Maestros desprotegidos contra las nuevas generaciones.

 

¿Recuerdan ustedes cuando en las escuelas los castigos a los niños eran corporales?  ¿El jalón de patillas a los niños, el borradorzazo en donde les cayera, los reglazos en la palma de la mano, hincados sosteniendo tabiques, caminar en el patio bajo el rayo del sol o la lluvia y quién sabe cuantas sofisticaciones más de las que muchos padres ni siquiera se enteraban por sus hijos, so pena de sufrir otro castigo igual o peor?

 

Pero también es cierto que nuestros padres y abuelos nos decían, ante nuestra queja sobre el mentor: ¿Pues qué hiciste?  ¡Seguro te lo merecías, alguna diablura cometiste!  ¿No llevaste la tarea verdad?  Y si bien teníamos la promesa de que nuestro progenitor(a) iría a hablar con el maestro en cuestión para saber que maldad habíamos hecho, pensábamos para nuestros adentros, “…ahí te viene mi papá o mi mamá, a ver como te va por haberme castigado”.  Pero para nuestro asombro, el admirado papi o mami nos extendía el castigo o nos amenazaba con sacarnos de la escuela si no nos portábamos bien y respetábamos al maestro como “un segundo padre”, porque antes se nos inculcaban que debíamos respetar a los adultos y a los ancianos, pues eran nuestros mayores, no importaba si eran familia o no.  Por lo tanto, más nos valía portarnos bien, pues corríamos el riesgo de un doble castigo; eso nos hacía niños con valores y respeto a las reglas, y que conste que no estoy aprobando los castigos corporales, porque las injusticias que se cometieron en aras de la educación son materialmente imposibles de siquiera imaginar, y eso en ambos sentidos.  Si nos remontamos a las 3 últimas generaciones, podremos percibir claramente los cambios tan dramáticos que nuestros niños y jóvenes han experimentado, y ni hablar de la tan mentada generación X a la cual no le motiva absolutamente nada.   Como les decía, todo ha cambiado: la modernidad, la psicología infantil, la comunicación, la apertura generacional y la forma de educar a la niñez han influido enormemente en que  la educación y los valores estén en la actualidad demasiado relajados.

 

Parece increíble que en esta época de “Valores”, de “Comisión de Derechos Humanos”, de “Respeto”, los hijos y los padres estén tan carentes de los mismos y tan llenos de mentiras, de dobleces y falsos testimonios.  Verá porqué le digo esto:

 

Tengo la oportunidad de verificar estas situaciones porque parte de mi familia es de profesores: mi madre es maestra de la vieja guardia y mi hermana y cuñada de las nuevas generaciones, y aunque mi madre no estaba a favor de los castigos corporales, nos cuenta que tenía una puntería envidiable con el borrador y a la menor distracción del pupilo, el artefacto salía disparado directo al pupitre del chamaco, haciéndolo pegar tremendo brinco y dedicándole, ahora si, la atención a la maestra, pero si aún así había quien no entendiera, pues se iba al rincón de cara a la pared y tal vez con sus orejas de burro. 

 

Se dieron casos de otros profesores que recibieron muchos reclamos y reprimendas por su exageración, pero casi siempre se solucionaban los problemas con el diálogo entre padres, maestros y director de la escuela, no pasando a mayores y en beneficio del alumno.  Ya le comenté que muchos chicos aprendían a respetar al maestro casi como si fuera el padre y a veces estos niños recibían más comprensión y apoyo del maestro que del propio  padre, pero en la actualidad esto ya casi no existe; el profesor procura involucrarse lo menos posible con la vida de sus alumnos y veremos porqué:  Mi hermana es directora de una prestigiada escuela que cuenta con kinder, primaria, secundaria y preparatoria y se ha tenido que enfrentar a las situaciones más difíciles y hasta ridículas que usted se pueda imaginar.  Podría usted creer que es con los chicos de secundaria o preparatoria con quienes hay más problemas, pero no, las historias más truculentas es con los párvulos.  Le cuento un caso:

 

Estaba la maestra X en el descanso tomando su refrigerio cuando paso un alumno corriendo como un salvaje, empujó a una niña que fue a dar en contra de la maestra, la cual baño a la niña con la comida que traía, una de esas sopas instantáneas que se calientan en el microondas; por fortuna ya casi no estaba caliente, así que la cosa no pasó de manchar el uniforme de la niña.  La maestra, muy molesta, recriminó al chamaco su descuido diciéndole que se fijara y que no fuera tan atrabancado y que si la niña tenía algún problema mandaría llamar a su mamá.  Este chamaco se adelantó a los acontecimientos y acusó a la maestra con la madre diciéndole que una maestra lo había insultado y lo había reprendido de forma exagerada llamándolo estúpido.  Lógicamente la madre respondió de inmediato hecha una furia y fue a la escuela exigiendo los papeles de la maestra: quería que le practicaran un estudio psicométrico o demandaría a la escuela si no la corrían de inmediato, que llevaría el caso a Derechos Humanos y mil amenazas más, pero nunca quiso confrontar a su hijo con la maestra porque sería un trauma para su hijo y no lo iba a exponer a eso, la maestra era la culpable indiscutible; por cierto, el angelito era de cuarto año, imagine el alcance que tendrá este niño mentiroso cuando llegue a la secundaria.  No aceptó explicaciones ni razonamientos y el caso se llevó hasta las últimas consecuencias, pues la demanda procedió y llegó hasta la Secretaría de Educación Pública, por fortuna hubo un arreglo y aunque la que salió peor librada fue la maestra, pues fue amonestada administrativamente, por lo menos no la corrieron.  ¡Injusto verdad!

