Los hijos en el divorcio.

 

Me da mucho gusto estar nuevamente con ustedes después de disfrutar de este Christmas Break: la verdad es que fueron unos días muy agradables compartiendo con seres muy queridos nuestras bellas tradiciones y abundante comida, la cual empieza a hacer sus estragos en la anatomía ¿verdad?, pero bueno, ya es hora de ponernos a trabajar e iniciar este año con un nuevo artículo que, como el titulo lo dice “Esto es Verdad”, aunque a veces nos duela.

 

Alguien me preguntó alguna vez que de dónde sacaba mis temas y sin tener que pensar mucho le contesté que la gran mayoría eran y son vivencias personales, experiencias de familiares, comentarios de amigos e historias que me contaron hace muchísimo tiempo, por lo que si alguien se siente aludido o molesto por lo que aquí se escribe, quiero que sepa que es sin el afán de molestar o de lastimar, más bien todo lo contrario, porque sin presumir de psicóloga o experta en algún tema algunas, veces nos hace falta que nos digan un poco nuestros errores para intentar remediarlos antes de que sea demasiado tarde, ¿no lo cree usted?

 

Y bueno, entrando en materia, les comentaré que la mayoría de los padres que se divorcian piensan en su propio dolor, en su propia pérdida y en lo injusta que es la vida con ellos: “¿porqué a mí? Si yo soy tan buena(o), si le soporte tantas cosas, si le ayude a salir del hoyo, ¿cómo puede abandonarnos a mí y a sus hijos?”, etc., pero muchos no se percatan de las situaciones tan ambiguas que a los pobres hijos se les llegan a presentar y lo peor es que los padres no se encuentran preparados para hacer lo correcto cuando se presentan estos problemas.

 

Si los hijos son mayores puede suceder que no hay tanto problema, pues ya entienden y además apoyan a los mas chicos (aunque esto no siempre es una regla), pero si esta ruptura se presenta cuando los hijos son más pequeños y no entienden porqué papi ya no vive en la casa o de plano ni siquiera se percató que en el hogar vivió alguna vez un papi o una mami y solo de vez en cuando aparece un señor que le dicen que es papá y lo va a  llevar a pasear; “entonces ahí hay problemas”.  ¿Porqué?  Pues porque los hijos casi siempre crecen en una doble existencia (son raros los padres que tienen la inteligencia para hacerlos participar activamente de ambos ambientes), la de casa de mamá, en donde se cumple con requisitos, reglas y algunas normas, donde se castiga si no se cumplen estas y en donde hay que dar para recibir, y el hogar de papá, quien solo premia y da regalos y todo lo qué quieren o piden, premiándolos por nada y tratando de ganarse su cariño y su amor de forma económica.  Le aseguro que de estos especimenes hay muchos más que de los que están de verdad emocionalmente al pendiente de los hijos; los  que hablan frecuentemente con la ex para preguntar cómo van los hijos en la escuela o si no hay algún contratiempo, si no le hace falta algo al hijo, si ya se le habló de sexo, de drogas o de algunas amistades, a qué hora llega de las fiestas, etc.  Y si ambos  “ex”  ya se casaron por su lado y tienen otra pareja y más hijos, entonces sí, los que están en medio de estas situaciones suelen vivir experiencias muy difíciles.  Papá insiste en llevarse a los hijos a su casa de fin de semana y ellos se niegan pues no existe una buena relación con la nueva esposa (y a veces ni con el propio progenitor(a)) y aunque la hubiera, no les gusta dormir en otro lugar porque se sienten inseguros emocionalmente y además; “ese señor” es un perfecto desconocido al que solo ve de vez en cuando y que le da regalos en cumpleaños o cuando saca una buena nota en la escuela”, pero en realidad no lo conoce; siempre  está demasiado ocupado con el trabajo, en su nueva casa o con su nueva esposa y con sus nuevos hijos y a los anteriores solo hay que proveerles de lo necesario ¡y eso a veces!  Nunca hay una llamada para preguntarles como están y si algo les hace falta o si ese señor que vive ahora con su mamá los trata bien y si lo llegan a preguntar, es solo para tratar de fastidiar al o a la conyugue con situaciones que ya son cliché, o incluso preguntarles si están a gusto compartiendo la casa con un nuevo hermanito.  Tampoco les dicen cosas como: “sabes que esta es tu casa” “aquí tienes una habitación y puedes venir de visita y quedarte cuanto quieras”, “me puedes llamar a la hora que me necesites para apoyarte pues siempre estaré para ti”, “si deseas pasar las vacaciones conmigo lo puedes hacer”, etc. Pero cuando este hijo llama al padre al trabajo y tiene la mala suerte de hacerlo cuando esta ocupado, estos señores pueden llegar a ser verdaderamente groseros y hacer sentir al hijo que es inoportuno.

 

Algunos solo piensan en la cantidad de contratiempos que se les pueden presentar con la nueva mujer y cómo les van a cambiar la vida así, que lo mejor es evitarlo; también están los que consideran que es obligación de los hijos irse con ellos por el hecho de que les dan tal o cual cosa y no se preocupan por alimentar su corazón con sentimientos de amor, afecto o caricias fraternales, la cosa es: “yo te doy esto y tienes la obligación de darme esto otro”. ¡No!  ¿Por qué?  Además de que les rompimos el esquema en más de un sentido, ahora queremos que actúen como nosotros queremos y que nos den afecto.  Eso no es posible y no es justo.  Ya que los abandonamos por la razón que sean, por lo menos debemos tratar de ganar su confianza y su amor, debemos hacer que se sientan protegidos de cualquier cosa que los amenace y no amenazarlos nosotros con cosas como: “ah, ¿no quieres ir conmigo a tal lugar? ¿no quieres pasar las vacaciones con nosotros?, ¿ no quieres hacer las cosas que te pido?, entonces olvídate de mí y de que te de dinero y que te de el regalo que te prometí”, etc.,  ¡Eso es el más puro y asqueroso chantaje!  Lo peor del caso es que lo cumplen y cuando ese hijo crece y tiene logros y éxitos, entonces ahí si queremos sentirnos orgullosos y muy ufanos, nos gusta presumir “es mi hijo” y si ese ser nos voltea ver con desprecio y pretende no conocernos o no nos invita a su graduación o a su boda, ahí si nos sentimos desplazados y ofendidos por que no nos tomaron en cuenta. 

 

Recuerde que para cosechar hay que sembrar, porque es muy fácil hacer caravanas con sombrero ajeno y no queramos recibir atenciones, satisfacción y amor en donde no supimos fomentarlo. ¿No le parece?

 

 

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