¿Como les fue de fiestas navideñas?, me supongo que muy  bien,  y que como es nuestra sana costumbre de fin de año, nos gastamos hasta lo que no debíamos,  para cumplir con regalitos y compromisos navideños, pero que ahora sí debemos ¿verdad?, y aquí estamos..., mortificados y pensando en ¿como vamos a hacerle frente a la famosa cuesta de enero?,  ¡ahora si! ¿verdad?, nos ponemos críticos,  analizamos la situación y nos damos cuenta que no debimos haber comprado tantas cosas superfluas,  que son perfectamente inútiles o por lo menos que no eran “tan” prioritarias.  

Es increíble como reaccionamos los seres humanos y más los mexicanos cuando nos vemos con un peso de mas en el bolsillo, (muy pocos tienen el hábito del ahorro?, se nos nubla la razón y no pensamos más allá del 6 de enero.  ¿Le suenan conocidas estas frases?:   “chin..., mejor  hubiera guardado mi dinero para no andarme tronando los dedos..., ojalá y no me hubiera  gastado el aguinaldo de un sopetón..., tengo  que pedir prestado para esto o para lo otro..., si no hubiera comprado ese aparato universal para hacer ejercicio me hubiera sobrado una buena lana, para colmo tengo que hacer unos ejercicios que ni me gustan”..., porque  “eso sí”, a nadie nos gusta que nos digan: “te lo dije”, no compres eso, nunca vas a hacer nada y lo que es peor,  solo unos días te va a durar la intención y luego...¡nada!.   

Pues sí, sabias palabras,  el famoso aparato ahora sirve para colgar ropa.  Dígame si no, ¿a lo mejor usted tiene uno de esos útiles artefactos multiusos en casa?.  

Ya por estas fechas y con la mente un poco mas fría y el bolsillo totalmente congelado, empieza uno a hacer conjeturas de lo que nos gastamos y un escalofrío nos recorre la espalda, ¿tanto me gaste?, pero ¿en qué carámbanos bote tanto dinero?, y como ejemplo aquí le cuento algo que  recién me contaron, de una escena que mi informante en cuestión vio y escucho  en un exclusivo centro comercial y que retrata fielmente lo que somos los mexicanos, (aunque pensándolo bien, no importa la nacionalidad), sobre todo  si somos padres consentidores, ahí les va pues y cualquier semejanza con usted querido lector, es mera coincidencia: 

-Mira vieja,  (me pregunto:  ¿porque los maridos no dejan los apodos “cariñosos” en casa?), bueno, prosigo:  ¡aquí esta el juguete que quería Junior!.

-Hay si de veras, pero ¿ya viste lo que cuesta? ¡no inventes osito!,  (lo mismo para las esposas), esta carísimo.

-Si verdad...., vamos a ver si encontramos otra cosa. 

Y los padres seguían pasando por el lugar y dando vueltas, pues ya nada les convencía, la madre un poco más prudente le decía al marido: 

-No Pepe, como crees, eso esta demasiado caro. 

Y Pepe con un poco (pero muy poco) de sentido común le decía:  

- Pues si, pero..., es lo que él quiere...,  y ya viste que no lo encontramos en ningún otro lado. 

Otros 10 minutos  de aplanar pasillos, (la resistencia fue más bien simbólica). cuando de repente aparece nuevamente la pareja. 

-Ni modo vieja  (¿otra vez?),  aunque no coma en la fondita durante dos meses, me mandas una tortita de frijolitos con huevo para comérmela en la oficina  y tu en la casa hagas papitas, arroz y frijoles , pero, chin..., a su m...,  mi hijo va a tener su juguete, se va a poner feliz.  

Y el hombre salió orgulloso con la enorme caja,  seguido de una atribulada mujer que ya empezaba a pensar en sacar los aretes de filigrana que le dio su abuela y el juego de té chino para llevarlo al empeño y sacar al “osito” del atolladero. 

No me extraña tanto la capacidad que tenemos para gastarnos el dinero,  lo que es increíble es nuestra mala memoria, año con año nos pasa lo mismo y año con año hacemos el firme propósito de ahorrar un poco (pero solo un poco ¿eh?) del dinero que recibimos, llámese aguinaldo, vales, bono, o lo que sea y cuando llega enero, nos damos cuenta que no cumplimos con nada de lo prometido. 

No dudo que haya personas que si utilizan  su dinero para comprar lo que más necesitan y si es así, ¡felicidades!  porque esta es una muy buena oportunidad para cambiar el refrigerador o la estufa, comprar una sala nueva, porque la viejita esta en los puros resortes, ponernos cibernéticos y adquirir una buena computadora o surtir a los niños de ropa y que nosotros mismos podamos cambiar un poco el guardarropa, llenar la alacena o levantar ese cuarto que tanta falta nos hace,   pero también es verdad que el consumismo hace presa de nuestros bolsillos y en estas fechas queremos regalarle a todo el mundo, con el pretexto de “¡hay! es solo un pequeño detallito”, y no nos damos cuenta de que en estas insignificancias “según nosotros”,  nos gastamos una buena cantidad de dinero, y eso que afortunadamente en la actualidad se ha adoptado la costumbre de intercambiar regalos, lo que nos evita  comprarle a todo el mundo o al menos esa idea tenemos, yo creo que igual gastamos, pero en fin.    

Siempre nos quejamos de que no tenemos dinero, que no alcanza para nada, pero estará usted de acuerdo que todos los centros comerciales, tanto elegantes como los más  económicos, literalmente vomitaban gente, la derrama económica fue impresionante y eso que el país anda mal, no hay trabajo y los sueldos son bajos. Ahora veamos como nos pinta este nuevito 2004, pero bueno, poniéndonos verídicos, lo bailado quien nos lo quita y lo engordado menos,  vaya que disfrutamos de estas fechas con  los desayunos obligados con las amigas en Sanborn’s, Vip’s, Wing’s, Toks y todo lo que termine con ‘s,  las comidas de los compañeros de trabajo, las posadas y todo lo que ellas implican, cenas (totalmente independientes del 24 y 31) y eventos que fueron excelentes oportunidades para estrechar lazos y disfrutar de ricas comidas y generosas bebidas, así que preparémonos desde ahora para todas las festividades que el año tiene salpicadas y hagamos el firme propósito de no gastarnos todo lo que recibamos en el próximo diciembre,  y si lo hacemos pues ni modo, siempre habrá otro enero para recapitular, ¿no cree usted?

 

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