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La calle-Luis González de Alba
Organización sin organizadores
Publicada el 9 de
agosto de 2004
Un
mes antes de la caída del Muro de Berlín, se reunieron 70,000 personas en
las calles de Leipzig, entonces en la Alemania Oriental, para protestar
contra el régimen comunista y exigir reformas democráticas. El hecho más
notable fue que ninguna organización ciudadana planeó el acto ni hizo previa
publicidad a la convocatoria. Hacerlo habría significado el inmediato
encarcelamiento de los convocantes. Un férreo círculo vicioso impedía todo
acto de protesta: no había libertad para realizarlo y sólo con libertad
puede organizarse una protesta. ¿O no? Leipzig demuestra que no. Entonces,
se pregunta el equipo de la Universidad Northwestern que analiza el hecho,
¿cómo decidió toda esta gente salir junta en ese día particular?
Un estudio realizado por investigadores de esa misma universidad arroja luz
sobre la forma en que las personas pueden obtener información acerca de
preferencias y decisiones de otras personas con quienes no tienen relación o
ni siquiera contacto. Recordemos que en los tiempos de la manifestación de
Leipzig, ocurrida el 9 de octubre de 1989, la internet era inexistente en
los países comunistas y de empleo reducido hasta en el mundo desarrollado.
Las computadoras personales tampoco eran de uso frecuente. Aun el teléfono
padecía insalvables restricciones en los países del bloque socialista y en
otros donde la compañía telefónica era propiedad del gobierno, como México.
Los hallazgos del equipo de la Northwestern se publicaron a principios de
agosto en los prestigiosos Proceedings of the National Academy of Sciences.
En esencia dicen que la marcha de Leipzig por reformas democráticas es un
ejemplo de sistema complejo, resultado de un proceso en desarrollo. “La
característica común a los sistemas complejos, sean de naturaleza social o
biológica, es que muestran organización sin que haya sido aplicado ningún
principio organizativo externo”. Organización sin organizadores. Esto no
despeja la interrogación sobre la manera en que ocurre el consenso. “Nuestro
modelo computarizado muestra cómo las redes sociales pueden sustituirse por
mecanismos centrales en la toma de decisiones”, dijo Luis Amaral, profesor
asociado de ingeniería química y biológica, uno de los autores del ensayo en
los Proceedings. “Sorpresivamente, la información puede ser agregada más
eficientemente si la transmisión de información local no es perfectamente
confiable, sino sujeta a error o ruido azaroso, debido a falta de confianza,
indecisión o tecnologías informáticas no
confiables”.
Para los ciudadanos de Leipzig, el “ruido” fue la presencia de la Stasi, la
policía secreta del gobierno comunista. “Que las personas debieran evitar
ciertas formas de comunicación, a causa del temor a la Stasi, pudo en
realidad haber contribuido a una más eficiente dispersión de la información
acerca de la insatisfacción generalizada con el régimen y la voluntad de
hacer algo en contra”, dice Amaral.
El estudio de la Northwestern también clarifica cómo las normas sociales
pueden ser rápidamente adoptadas y permanecer como engranes de la sociedad y
hasta cómo los organismos unicelulares pueden organizarse en estructuras
multicelulares.
Los investigadores muestran que si una persona o célula adopta el estado de
la mayoría de sus vecinos dentro de una intrincada red de comunicación, esta
simple regla de mayoría puede conducir eficientemente a una organización
global. “En la vida real empleamos reglas simples para decidir qué hacer”,
señala Amaral. “La gente tiende a ajustar sus opiniones basándose en lo que
le dice la mayoría”. Estas invisibles redes sociales producen asombrosas
sincronizaciones, respuestas simultáneas que no parecen haberse planificado.
El hallazgo más importante fue contrario al sentido común: las redes son más
eficientes cuando deben superar obstáculos, ya sea el espionaje de una
policía secreta o las aberrantes explicaciones de un alcalde que ve moros
con tranchete, cuando hay y cuando no hay.
IMSS. El derecho de un solo sindicato a seguirse comiendo los pagos que 12
millones de trabajadores hacen para que 50 millones tengan acceso al
servicio médico del IMSS, es ahora una bandera de la “izquierda”. Vivir para
verlo. Es que los charros sindicales (lo supo siempre el PRI) retribuyen más
que los trabajadores urgidos de atención médica: los caciques sindicales
aportan votos, apoyos, acarreados para mítines, mayorías en el Congreso.
Responder a un trabajador que lamentablemente no hay medicinas en el IMSS ni
camas de hospital ni quirófanos ni laboratorios, no quita votos. El paciente
no sabe que sus aportaciones y las de su patrón se convirtieron en pensiones
para trabajadores del IMSS y por eso no hay siquiera material de curación.
Pero, en cambio, atentar contra la burocracia sindical trae un costo
político que se refleja en las elecciones inmediatas. De ahí que el régimen
priista haya atendido siempre “la lucha” de los charros al frente de todos
los sindicatos mayores: poco importaba, hace 40 años, si al comenzar el
siglo XXI el Seguro Social iba a destinar sus mayores recursos a pagar
jubilaciones de su propio sindicato y no a garantizar la salud de la mitad
de los mexicanos.
Con todo, hubiera sido mejor que se perdiera la reforma recién aprobada por
el Congreso, pues no tendrá efecto hasta que se jubilen los contratados
mañana bajo las nuevas normas: dentro de 28 años. Si hemos de tener tanta
resistencia, paros, mítines, bloqueos y piedras, mejor será ir por todo, por
una reforma completa que garantice la supervivencia del IMSS desde el día
mismo de su aprobación. La actual reforma, como quedó, se parece a las
reformas hacendarias: no sirven para nada, salvo para sacar protestas a las
calles.
Luis González
de Alba
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