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La calle-Luis González de Alba
Nueva izquierda: vieja derecha
Publicada el 26 de
julio de 2004
Y
de pronto he aquí que las niñas bien, los muchachos panistas de ayer, los
apolíticos por definición, las alumnas del Sagrado Corazón encontraron muy
nice acercarse a los mugrosos. “Son buena onda, ¿ves?” Mientras en la
izquierda descubríamos los crímenes de la URSS, el terror castrista que hoy
se autocelebra, los ajustes de cuentas entre nuestros guerrilleros, la
instalación de nuevos despotismos con cada guerrilla triunfante; mientras
veíamos la sustitución de una intransigencia por otra, de una opresión por
otra, la antigua derecha se convirtió con atraso a la nueva religión.
El mundo cambió y ellos conservan sus viejos reflejos: los reflejos de la
derecha travestidos de izquierdismo en un lenguaje que todavía les parece
novedoso. Si ya era escaso el repertorio de recetas fáciles en la vieja
izquierda, en la nueva es más escaso y fácil: la policía siempre es mala de
telenovela, aunque haya quienes la ataquen con palos, fierros y lumbre; los
estudiantes siempre tienen razón y la tienen los campesinos y los
sindicalistas y los marchistas (éstos siempre y cuando los haya convocado el
PRD).
A esta izquierda le aparece sin falta un núcleo duro autoritario: quien no
coincide con ellos es un traidor, quien señala que en un caso específico un
joven policía fue desnudado, golpeado, atado y bañado en gasolina es porque
se pasó al enemigo de clase. Defienden al tirano Fidel Castro como la
derecha de ayer a Francisco Franco: mismos argumentos retóricos, misma doble
moral: “Fidel (o Franco o Somoza) se ve forzado a hacer lo que hace para
salvar a su patria”. Y cuando la Marrana del Caribe les hace dos, tres,
muchos desplantes imperiales, acuden a congraciarse con ella exhibiendo la
unción con que antes besaban la mano a sus obispos.
Como es natural a la derecha, defienden a los charros sindicales aunque
éstos lleven a la quiebra al Seguro Social y —para pagar la jubilación
precoz de los asalariados del IMSS y sólo la de ellos— lo dejen sin
medicinas. Y se atreven a defender esa disparidad entre las edades de
jubilación. No parecen sonrojarse, no tienen vergüenza alguna. Como no la
tiene su prensa afín, con su carga de vilezas. En tiempos del priato, estos
charros se sirvieron del presupuesto la tajada del león. Con prestaciones
impagables nos pasaron la factura de aquel pasado a este presente.
Mantuvieron al gremio disciplinado ante el gobierno con la fórmula
milenaria: pan y circo. Los charros son la única puerta de entrada para
obtener trabajo en el IMSS y la puerta de fulminante salida al primer
desacato. Ellos parten y reparten y se quedan con la mejor parte, mientras
los hospitales lavan y reemplean las jeringas desechables, los enfermos
acuden inútilmente a la farmacia siempre escasa de medicinas, se pide a los
familiares comprar lo indispensable, los médicos atienden medio centenar de
enfermos al día. Porque no importa el paciente ni su curación, sino que el
charro garantice a sus huestes que la afanadora que entra de 15 años a lavar
batas se jubile del IMSS a los 42 años con 130 por ciento de su salario. Y
quizá viva todavía otros 40, por desgracia.
Esta nueva izquierda, que fue antes la derecha simple y llana, defiende al
joven clasemediero que agrede a garrotazos a un trabajador policiaco
malpagado, lo defienden porque les sale la solidaridad de clase: un joven
encapuchado, quizá estudiante, lanza un merecido chorro de fuego contra un
pinche naco panzón que le cierra el paso a la protesta contra el comercio
mundial.
Estos nuevos conversos, iluminados por nuestros relatos de gestas gloriosas,
indigestados con lemas simplones de mitin y de marcha, condenan todo matiz,
toda reflexión ajena a la norma. No saben, los pobres, que el cantor de la
gesta siempre elige los mejores ángulos. Piden cabezas, no conocimiento de
los hechos; no esclarecimiento sino guillotina. ¿Y qué mejor que la cabeza
de un ex Presidente? Poco le importa a esta derecha travestida de izquierda
que las tesis económicas de Echeverría, las que nos llevaron a la primera
gran crisis económica y al primer endeudamiento impagable, sean las mismas
que ahora reviven los héroes de la neoizquierda, los hoy perredistas
formados por Echeverría: Cárdenas, López Obrador, que no cesan de predicar
echeverrismo económico y político: gasto público para generar empleo, con el
consecuente endeudamiento: echeverrismo que produce los mismos resultados en
naciones o en hogares: la tarjeta de crédito trae bienestar inmediato...
hasta que llega el embargo y se pierde hasta la casa.
Muchos preferimos conocer los hechos aunque los delitos hayan prescrito. La
manifestación celebrada el 10 de junio de 1971 tuvo la oposición de los
principales dirigentes del 68, recién regresados del breve exilio chileno,
porque el motivo para citarla, un conflicto en la Universidad de Nuevo León,
estaba ya resuelto, se había obtenido hasta la renuncia del gobernador. Pero
muchos convocantes impusieron la loca idea de salir a marchar bajo la
demanda que a cada quien apeteciera. El caldo perfecto para una provocación.
Un aprendiz de fotógrafo, el Gordo González Infante, tomaba fotos a los
granaderos cuando vio aparecer jóvenes con palos y fotos del Che que rompían
las filas policiacas. Ahora se concluye que eran Los Halcones. ¿Lo verificó
la Fiscalía Especial? ¿Por qué Los Halcones, indudables agresores de la
manifestación, armados de varas en su primer ataque (lo cual también es un
delito), sacaron luego armas de fuego? ¿Cuántos dispararon y cuántos no?
¿Cómo se llaman los que sí dispararon? ¿Quiénes no lo hicieron? ¿Por qué?
¿Fueron interrogados? ¿Cuántos manifestantes, prevenidos por la matanza del
2 de octubre, iban armados? ¿Dispararon? ¿Por eso Los Halcones fueron a
mejorar sus armas? ¿Cuántos eran estudiantes de buena fe que por error
llevaron arma y cuántos eran provocadores infiltrados por la policía al
abrigo de una manifestación sin orden ni objetivo? ¿Alguien en la Fiscalía
se tomó la molestia de confirmar si eran Halcones o manifestantes los que
armados de palos y pancartas del Che rompieron las filas de los granaderos?
¿Y Muñoz Ledo?
Cuando Luis Echeverría era presidente de la República, Porfirio Muñoz Ledo
era subsecretario de la Presidencia. ¿Por qué no aparece entre los
consignados por la Fiscalía Especial? ¿Ya lo perdonaron? ¿A él sí?
Luis González
de Alba
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