La terrible soledad acompañada.

 

¡Que felicidad!  Se acerca el día de tu boda y estás lista y preparada para dar el tan ansiado sí y comprometerte a ser fiel y amar a tu futuro esposo hasta que la muerte o una rubia de minifalda los separe -puedes tomar esto a broma pero es muy cierto-, aunque en ese momento nada empaña ni nubla el cielo azul de tus ilusiones.

 

Dejémonos de sarcasmos y cursilerías y prosigamos.  ¿Hace cuanto que conocimos al fulanito? ¿Uno, dos, cinco, diez o veinte años?  “Se dan casos”.  Bueno, lo que sea, la situación es que por fin el novio en turno se decidió después de algunos empujoncitos nuestros en conjunto de la familia y nos hizo la gran,  la inesperada y deseada pregunta.  Habrá alguna inteligente novia que lo piense y lo analice profundamente para valorar todos los pros y contras y equilibrando todo esto y a pesar de los innumerables contras, que son los que inclinan más la balanza, habrá decidido que no importa, “yo lo haré cambiar y se hará a mi modo”, ¡Ja, ja, ja!  ¡Craso error!.  Alguna vez alguien me dijo  que quien no cambia antes de los 18 ya no cambiaba nunca y tenía razón, aunque yo le corregiría que es antes de los 8, pero en fin, algunas veces los sueños de opio se prolongan durante toda la vida matrimonial y esta mujercita se dedicará a esforzarse en hacer cambiar a su hombre aunque no lo logre nunca, pero por lo menos será de las pocas que lo pensó y a pesar de todos los pesares decidió casarse con él, ahora si que el “pez por su propia boca muere”.

 

Veamos ahora a la que le hacen la misma pregunta y contesta inmediatamente que “siiiii”, pues la petición estuvo cargada de miel y cursilería que entre el anillo enterrado en un rico pastel o sumergido en el fondo de una cristalina copa de champagne no resistió y sin pensarlo dos veces aceptó; no sabemos qué nos emociona más, si ese detalle o ver a nuestro amorcito con una rodilla en el suelo haciendo la petición al tiempo que unos mágicos violines interpretan nuestra melodía favorita, “I got you under mi skin”, o “The way you look tonight”, porque eso de “Novia mía, novia mía, cascabel de plata y oro, tienes que ser mi mujer” pues ya pasó de moda.  Así que ahí va la mujer derechito y de cabeza sin siquiera ponerse a pensar en los malos ratos que le ha hecho pasar con sus celos enfermizos ni que le huelen los pies y además el tipo come con la boca abierta.  Por supuesto que no lo quiere pensar, por fin alguien le pidió matrimonio y se tiene que casar antes que sus primas y sus amigas, además es la hermana mayor y ya dice el viejo y conocido refrán “hermana brincada, hermana quedada” y eso no, nunca, mejor casada e infeliz que solterona y amargada.  ¡Ups!

 

Pero también tenemos otra especie y tal vez sea la más común, la que  vivió en la fiesta y en el reventón saliendo con cuanto galán se le ponía enfrente, pues por divertida y hasta a veces liberal era el alma de las reuniones y de verdad que disfrutó de la vida, y aunque tuvo mil oportunidades buenas, las dejó pasar porque la diversión era mucha y no era tiempo de pensar en responsabilidades ni mucho menos en hijos, pero de repente se da cuenta que ya no es una jovencita, que el reloj biológico esta a punto de recordarnos que los años no pasan…¡Se quedan!  Comienza a buscar con desesperación y se da cuenta que ya todas sus amigas se casaron –algunas hasta se divorciaron-  y los pocos solteros que quedan fueron los que desecharon las demás por no ser muy buenos prospectos, y en un acto de verdadera desesperación, empieza a salir con uno y con otro, tratando de convencer “sutilmente” a alguno que ella es la mejor opción para formar un hogar y, ¿qué cree?  Por ahí aparece uno que pica el anzuelo y logra iniciar una relación sólida, no importa que no sea de vestidito blanco en la iglesia y con el sacerdote dándoles la bendición; la vida moderna indica que tal vez sea mejor vivir juntos, así que inician la aventura de la vida en pareja.

