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La calle-Luis González de Alba
Reformar los fueros, ya
Publicada el 14 de febrero de 2005
La función del fuero
ha sido totalmente corrompida en México hasta convertirlo en patente de
corso: aquellas cartas que daban los reyes ingleses a piratas que se
comprometían a sólo piratear naves españolas y, por supuesto, dar su tajada
a la Corona inglesa. El término es uno de los peor definidos en nuestra
Constitución. Para el Artículo 61, “fuero” significa que “los diputados y
senadores son inviolables por las opiniones que manifiesten en el desempeño
de sus cargos...”. No se entiende qué entiende nuestra Constitución por
“inviolables”. Todos los ciudadanos y más aún los todavía no ciudadanos
somos inviolables: no queremos que nos violen... y cuando alguien quiere, ya
no es violación.
Así pues, el Artículo 61 es una soberana y honorable tontería, pero muy útil
para diputadas como Dolores Padierna, quien no puede ser encarcelada a pesar
de que la Contaduría Mayor de Hacienda le detectó irregularidades por más de
71 millones de pesos en el ejercicio 2003 de la delegación Cuauhtémoc, a su
cargo durante una eternidad. Entre otros detalles, la Contraloría no sabe
dónde quedaron las tarjetas para viejitos, madres solteras y niños a quienes
Padierna debió entregar más de 68 millones de pesos. Los miles de paquetes
en útiles escolares y juguetes que Padierna presupuestó, se hicieron ojo de
hormiga.
Lo de menos es que Padierna no haya puesto a concurso tales compras, pues
son minucias si las comparamos con los cerca de 800 millones de pesos que
López Obrador tampoco abrió a licitación pública con el fin de terminar el
siempre inconcluso segundo piso, y ya otorgó. Los funcionarios perredistas
han aprendido del capo que la ley sólo sirve para poner obstáculos a la
esperanza. Para eso tienen la cobertura del fuero, esa figura comodín de
nuestras leyes, que lo mismo sirve para ignorar un amparo que para adjudicar
obra multimillonaria sin las estorbosas licitaciones y concursos previstos
por la ley. El cacique tiene prisa y no puede andarse fijando en pelillos.
Para enjuiciar penalmente a Padierna, el Artículo 111 de la Constitución
señala que es necesario que la Cámara de Diputados declare, “por mayoría
absoluta de sus miembros presentes en sesión, si ha o no lugar a proceder
contra el inculpado.” Esto es, la Cámara no juzga, pero opina que hay
indicios suficientes para permitir que el Poder Judicial proceda. Allí es
donde se atora la justicia, pues los diputados actúan en automático y sin
oír razones: a la defensa del presunto delincuente los de su partido, los
otros a la expectativa de los mejores despojos.
El Artículo 112 indica cuándo no es necesario el permiso de la Cámara para
proceder contra el inculpado: cuando el servidor público “cometa un delito
durante el tiempo en que se encuentre separado de su encargo.” La redacción
es viciosa, pues significa que se puede proceder contra el servidor público
cuando no sea servidor público. Otra tontería: es obvio que si no es
servidor público se puede proceder contra él, y si es... pues no. ¿Un
artículo constitucional para decir eso?
De ahí que el diputado panista José Sigona presentara un proyecto de reforma
a los artículos 61, 111 y 112 de la Constitución. Los ciudadanos no podremos
confiar en nuestros políticos mientras no exista certeza jurídica que nos
garantice transparencia en la gestión pública y sancione a los funcionarios
cuando cometan un delito. Esto es: si el funcionario es acusado de
homicidio, robo, lesiones o de pasarse un alto o manejar en estado de
ebriedad, no podemos esperar a que las fuerzas políticas se cobren deudas y
favores para decidir si entregan al presunto delincuente a la justicia o lo
encubren.
Bejarano y Nahúm
Original silogismo el de Federico Arreola: si Fox no es narco porque un
subordinado haya (quizá) servido a narcos, tampoco puede sugerirse que López
Obrador estuviera al tanto de la corrupción de su subordinado: René
Bejarano. Para tal salto olímpico es preciso olvidar que Bejarano era el
operador político de López Obrador, su amigo, su compinche, el encargado de
las tareas sucias y limpias necesarias para el lanzamiento de López. Que
López lo nombraba, elevaba, cambiaba, lo ponía en los cargos donde le sería
de utilidad: al frente de la Asamblea Legislativa cuando fue necesario
frenar consejos de transparencia y reglamentos molestos para el absolutismo
del cacique, o hacerlos a gusto del cacique. En cambio, al badulaque de Fox
le pasaron una bola de humo, le metió autogol su partido, le filtraron a
Nahúm X, de quien nadie había oído hablar. René Bejarano es lo que es por su
identificación política, fraterna e íntima con López; es (o era) su
proyecto, su delfín, su heredero. Y ese heredero es un corrupto comprobado
al que la Procu capitalina hizo cuanto pudo por dejar libre y, cuando no
pudo, le dio la royal suite en el Orient Palace. René trabajaba sucio, pero
lo hacía para el jefe: lo dijo él mismo, lo oímos todos; Nahúm (si se
prueba) en contra de su jefe. Ah, y olvidar también a Ponce, viajero y
jugador secretario de Finanzas de López. Y la falta de licitaciones en obras
por miles de millones, y la anulación del Consejo de Transparencia,
etcétera. Como dice Román: pues eso.
De opaco y de calzones
La última del gobernador de Jalisco, Opaco (le dice Falcón) Ramírez, es
conceder al criminal “transporte” colectivo de Guadalajara su demanda de
alza sin exigir nada a cambio. Dos muertos por semana y no revoca la
concesión: en su gabinete no hay gays, dijo Opaco; pero qué tal mariquitas.
Una vez más habrá que repetir: los choferes matan porque corren, y corren
porque les pagan por correr: tienen un porcentaje por el número de cuerpos
que logren ensardinar en sus tartanas. Ya pueden las autoridades eliminar
sus inútiles controladores electrónicos de velocidad y todos sus ingeniosos
artefactos: bastaría con 1) eliminar el pago por correr y 2) multar a quien
llegue ANTES de la hora fijada a cada paradero. ¿No se atreven? El
transporte público sí es de las áreas donde el Estado resulta
imprescindible. Un transporte municipalizado, que cobre poco más de su costo
para así renovar unidades, electrificado de preferencia, es la solución en
todas las grandes ciudades. Y taxis, todos, absolutamente todos los que
soliciten los particulares.
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