 

Yo estoy segura de que si nuestro hijo viene con una acusación tal vez reaccionemos igual, pero todas las madres sabemos lo que tenemos en casa y las que no lo saben es por ceguera; perdemos la perspectiva y exageramos pensando que nuestros hijos son perfectos e incapaces de hacer o decir algo malo y verdaderamente no nos imaginamos de lo que son capaces con sus amigos y fuera de casa.

 

Cuando mi hermana me contó el caso estaba sumamente preocupada, pues la profesora es una excelente persona tanto moral como profesionalmente, entonces tratamos de analizar el  asunto y conversamos largamente.  Yo le pregunté porqué no les inculcaban valores a los niños desde pequeños y ella  me aseguró que así era, pero que la escuela no podía hacer mucho si en casa no se reforzaban estos, y si los padres involucran a sus hijos en sus pleitos, insultos, mentiras y malos hábitos, de nada sirve lo que los maestros les inculquen; debe ser un esfuerzo conjunto y en muchos hogares ni siquiera existe el respeto, ya no digamos los valores.

 

Ella misma se vio en la penosa necesidad de expulsar a un niño que le pegó de manera inusual a un compañero y cuando la maestra le llamó la atención al chamaco, éste le dijo sin el menor respeto: “usted no se meta pinche vieja”; la maestra llamo a mi hermana en su carácter de Directora y al acercarse al niño y preguntarle de forma tranquila pero bastante firme que porqué había actuado así y diciéndole que qué era lo que le pasaba, este se le dejó ir a los golpes y a las patadas, diciéndole: “no se meta vieja pin..., &%%$##%&” -interpreten ustedes el léxico-.  Ella lo sujetó de las manos y lo llevó a la Dirección mandando llamar a la madre y por supuesto que aquí no había otra más que la expulsión inmediata.  la madre chillo, gritó, insultó, amenazó y casi quería quemar la escuela con las maestras dentro, pero como había muchos testigos del hecho no pudo hacer absolutamente nada.

 

Aquí la pregunta es ¿no existe una protección para las escuelas y para los maestros en estos casos? ¿se deben hacer juntas y reuniones para hacer conciencia en los padres de lo que esta sucediendo con sus hijos? ¡Claro que se hacen!  Y se les cita tanto a juntas normales como  a extraordinarias, pero los padres no asisten, siempre están “demasiado ocupados” con sus trabajos y otros menesteres más importantes que sus propios hijos, y luego resulta que cuando los llaman para un queja específica, exigen explicaciones y careos, pidiendo a la escuela les muestren estudios psicométricos de los maestros, ¿pero de su hijo qué?  ¡Por supuesto que nada!  Lo más seguro es que el maestro fue el abusivo según ellos y es su “obligación” educarlos.  A este paso deberá crearse un reglamento o un decreto de protección civil en contra de padres rabiosos o chamacos que mienten sin importarles a quien perjudican. 

 

También es cierto que los medios nos han enterado y han denunciado casos verdaderamente terribles de abuso de maestros, incluso de violaciones y muchos que ni siquiera salen a la luz, pero también es verdad que se ha abusado del poder y no existe nada que proteja a los profesores en contra de niños problemáticos.

 

En la escuela donde trabaja mi cuñada, un joven profesor recién egresado y buen profesionista tuvo que renunciar ante el acoso e insistencia de una jovencita que llegó incluso a amenazarlo con suicidarse si no le hacía caso y quien lo acusó de violación porque no quiso andar con ella, cuando ni siquiera la volteaba a ver, cosa que la chamaca hizo sin la menor vergüenza y sin importarle en lo absoluto manchar su propia reputación con tal de desquitarse del rechazo del joven maestro; al carearlos severamente con los psicólogos y padres, ella confesó que todo era una mentira y que lo había inventado por que estaba enamorada del maestro y él no le hacía caso.  El optó por irse a pesar de la insistencia de la Directora de que se quedara y que a la chica la expulsarían; por supuesto que no aceptó, pues se  puso en duda su integridad y eso no era justo. 

 

Como podrán ver, es urgente hacer algo para evitar este tipo de cosas que se suceden día con día, pero nadie hace nada para encontrar el justo medio y que no se comentan injusticias, tanto a los maestros como a los alumnos ¿no lo cree usted así?

 

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