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La calle-Luis González de Alba
Estados Unidos se queda corto
Publicada el 31 de enero de 2005
El embajador y el gobierno
de Estados Unidos no han hecho sino repetir lo que todos los mexicanos
sabemos y decimos a voces: que padecemos un sistema judicial “débil y
deficiente”, con cuerpos policiacos carentes de recursos y de entrenamiento;
lo mismo dijo el Departamento de Estado... y se quedó muy corto. El
embajador Tony Garza expresó su preocupación porque “la incapacidad de las
fuerzas del orden público locales de hacer frente a la batalla entre
delincuentes de la droga, los secuestros y la violencia en general tendrán
un efecto negativo en el intercambio, el turismo”. ¿Y no es así? A los de
casa nos preocupa porque no tenemos más remedio que aguantar o, como ha
hecho mucha gente, irnos del país.
La respuesta de Fox y Derbez fue digna del PRI antediluviano: envueltos en
la bandera nacional, pergeñaron frases huecas. Era el tono exacto en que
respondían López Mateos, Echeverría o López Portillo, palabrería patriotera
dirigida al consumo interno y elaborada con los resortes más baratos.
Pruebas de que gobierno y embajador se quedaron cortos: 1) los mexicanos
hemos dejado de presentar denuncias cuando somos víctimas de un delito
porque hacerlo no sirve absolutamente para nada y, no pocas veces, sale uno
insultado: “¡Pero cómo se le ocurre! Si no me da los nombres y domicilios y
media filiación de quienes lo asaltaron en el microbús, ¡¿cómo carajos puedo
encontrarlos?! ¡Retírese, por favor, tengo cosas más importantes qué
hacer!”.
2) Cuando detenemos al delincuente, en valeroso acto ciudadano, y lo
entregamos a las autoridades, lo tenemos al día siguiente suelto y
amenazándonos. Por eso los vecinos de la colonia Santa Lucía, en
Guadalajara, mataron la semana pasada a José Isaías Casillas, un conocido
ladrón que “más tardaba la policía en llevárselo preso, que éste en estar en
la calle de nuevo. Lo peor del caso es que, cuando salía, buscaba y
amenazaba de muerte” a quien lo hubiera señalado, dice la nota de Público
MILENIO. Supieron que estaba robando una finca y allí mismo lo mataron. La
nota no dice cómo, pero no lo torturaron ni lo quemaron vivo. Me hice la
pregunta, ante el recuerdo de los hechos de Tláhuac, si hubiera sabido que
lo iban a matar, ¿habría llamado a la policía? Y me respondí: no.
3) Cuando la policía interviene, con frecuencia lo hace como el policía de
Zapopan que disparó contra un joven desarmado y se dio a la fuga. O, cuando
se trata de verdaderos delincuentes, también corren, despavoridos, a la
vista de un cuchillo. Y luego dicen en televisión que no podían disparar
porque “sólo” era un cuchillo y porque les cobran las balas.
No lo dice el Departamento de Estado, sino el regidor de Zapopan, Diego
Monraz, según nota de Dolores Reséndiz: “No tenemos control. ¿Por qué
tenemos policías que roban, policías que matan ciudadanos, ciudadanos que
tienen que asesinar asaltantes y policías que mienten con las cifras?”
Respuesta evidente: pues por eso, porque hay regidores que se hacen la
pregunta cuando está en sus manos hacer la corrección, dar entrenamiento,
revisar antecedentes penales antes de contratar policías, formar al policía
antes de echarlo a la calle armado. Por eso: porque nuestras autoridades se
mesan las barbas como si una policía eficaz cayera del cielo a fuerza de
ruegos.
Sigue la nota: “La Comisión Especial de Seguridad se formó hace unos meses
con el objetivo de indagar en la responsabilidad de la corporación en los
casos de policías involucrados en el robo a una joyería y el de los
oficiales de línea que fungían de escoltas a particulares. Hasta hoy no hay
ningún resultado. ¿La razón? Los regidores explican que nadie los había
citado y que dicha tarea le correspondía al secretario general; sin embargo,
el funcionario respondió que no era ésa su labor.” Pues sí: tenemos esa
policía porque tenemos esos regidores.
4) De cada cien delitos únicamente se aprehende a cuatro presuntos
responsables. El 96 por ciento queda en impunidad total. De esos cuatro,
tres salen libres antes de juicio alguno, simplemente porque hubo errores
graves en la consignación, y el juez (añadiendo los casos frecuentes de
corrupción del juez) los pone libres obligado por la “falta de pruebas”.
5) Ante esta catástrofe policiaca, más bien resulta sorprendente que los
mexicanos en general respeten la ley, lo hacen porque sí, por educación o
moral innatas, no por temor a la policía. Todo mundo sabe que el delito no
se castiga.
6) Un dato: los Estados Unidos son famosos por su nivel de criminalidad.
Pero, por cada 100 mil habitantes ocurren cinco homicidios. En México 14. Y
otra enorme diferencia: los cinco homicidas gringos acaban en la silla
eléctrica o con cadena perpetua. En México nadie molesta a 12 de los 14.
7) Los dos que sí son detenidos, enjuiciados y sentenciados, gozan de visita
familiar multitudinaria los domingos, con canasta provista de lonches y
antojitos por mamá para el “día de campo” al sol del patio de la crujía,
juegos y risas de sobrinos e hijos, caricias de amantes y abuelitas, visita
conyugal, tele y video en la celda si la familia pide permiso. La pinche
cárcel mexicana es de puta risa: lo digo por experiencia, y eso que me tocó
el “Palacio Negro de Lecumberri”: una vacilada. Lo que hace difícil la
cárcel mexicana son los demás presos, no la legislación.
8) Un gobernador en funciones, Murat de Oaxaca, se organiza un autoatentado,
muere un policía. Y la justicia mexicana no consigue espantarse las moscas
luego de un año. Dos policías federales son quemados vivos por incitación,
cada vez más clara, de narcoguerrilleros. Y dice Ebrard que fue Gabriel
Regino que dice que fue Martín Huerta que dice que fue Muchilanga que dice
que fue Bernabé que culpa a la orografía.
Llamar “débil y deficiente” a nuestro sistema de justicia, y mencionar la
falta de entrenamiento de nuestra policía, es lenguaje de terciopelo. Pero
los mexicanos, que siempre andan brindando su casa (“pase a su humilde
casa”, “en la casa de usted”) con ese horrible lenguaje empalagoso, no
pueden oír que las ratas y cucarachas de “su humilde casa de usted” le
preocupan al vecino. Pobres y corruptos, pero sentiditos como jarritos.
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