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La calle-Luis González de Alba
Desafuero en Santiago
Publicada el 6 de
septiembre de 2004
1971. Santiago de Chile.
Pues siempre sí desaforaron a Codelia, el intendente de la provincia de
Colchagua. Yo iba al cine a ver Midnight Cowboy cuando escuché un tumulto. A
varias cuadras se veía un grupo numeroso. Llegué al cine, vi que pronto
empezaría la película y regresé deprisa, guiándome por el ruido. Cuando
estuve a una cuadra, sentí otra vez la olvidada emoción de llegar a un
mitin. Primero creí que sería alguna peregrinación, pues había estandartes;
pero enseguida distinguí mantas, banderas chilenas y pancartas. Me metí
entre la gente.
—¡Que voten frente al pueblo! ¡Que voten frénteal pueeeblo! ¡Que voten
frénteal pueeeblo!
Era el grito dominante, interrumpido por vivas a la Unidad Popular (la
coalición de izquierda que gobierna Chile).
—Disculpe, por qué están aquí... —me miró un momento y respondió:
—Van a desaforar a un intendente... ¿ya?
—¡Ah! (¿Y qué será aquí un intendente?)
(Aclaración en septiembre de 2004: ese “ya” chileno en nada se parece al
mexicano. Aquí habría significado: ¿ya entendiste, estúpido? Así que
desconcierta las primeras veces que se lo oye, pero no tiene más sentido que
un ¿ves?)
—Y qué hace un intendente —pregunta el mexicano para quien es algo así como
un velador y no imagina que pudiera tener fuero.
—Es quien gobierna una provincia.
—¡Ah, vaya!, una especie de gobernador. Ya entiendo. ¿Y por qué lo
desafueran?
El interlocutor era un hombre joven, bien vestido, con tipo de
profesionista.
—Loj momio lo acusan de allanamiento de morada sin orden de cateo, ¿ya? Uno
terrateniente balearon a campesinoj en Colchagua y el intendente ordenó un
cateo a la casa de lo terrateniente para encontrar laj arma. Pero ahora
resulta de que loj momio dicen que no había orden judicial. Loj momio son la
derecha, ¿ya?
—Y este edificio ¿qué es?
—El Congreso. Toda esta gente ha venido desde Colchagua y no la dejan
entrar; está aquí en la calle desde las once de la mañana, todos son
campesinos.
Pude ver un cordón de carabineros, con su característico uniforme verde, que
cerraba la entrada al Congreso.
—¡Que voten frénteal pueeeblo!
—¿Están armados?
—Por supuesto que no.
Me veía con curiosidad desde que empecé a hablarle. Obviamente me había
notado el acento extranjero, pero no preguntaba nada.
—Ustedes no pueden hacer esto, ¿verdad?— dijo con una sonrisa.
—No —respondí—, en México ya no hubieran disparado por lo menos gases
lacrimógenos para dispersarnos.
—O como en la plaza...
—Sí, o como allí.
—Se hizo un largo silencio. Sobre nosotros estaba la Cruz del Sur, la
verdadera, la que sólo se ve en el hemisferio sur. Eran las ocho de la noche
y Orión ascendía lentamente en el cielo de otoño, un otoño en mayo, un Orión
en mayo, cuando ya no puede verse en el norte. Y de cabeza. La primera vez
que lo vi, creí estar borracho: la cabeza hacia abajo, el tahalí no le
colgaba del cinto, sino que subía, y su arco parecía dispararse sobre la
ciudad, apuntando al horizonte, al norte.
Empezaron a chistar desde las gradas y poco a poco los campesinos guardaron
silencio: ¡Va a hablar un diputado! ¡Silencio! ¡Va a hablar un diputado!
—¡Sin Codelia no noj vamo!
—¡Shhh!— chistaron por todas partes.
El silencio se impuso, pero no se oía el discurso pronunciado desde la
entrada. Reflectores y cámaras de televisión destacaban. Los campesinos,
impacientes al no oír, volvieron a zarandear sus mantas y a gritar con voces
enronquecidas:
—¡Sin Codelia no noj vamo! ¡Sin Codelia no noj vamo! ¡Que voten frente al
pueblo!
Todos llevaban sombreros de fieltro con ala muy pequeña, y sacos de casimir
corriente (pero casimir). Intenté descifrar su propia versión; pero, si a
los chilenos de Santiago les entiendo la mitad, a los campesinos no les
entendía nada más que “... o la guerra civil”. Palabras que, por supuesto,
me incitaban aún más a indagar qué había dicho antes mi informante. Volvía a
preguntar y nuevamente escuchaba el sonsonete chileno durante un cuarto de
hora: “... ujté e gente instruííída..., pero yo digo que loj momio no noj
van a quitar el pan, ¿ya? No noj lo van a quitá porque ello ya han comío y
también suj hijo; pero ¿y lo nuétroj? Ahora ello van a comé, ¿ah? uté qué
cre... ma nuejtro intendente quiere a lo campesino y si lo momio... d’eso...
¡la guerra civil!
Otra vez no había entendido cómo llegaba el hombre a la guerra civil. Una
banda de muchachos, algunos aún niños, miembros de las juventudes
comunistas, empezó a tocar mientras toda la gente cantaba.
La sesión del Congreso se suspendió porque, según algunos diputados,
incluidos algunos radicales, no se podía aceptar la presión ejercida por los
campesinos que esperaban afuera. Al día siguiente, por la mañana, se
reunieron de nuevo los diputados y desaforaron a Codelia.
2004: Apareció el cuadernito verde perdido entre las cajas de mudanza y aquí
está la historia mencionada el pasado lunes. A Codelia lo desaforaron porque
ordenó un cateo sin orden judicial. Era un gobernador del partido del
presidente Salvador Allende. Como quien aquí desafuera a un gobernador
panista, al de Querétaro, digamos. Dura lex, sed lex.
Y como todos los días se equivocan al conjugar el verbo desaforar, aquí va
la regla: se conjuga como poder: desafuero, desafueras, desafuera,
desaforamos, desaforáis, desafueran.
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