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La calle-Luis González de Alba
La guerra del Gallo
Publicada el 28 de febrero de 2005
Parecen apuntes para la
próxima novela política de Héctor Aguilar Camín: que un creador de
instituciones con la calidad de José Woldenberg y otros personajes de
nuestra vida intelectual decidan “olvidar”, en su carta pública a los
diputados, que fueron las imprudencias y abiertas provocaciones en las que
se solazó el jefe de Gobierno del DF —cuando no desafíos contra órdenes
directas del Poder Judicial— las que lo enfrentan a un posible juicio... Que
nos suelten una aberración jurídica con el tonelaje de: “La institución
electoral, que es el único camino admisible para cambiar autoridades...”,
cuando la Constitución y las leyes, incluido el Código Penal, prevén muchos
otros, me resulta inexplicable como descuido: todos los abajofirmantes saben
que si un presidente ahorca a su mujer la ley no lleva el caso al IFE. “Me
hacen lo que el viento a Juárez”, llegó a exclamar López Obrador en
referencia a órdenes directas de jueces. ¿Esa soberbia defienden?
Pocas veces he leído un artículo de opinión más atentamente que “Elecciones
y desafuero”, de José Woldenberg, en Reforma, a los pocos días de la carta
de marras: quería saber sus razones. Le cobré un inmenso respeto como
presidente del IFE y me une gran amistad de juventud. Pero quedé igual
porque concluye sin mencionar el asunto básico: sí, sería bueno que López
Obrador compitiera por la Presidencia. De acuerdo: y ¿qué hacemos con sus
posibles delitos? ¿Qué haremos los ciudadanos cuando nos rompan en la cara
el amparo que nos protege contra abusos de la autoridad? ¿Y las
adjudicaciones de obra pública sin licitación (a los cuates, pues), el abuso
y la esquilma de los burócratas? Con ese paquete, ¿qué hacemos? Si López
quería competir, debió tener más cuidado con las leyes. Si no cometió falta
alguna, es asunto de jueces. Que procedan, es todo lo que se pide.
Unos firmaron porque son abajofirmantes vitalicios; otros, vencidos por la
teoría del complot; algunos, porque amigos lo habían hecho: espíritu de
equipo; otros más, por aparecer junto a renombrados; no pocos, por descuido.
Hubo quien habría retirado su firma, pero dudó con un: “¿Te imaginas a
Lilita?: Œno amigo, no me puedes hacer esto, no, no, es que, verdaderamente,
no puedes...” Se refería a la esposa de José María Pérez Gay, a su vez el
mejor amigo de Héctor Aguilar y actual jefe de asesores de López... Mm;
unos, por cercanía con Camacho. Otros por... ¿por qué? Estamos ante La
guerra del Gallo, al que no le tiran ni una pluma.
Notas para la novela de HAC: 1. Como el Imperio Romano bajo Calígula, el
Imperio priista alcanzó sus límites bajo López Portillo: la corrupción de
los subordinados de López era expresión de un cáncer mayor. El jefe de la
policía, amigo de infancia del Presidente, aquel Negro Durazo de negra fama,
puso precio a cada crucero y a cada patrulla. La gota que derramó el vaso
fue la nacionalización de la banca y el control de cambios, pero había
previos síntomas de enfermedad en el crecimiento de reinos sectoriales: La
Quina en Pemex y otros caciques eran ya obstáculos al crecimiento. Los
centuriones, en el Ejército, se inquietaban.
2. Los jóvenes se impusieron. Primero con un emperador que, como Claudio,
iba a ser inocuo y maleable mientras las fuerzas se ponían de acuerdo en un
verdadero césar. Y como Claudio, De la Madrid resultó un reformador
profundo. Los productores mexicanos que bajo la economía de fronteras
cerradas superaban varias veces los precios internacionales, se vieron
obligados a competir. Muchos quebraron. Otros, los eficientes, se volvieron
exportadores.
3. Carlos Salinas profundizó la modernización del país, sus reformas lo
transformaron: normalizó la relación con las iglesias y con la propiedad de
la tierra, controló la inflación, se deshizo de propiedades estatales. Con
Ernesto Zedillo tuvimos un verdadero Poder Judicial y elecciones sin control
del gobierno, exportación y TLC dieron balance comercial favorable: un PRI
civilizado.
4. El viejo PRI corporativo prepara su retorno al grito de Bartlett: ¡Nos
están dejando sin
las propiedades del gobierno! López Obrador piensa idéntico: formado en ese
PRI, promete enderezar el rumbo perdido “desde 1982.” Ojo: fecha clave.
5. Pero los datos duros apuntan en sentido opuesto: ¿quiénes son hoy el
equipo de confianza de López Obrador? Los que gobernaban el DF con Salinas:
Manuel Camacho y Marcelo Ebrard; Socorro Díaz, la priista que no consiguió
ser nominada en Colima y se fue al equipo de López (por supuesto); Julieta
Campos, esposa del gobernador de Tabasco bajo quien militó López, ahora
encargada de pasar la charola para “No nos vamos a dejar”, asociación
“civil” encabezada por... ¡el Gobierno del DF!; el primer director del canal
de TV que Carlos Salinas creó a petición de abajofirmantes: José María Pérez
Gay, jefe de asesores de López; el priista que festejó con Roque el aumento
al IVA, Leonel Cota, gallo de López para dirigir el PRID; el diputado
salinista que peor trató a Cárdenas: Ricardo Monreal, luego candidato
triunfador por el PRID en Zacatecas; añadamos al empresario que mejor
aprovechó el remate salinista de propiedades que el gobierno nunca debió
poseer: Carlos Slim. El equipo es salinista al 100 por ciento. El lenguaje,
antisalinista.
6. Destaquemos el notorio silencio del PRI capitalino y del Senado, con
mayoría priista, respecto de obra multimillonaria no licitada, aportaciones
“voluntarias” de burócratas al fondo pro defensa de López, abuso de
autoridad, peculado, cohecho y otras lindezas que el Gobierno del DF no sólo
comete, sino se ufana de ellas, y el lector de la novela tiene el panorama
de un complot mucho más interesante que el ya gastado por López en sus
disparates desvelados.
Como es una novela, podemos suponer que tendrá un final sorpresivo: en
efecto, Salinas es el autor del complot, pero el complot es otro: imponer a
un salinista y proseguir las reformas, todas las reformas atoradas: un gran
sexenio. Los personajes intelectuales, en la novela de HAC, por serlo,
olvidan un dato elemental: la fuente y origen de la corrupción es el pueblo
mexicano y de allí pasa al gobierno. Pero la formación de López en el
priismo echeverrista lo había provisto de las armas con que gobernaron los
césares del PRI: uso despiadado de la fuerza del gobierno, obra pública
visible aunque sea inútil, dádivas y abuso clientelar de los beneficiarios,
corporativismo sin pudor, burocracia bajo yugo.
Y si no es novela, tengo una seria reclamación: muchachos, ¿por qué no me
avisaron? ¡He estado sumido en el error!
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