otro elemento que se aplica a López Obrador: “Los nuevos
conversos arden en deseo de convertir a los otros.” Descubrió la lucha de
clases, si bien tardíamente, y la asesta como fórmula explicativa cotidiana;
se encontró el lenguaje pobrista de la vieja izquierda y lo aplica sin ton
ni son, con el mismo entusiasmo del católico recién convertido al besar la
mano de su obispo.
Impunidad o acuerdos
No debe haber impunidad para quienes cometieron crímenes hace 30 años: unos
porque imponían el socialismo a balazos, otros porque defendían de los
primeros a la patria. Pero si darnos el gusto de ver acusados a un par de
ancianos, que no son ni remotamente Pinochet o Franco, descarrila todo
acuerdo posible para tener un país próspero, yo retiro la denuncia que hice
de Mendiolea Cerecero, quien más ferozmente golpeó a quienes fuimos
detenidos en Tlatelolco sin cometer delito alguno. Simplemente, ai muere y
que el PRI apruebe las reformas detenidas por tres años. Prefiero un país
con electricidad y gas que a Echeverría, Mendiolea et al. tras las rejas.
Otra es que las viudas y hermanos de los soldados, policías y “burgueses”,
abatidos por la guerrilla, pidan el retiro de la amnistía concedida a
guerrilleros y entremos a otra espiral de violencias mutuas. Ya AMLO
sostiene que no hay punto final en ningún proceso. ¿Por qué aquella amnistía
sí es “punto final”?
Luis González
de Alba
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