 

Muchas corren con suerte, lo menos grave que les sucede es que no se adapten a las manías y malos modos de su compañero y a los pocos meses o años se separen y vuelvan a quedarse solas o inicien otra relación, tal vez ya ni siquiera les queden ganas y se involucren en otras actividades más reconfortantes y que la mayoría de las veces es lo más sano que les pueda pasar.   Pero están las que se quedan soportando todo, absolutamente todo por el miedo al que dirán, por el miedo a quedarse solas, a que no haya quien las mantenga o simplemente para “disfrutar” de la terrible “soledad acompañada”.  Sí, ya sabe usted, el tipo que está todo el día metido en la casa sin hacer nada de utilidad porque no sirve para hacer nada más que ver televisión, comer, ordenar, dar una lata infernal y que no es capaz de dirigirle ya no digamos una mirada ni una palabra ni buena ni mala  a su mujer, el tipo que porque la sopa no es de su agrado le voltea un insulto y a lo mejor hasta un golpe porque después de tantos años viviendo juntos aún no sabe como le gusta la sopa y es el colmo, así que utiliza los castigos corporales para enseñarle.   Habrá algunos que no sean “tan agresivos” y solo se limitan a hacer algún reproche y le dejan de hablar a la esposa.  ¿El motivo?  Cualquier cosa es buena: llegó tarde por él, no fue a la tintorería, le dieron un golpe en el coche, no bañó a los niños, se durmió y no lo esperó, le reprochó porque llegó con copas, subió de peso, bajó de peso, no hizo nada, la vio platicando con el carnicero y tantos pretextos como a usted se le ocurran, me imagino que usted puede ampliar esta lista, ¿verdad?

 

Pero que tal en la noche ¿eh?  Cuando usted ya se acostó después de un día de perros por que se la sonaron o porque no le dirigieron la palabra en todo el día y se siente cansada física y mentalmente, y de repente siente una mano que le recorre el cuerpo de arriba abajo.  Usted se tensa y trata de hacerse la dormida a ver si así se libra usted de lo que se avecina, pero ¡Nooooo!  Eso es lo que menos le importa y si usted arguye cualquier pretexto de los ya tan conocidos como: me duele la cabeza, los niños, no tengo ganas, etc., etc., etc.,  pues pueden pasar dos cosas, la primera, que no le hagan caso y la obliguen a cumplir como buena esposa que es, sin importar ni su sentimiento ni su enojo ni el cansancio, o que la avienten y le suelten otra vez insultos y amenazas.  ¿Se le hace conocido esto? “Por eso uno no quiere llegar a la casa y no te extrañe si ando con otra que si me dé lo que tu me niegas, ni que estuvieras tan buena, bla, bla, bla”. 

 

Con una u otra situación nos quedamos pensando, mientras el hombre duerme a pierna suelta, ¿es esto lo que quiero para toda mi vida? ¿tendré que despertar siempre y ver esta cara que ya no me inspira absolutamente nada? ¿alguna vez tendré el valor de dejarlo?  No sé que vaya a decidir usted, pero qué difícil debe ser dormir con el enemigo y al otro día tener que tratarlo como si fuera nuestro mejor amigo, despertar de buenas y despedirlo con una sonrisa para que no iniciemos el día peleando, porque es más fácil “llevar la fiesta en paz”  que ponerlo a él ídem y mandarlo al demonio.  Si, es muy difícil pero no es imposible y le aseguro que no importa la edad ni la posición social, es mejor vivir tranquila y feliz unos pocos años que vivir acompañada de alguien a quien ya ni siquiera queremos, porque amar es una palabra muy fuerte para que dure después de tanto dolor.  ¿O usted que cree?

 

 

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