Cuántas veces  nos hemos llevado unos chascos espantosos al descubrir que nuestra querida mitad no es ni dulce, ni tierna, ni amante de los animales ni en pro de la  naturaleza  como nos lo hizo creer,  ni nada cercano a lo que  nos demostró en la etapa de la conquista; y el galán que considerábamos caballeroso,  atento y que nos juraba que “para nada”  le gustaba el fútbol y  que toda nuestra familia le caía súper bien pues  ¡záz!, nada es cierto.  Pero ya no hay nada que hacer, ya embarcamos a la familia,  hicimos el compromiso y ni como romperlo, ¿qué diría la sociedad?, ya  nos casamos y ni modo a tratar de verle el lado bueno a todo, a ser fieles y a compartir  los gustos y disgustos con nuestra media naranja y a ir descubriendo poco a poco con quién nos casamos, es como ir abriendo la caja de Pandora de la que salen y salen sorpresas y nunca sabemos que nos vamos a encontrar en el fondo.  

Ya casados y aparentemente con un compromiso de fidelidad y amor empezamos a involucrarnos en la vida de nuestra pareja, queremos saberlo todo, ¡pero todo!, con quién convive y conbebe, nos la ingeniamos y hábilmente nos empezamos a hacer los aparecidos en sus círculos laborales y de amistades,   esto poco a poco nos lleva a involucrarnos y ha darnos cuenta de cuan equivocados estábamos si es que creíamos conocer a nuestra pareja, ¡ah!, que coraje nos da cuando vamos a la oficina de nuestro cónyuge y nos presenta a sus compañeros(as), con toda la propiedad del mundo y pasa caminando por las demás oficinas más serio(a)  y tieso (a) que un palo de escoba, dándose su lugar o fingiendo seriedad para que nadie le salude de beso y que no nos enteremos de la enorme popularidad de la que goza  en la oficina o lugar de trabajo, resulta que el monito o la monita son el alma de las fiestas y saluda de beso hasta al barrendero(a), pero eso si, nunca falta un indiscreto o indiscreta que nos informa “sin querer y muy disimuladamente”, que nuestra pareja en  los festejos cuenta chistes, baila como trompo, bebe como cosaco y le da aventón a medio mundo pues es el que siempre se queda hasta el final, en una palabra, el alma de la fiesta.  

Lo curioso es que estas actitudes, engaños o fingimientos no se dan solo en el matrimonio, somos muy dados a confundir  la amistad  con el enamoramiento, cualquier amabilidad la confundimos o le queremos dar otra intención, si nos saludan amablemente ya estamos pensando que nos están lanzando el can, que le encantamos a la personita  y que ya quieren establecer una relación, que importa que la persona en cuestión esté casada o tenga compromiso, “total, que tanto es tantito”, y de esos inocentes saludos nos agarramos porque son un  buen pretexto para aparentar lo que no somos llevándonos  y dando también  desagradables sorpresas..., y si no vea este ejemplo,  nos encontramos en el pasillo  a un compañerito o compañerita  y corremos a saludarlo(a), sin ningún disimulo  le brincamos para darle el beso de buenos días, de buenas tardes o de buenas..., “las tenga usted”...,  somos capaces de  inventar lo que sea para provocar el acercamiento físico, el toqueteo de brazo o de mano es importante,   y ya logrado nuestro  cometido nos ponemos a platicar volviéndonos  las personas más sonrientes y agradables y  haciendo comentarios o tratando de que la persona en cuestión nos encuentre de lo más simpática, inteligente y agradable en el caso de las mujeres y todo un galán  conquistador y caballeroso  en el caso de los hombres, cualquier sonrisa o halago es pretexto para pensar que “ya la hicimos”.   

Pero que sucede si  nos encontramos a esta misma persona acompañada(o) de su pareja en turno; llámese como sea, esposa, novia, amante, etc.,  acostumbrados como nos tiene al trato cálido y apapachón, volteamos emocionados esperando el mismo trato afectuoso y ¡oh, sorpresa!, nos topamos con un simple y helado movimiento de cabeza hecho con toda prisa y propiedad...,  ¿qué pasó?..., hace unos días o simplemente hace unas horas fuimos el objeto de la mayor atención y  esta persona estuvo casi a punto de invitarnos a tomar un cafecito para seguir la platicar y de repente,  parece que no sabe ni cómo me llamo. O en el caso contrario, nos ven acompañados de nuestra pareja y nos echan gélidas miradas de desprecio y  de “no te saludo porque vas acompañado(a), y así ni te conozco”..., se hacen los despistados(as) y esperan la oportunidad de encontrarnos nuevamente  a solas para   retomar su costumbre como si nada hubiera pasado. ¿Porqué actúan así?, no entiendo, si saben que a su pareja le molesta que traten con demasiada confianza, casi coqueteo a los compañeros, lo mejor sería comportarse con  propiedad para que cuando se presente esta embarazosa situación no quedemos como hipócritas, “o somos, o no somos”.    

Ahora, si no tenemos nada que ocultar y somos saludadores, cálidos, apapachones y besucones por costumbre,  pues no debe importarnos como lo tome la pareja, al contrario, hay que hacerle la aclaración de:  “yo soy así y no voy a cambiar”,  entonces tratar siempre igual a todos nuestros conocidos, para que no le sorprenda nuestra actitud y que se vaya a acostumbrando a que las cosas van a ser igual en su presencia y en su ausencia, pero no vengamos a navegar con bandera de blancas palomas, fieles y leales y que somos  la seriedad absoluta cuando la realidad es que nos encanta saltarle  encima a cuanta persona nos encontramos y que nos mueve la hormona un poquito, ya sea por carencias emocionales o simplemente por que somos  muy open mind.   Y   por cierto, hablando de mentes abiertas, esta es otra triste situación,  y me refiero a  la manera de comportarnos ante los compañeros, permitiendo que nos hablen con palabrotas y repitiéndolas nosotras también, ¿qué queremos demostrar? que pueden faltarnos al respeto y nosotros lo aceptamos porque “es lo de moda”, oigame no,  que horror, yo creo que las buenas maneras y las relaciones interpersonales  se pueden mantener aún si  eres de las o los que se llevan algo fuerte, no necesitas ser pelado o pelada para que te acepten o para que te consideren buena compañera,  creo que este tema lo he abordado en más de una ocasión, pero créame que aún no me acostumbro a ver y escuchar el trato que en la actualidad nos estamos dando,  porque es obvio que  ya no es solo se da entre chavos, este comportamiento es a todos los estratos sociales no importando la edad,  el sexo o el nivel social, ¿¿¿qué nos pasa???, o usted que opina mi querido lector.