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La calle-Luis González de Alba
Trabajadores o esclavos
Publicada el 1 de noviembre de 2004
En el aeropuerto de la
Ciudad de México, un señor trabaja de “saca-papeltoalla” para que nos
sequemos las manos quienes nos lavamos. En el de Guadalajara hay una larga
hilera de carritos para cargar maletas... todos con su respectivo cargador,
muy uniformado. Otro señor trabaja indicando que el primer pasajero de la
cola se suba al primer taxi. Digo, la fila de taxis está ordenada; la de
pasajeros también: podría simplemente subirse el primer pasajero en el
primer taxi, como en el resto del mundo. Pero no. Debe haber un director de
la estrategia.
En el resto del mundo hay máquinas que fabrican máquinas fabricadoras de
otras máquinas. Aquí el despachador automático de papel necesita un
operario, inscrito en algún sindicato, que jale y entregue el papel. Antes
también apretaba el grifo del agua. Ya no lo hace porque la malvada
globalización y el neoliberalismo salinistas impusieron los de sensor, pero
instruye acerca de la posición exacta que debe tener la mano para que el
agua salga. En el resto del mundo la gente carga sus maletas en el carrito y
lo empuja. Aquí lo hacen empujadores profesionales con uniforme y gafete
(que se pronuncia como está escrito: ga-fe-te, pues corre la novedad de
llamarlo “gafet”).
¿Por qué hay taxis dejando pasaje y esos mismos taxis no pueden recoger
pasajeros? Porque para transportarlos hay taxis especializados en los
aeropuertos de México. Impedir que un taxista recoja un pasajero porque no
pertenece al sitio del aeropuerto va contra la Constitución y contra los
derechos humanos, pues niega el derecho al trabajo honesto para el cual ese
chofer tiene licencia. Eso de que “el aeropuerto es zona federal” es un mex-barroquismo
incomprensible. ¿Qué significa “zona federal” cuando de recoger pasaje se
trata?
El asunto es otro. Es expresión del eterno burocratismo mexicano afanado en
lucrar con el trabajo de otros: las licencias de taxista no se reparten a
quien presente la solicitud acompañada de pago, licencia y auto apropiado,
sino a la clientela política. La invención mexicana de taxis de aeropuerto
tiene también como fondo la cooptación de clientela política obligada. Como
la invención del empuja-carrito y del saca-papeles: son disfraces para el
desempleo; pero, sobre todo, son puestos que se pagan con asistencia a
mítines y a marchas, con apoyos, votos, servilismo. Los desempleados, lo
sabe cualquiera, son un tesoro político invaluable. Pregunte, quien lo dude,
al dúo Bejarano-Padierna.
Estas invenciones geniales del priismo no han sido desechadas por los
gobiernos perredistas ni panistas porque, simplemente, funcionan. Y
funcionan muy bien para que los gobiernos tengan control sobre grupos que
les adeudan la vida misma. Para el ciudadano resultan una joda constante.
Pero eso a nadie le importa. Cada gobierno integrado por ex opositores saca
al pequeño priista que lleva dentro. Y así es como las prácticas priistaso,
en suma, el priismo, se perpetúa en gobiernos del PAN o del PRD.
Teotihuacán, Egipto y Partenón
Más dañino que el pensamiento del siglo XIX, que hizo categorías altas,
medianas y bajas para las diversas culturas (y sin duda tuvo razón), es el
simplismo conocido como “relativismo cultural”, que sostiene que un kimono
de seda bordado con hilo de plata o una porcelana china del periodo Ming son
iguales a una falda de hojas o a los cuencos de corteza que sirven de ropa y
de platos a pueblos sin escritura. Bobadas de intelectuales parisinos o
neoyorkinos (que no se aplican a sí mismos jamás).
Que “uno puede hacer un gran trabajo de piedrita en piedrita o con una sola
piedrota”, como dice el lector Alberto Rojas, es obvio, y para afirmarlo no
se necesitan las ecuaciones diferenciales que cita (salvo para apantallar a
los lectores ignorantes) porque, simplemente, el trabajo mecánico,
simbolizado en matemáticas por W, realizado por una fuerza constante (F) a
lo largo de una recta (s) es F por s. Y ya. Debemos resolver una integral
(que no una ecuación diferencial) sólo en el caso de fuerza variable (como
la aplicada al comprimir o estirar un resorte). Más sencillo: diez empujones
con fuerza de cien kilos no mueven una piedra de mil, a menos de que sean
simultáneos. Y entonces ya no necesitamos cálculo integral, sino apenas una
suma aritmética. Si no es necesaria una integral, mucho menos ecuaciones
diferenciales (que no es lo mismo).
El trabajo mecánico quizá sea el mismo con piedritas o piedrotas. Pero no
impresiona igual. Tampoco se requieren ecuaciones diferenciales para asumir
que las pirámides de Egipto no serían tan asombrosas si hubieran sido
construidas con arena del desierto muy bien pegada con buena argamasa.
Aunque diez toneladas de piedra sólida y otras diez de arena se muevan con
el mismo trabajo mecánico, estaremos de acuerdo en que todos podemos mover
diez toneladas de arena, en saquitos de a kilo, uno por uno. Pero quiero ver
quién mueve una sola piedrota de diez toneladas. Eso es lo que nos
impresiona a los simples mortales. No a otros. Por eso Teotihuacán es
enormemente bello, pero menos impresionante en cuanto a su técnica de
construcción, tan poco notable que ni siquiera se la menciona ni se intenta
replicar, con medios de la época, el mismo trabajo. Vaya pues: ni siquiera
los esotéricos afirman que lo construyeran extraterrestres “porque la
tecnología de la época no... bla, bla”. Y eso nos da idea de su poco notable
tecnología.
Pero no era ése el tema de mi artículo, sino que el Partenón es, sin
discusión alguna, modelo arquitectónico del mundo occidental y está rodeado
de comercios que ningún mal le hacen. Teotihuacán fue modelo de un mundo
desaparecido. Y desaparecido para bien.
No por eso se podría permitir un anuncio de neón sobre la Pirámide del Sol.
Pero nadie ha propuesto tal cosa, sino un supermercado a tres kilómetros, en
el horrible, horroroso pueblo llamado San Juan. El solo hecho de que un
asunto tan trivial, tan ridículo, tan banal, tan anodino, suscite polémica,
da idea de que los mexicanos no tenemos nada mejor en qué pensar. Es de
ociosos y pueriles con pensamiento ingenuo. No hay mexicanos en la historia
de la filosofía universal. Digo, como que el dato algo refleja.
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