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La calle-Luis González de Alba
Cuba y México, el bacín y el
jarro
Publicada el 10 de
mayo de 2004
Los mexicanos cargamos la
vergüenza de que millones de compatriotas no encuentren trabajo en su país,
nos recordó el 1 de mayo Fidel Castro, cuya dictadura de medio siglo ha
despoblado Cuba. El éxodo de mexicanos lo debemos al régimen que durante
siete decenios coqueteó con el sistema económico soviético, cuyos últimos
exponentes son Cuba y Corea del Norte. En la Unión Soviética vieron nuestros
gobiernos un modelo parcial y sobre esa admiración, no siempre expresada,
levantaron la llamada “economía mixta”: el Estado (en la práctica el
gobierno) es dueño de todo, pero cede a los particulares algunos renglones
de la economía en los que no podrían hacer demasiado daño a la Patria.
En el fracaso de la vía soviética nos miramos como reflejo en pequeño. Pero
a pesar de nuestro naufragio económico, todavía no comenzamos a fusilar, ni
siquiera a encarcelar, a los deportados de los Estados Unidos. Emigrar al
norte en México es una necesidad, en Cuba es un delito. Los mexicanos
emigran, los cubanos huyen. A los mexicanos los atrapa y deporta la
autoridad vecina. A los cubanos los atrapa la guardia costera cubana y les
espera la cárcel o el paredón a su regreso, como ocurrió a los últimos
jóvenes fusilados por el intento de escapar de la isla. A los que se van,
los mexicanos les tenemos cariño, respeto y hasta sonrojo porque les hemos
fallado. Los que huyen de Cuba son llamados “gusanos”.
Los mexicanos emigran —pero no rumbo a Cuba— sino a un país donde no se
prohíbe la inversión, la tierra es de quien la compra, el petróleo de quien
lo encuentra, la electricidad de quien invierta en producirla. Los capitales
mundiales tienen como primer objetivo los Estados Unidos, los trabajadores
también.
Pero los regímenes “emanados de la Revolución Mexicana” crearon un sistema
que compartió muchas similitudes con el cubano de hoy: partido de Estado
omnipresente, persecución de la disidencia, prensa gobiernista, burocracia
afianzada a sus privilegios, política clientelar que premia la disciplina al
partido-gobierno, organización corporativa del Estado por la que los
trabajadores quedan subordinados al gobierno (como en el fascismo italiano),
recursos públicos a disposición del partido oficial y, sobre todo,
ideología, lenguaje, discursos, discursos y más discursos. Por eso se
llevaron tan bien y se brindaron la complicidad mutua que se deben los
secuaces: hoy por ti, mañana por mí.
Los mexicanos emigran a Estados Unidos porque las industrias mexicanas
quiebran, abrumadas por los interminables trámites de estilo soviético, los
obstáculos a cada paso, la defensa oficial del ambulantaje (que distribuye
el contrabando), el sistema fiscal y laboral enemigo del inversionista;
porque se impide la apertura de fuentes de trabajo, como hizo el PRD en
Tepoztlán con aquella inversión multimillonaria. Los cubanos huyen de una
dictadura sin libertad de prensa, sin derechos humanos, sin libertades
políticas como la de construir un partido, sin libertad de tránsito ni de
trabajo; se fugan de la permanente vigilancia, la denuncia, el chisme
elevado a sistema policiaco.
El tirano de Cuba lleva en el poder 45 años: superó a Franco, a Somoza, a
Batista, a Trujillo y, por supuesto, a Pinochet. En estos años, el número de
cubanos asesinados por el régimen sangriento de Castro supera con mucho los
torturados y muertos en el golpe contra Salvador Allende en Chile. Con una
gran, enorme diferencia: Pinochet aceptó un plebiscito y, una vez que lo
perdió, se fue a su casa. Y no dejó un país en ruinas, sino la economía más
próspera de Latinoamérica, aunque nos duela decirlo a quienes creímos en
Allende. La metralleta obsequiada por Castro en su larga estadía chilena, le
sirvió al presidente socialista para suicidarse. Mejor metáfora no hay.
Chile está gobernado hoy por otro socialista. Pinochet vive su retiro en
santa paz, como nunca hará Castro. El presidente Lagos, como Felipe González
en España, pertenece a una nueva generación de socialistas que ya no cree
representar a los únicos buenos. Una categoría que aún no conocemos en
México.
Los mexicanos pudimos ver al tedioso y mentiroso secretario de Relaciones
cubano, lo oímos negar que Cuba interviniera en asuntos internos de México,
al tiempo que hacía lo que negaba e intervenía sin decoro en asuntos
internos de México. Los cubanos no pudieron ver ni oír la respuesta de las
autoridades mexicanas.
La prensa mexicana trae, a diario, caricaturas del Presidente de la
República y de sus principales ministros, unas justas, otras injustas,
buenas y malas y tontas. Pero el secretario de Relaciones cubano se declara
inmensamente ofendido porque nuestro secretario de Gobernación se refirió al
eterno dictador cubano como Castro, sin título. La “prensa” cubana es un
diario, uno, y propiedad del gobierno. La prensa mexicana ofrece todos los
matices ideológicos que caracterizan a nuestra población, puede investigar a
los gobiernos, puede hasta mentir sin recato en primera plana, como en el
párrafo: “El canciller cubano Felipe Pérez Roque presentó un video en el que
Carlos Ahumada reconoce que negoció ‘protección jurídica’ y apoyo económico
de las autoridades federales...” Cuando eso NO lo dice Ahumada, no al menos
en el fragmento de video dado a conocer por Cuba, sino Pérez Roque; Ahumada
se limita a hablar de un genérico “ellos” que no identifica. Y no pasa nada.
Tampoco me fusilan si digo que la ineptitud de nuestro canciller asoma hasta
cuando menciona, decenas de veces, ciertos “Estados Unidos de Norteamérica”,
país que no existe sobre el planeta. No éste.
Imaginemos que dos reporteros cubanos presentan a Granma un artículo para
primera plana que comienza: “El secretario de Gobernación mexicano demostró
el complot urdido por Fidel Castro y el PRD en apoyo de López Obrador.” Como
a los generales que atentaron contra Hitler, en las mazmorras cubanas los
colgarían por la nuca de ganchos para reses.
En fin, que estamos viendo un capítulo del complot cubano con el que se nos
quiere hacer olvidar la corrupción del gobierno perredista del DF, al que
ningún complot habría golpeado si de honestos se tratara. Una conclusión nos
deja todo este escándalo, y es que México necesita dos, tres, muchos
complots contra todos los políticos corruptos a los que todavía nadie ha
videograbado ni exhibido por televisión en plena pillería. Que algún día
topen con su Ahumada. Quiera Dios.
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