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La calle-Luis González de Alba
¿Puede civilizarse el Islam?
Publicada el 7 de febrero de 2005
El 26 de marzo va a morir
apedreada, por “usos y costumbres”, la nigeriana Amina Lawal, acusada de
adulterio y sentenciada según la ley islámica. Alabado sea Dios. En México
algo de eso sabemos: nuestra izquierda chic aplaude la formación de
gobiernos municipales donde la democracia se manifiesta a mano alzada (y a
ver quiénes son los valientes que votan contra el cacique) y las mujeres son
cambiadas por vacas; las jóvenes, claro está, las viejas no.
Dos reconocidos islamistas presentaron en la revista Free Inquiry de
abril/mayo de 2004 sus posiciones divergentes. Ante la pregunta “¿Entrará el
Islam al siglo XXI?” respondió Irfan Khawaja, profesor de filosofía y
miembro del Instituto para la Secularización de la Sociedad Islámica: “¡NO!
El Islam debe morir, no cambiar”. En cambio, Ibn Warraq, autor del libro Por
qué no soy musulmán e investigador sobre secularización del Islam,
respondió: “¡SÍ! El Islam puede ser reformado”. A continuación una
traducción y síntesis de ambas posiciones.
El Islam debe morir “y todos nosotros debemos trabajar para hacer que eso
ocurra”. Gran parte de la argumentación de Khawaja se aplica también al
cristianismo y al judaísmo: las religiones que, con el Islam, plantean la
existencia de un ser supremo que castiga o premia, vigila, ordena y pone a
prueba nuestra virtud con pequeñas artimañas, por ejemplo la de ordenar a un
padre que le sacrifique a su único hijo, como hizo con Abraham. Una reforma
plantearía que el Islam es una religión esencialmente maravillosa (con
algunos locos, como hay por doquier) a la que se debe buscar un pacífico
acomodo con la modernidad; pero no tendríamos derecho a expresar que “no hay
un Dios, Mahoma no es su profeta (y ningún otro lo es) y el Corán es una
impresionante muestra de poesía árabe del siglo VII, pero no puede tomarse
seriamente como guía para la vida del siglo XXI”, como tampoco puede tomarse
al pie de la letra la Biblia, ni en su parte judía ni en la cristiana.
El asunto es que ninguno de esos libros es sagrado ni fue dictado por
ninguna divinidad. A quienes vivimos empapados en “el evangelio de Milton,
Locke, Jefferson y Mill se nos permite, más o menos, decir lo que sea”, pero
tampoco podemos “empeñarnos en un asalto frontal contra la religión”.
Ante el arrebato de cursilería que atosiga a México por la gripa del Papa,
diga usted que ya debería morirse porque hace tiempo no entiende lo que
ocurre a su alrededor... y verá las caras largas de los discretos y las
muecas de furia de los menos discretos. Si es falso, como lo es, que existe
un Dios personal, vida después de la muerte, que el Corán (o la Biblia o los
Evangelios) son de inspiración divina, nuestra tarea no es adaptar esas
creencias para que sobrevivan en el siglo XXI, sino arrancarlas de raíz.
“Puesto que el Islam aspira a la verdad universal (como el cristianismo),
pero no es verdadero, la única forma racional de manejarlo es atacar sus
pretensiones de verdad. De ahí mi rechazo a la reforma. ¿No fue eso lo que
dio a la cristiandad la reforma protestante? ¿Y fue realmente una mejoría
sobre su predecesora?”.
Hay una diferencia y la debemos no tanto a la Reforma, aunque influyó
poderosamente, sino a la Ilustración: aquí ya no se lleva a la hoguera al
autor de estas líneas. ¿Falta una Ilustración para el Islam? Warraq eso
plantea: “Los líderes políticos, periodistas y eruditos occidentales
necesitan sobreponerse a su cariño por proteger las tiernas sensibilidades
musulmanas; no hacemos al Islam ningún favor al retrasar su encuentro con
los valores de la Ilustración”. Warraq supone que una reforma secular puede
ocurrir en el mundo musulmán; para ello es necesario que, primero, desde los
países donde existe libertad de expresión y de investigación científica se
“aliente a los musulmanes a tomar una visión racional del Islam” (eso dice,
pero me declaro incapaz de imaginar cómo); segundo, se proteja a los no
musulmanes dentro de las sociedades islámicas para alentar el pluralismo
religioso (no quisiera estar en el lugar del pluralista, que sería tratado
como policía de Tláhuac mientras Occidente mira con más ineptitud que la de
Ebrard); tercero, “podemos fomentar la racionalidad secularizando la
educación por todo el mundo musulmán. Educación secular significará el
cierre de las madrazas (escuelas de religión musulmana) donde los jóvenes
hijos de familias pobres memorizan el Corán y aprenden sólo jihad (guerra
santa): en síntesis, donde aprenden a ser fanáticos”. Y cuarto, “una más
amplia autocrítica y menos autocompasión, los países islámicos nunca
progresarán mientras culpen de todos sus males a Occidente”.
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Pues bien: ya puede usted reírse. Usos y costumbres de AMLO. Cuando usted
sea acusado por su ex esposa de no pagarle pensión alimenticia a los hijos
de ambos, no se presente al juzgado con un alegato jurídico: junte a todos
sus primos y amigos y hágale un mitin al juez. Ésa es la receta que López
Obrador practica y le funciona muy bien. La viene perfeccionando desde que
llenaba camiones de tabasqueños para ocupar el Zócalo en protesta por otro
compló, el que lo había despojado de la gubernatura de su estado. Manuel
Camacho y Marcelo Ebrard, entonces priistas y salinistas, lo ayudaban como
podían. Y podían mucho entonces. Así defendió también su candidatura a jefe
de Gobierno del DF cuando quedó demostrado que no cumplía los requisitos de
residencia. Las leyes pueden decir misa: lo que importa es movilizar a “la
gente”. ¿Y quién es “la gente”? Pues quién más: los cuates, los amigos, los
afines, la clientela política, los beneficiados con prestaciones pagadas con
nuestros impuestos y que ahora deben saldar la cuenta con el que parte y
recomparte.
Guerrero. ¿Quién ganó ayer las elecciones en Guerrero? Si fue el empresario
tapatío Zeferino Torreblanca, ganó el desafecto por el PRD... bajo la
franquicia del PRD. Así es esto del oportunismo en ese partido.
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