Aproximadamente una hora después arribaba la festejada entre aplausos y lluvia de algo, cortesía del salón que  podían ser pétalos de flores o confeti,  al poco rato se convocaba a los jóvenes y  se iniciaba el baile, regularmente con una marcha que en ese entonces no podía ser otra que  la tradicional Aía, si la quinceañera era pudiente se contrataban cadetes, que le hacían  una elegante valla de sables y le flanqueaban el paso,  para luego ya todos acomodados en fila esperar a que  el orgulloso padre dedicara unas sentidas palabras a los invitados,  y presentar  a su hija en sociedad no sin antes recomendarnos que la ayudáramos a pasar el difícil trance de ser una niña y convertirse en  una bella jovencita,  luego el progenitor iniciaba el primer vals,  seguido de un   sinfín de parientes que podría ser desde los abuelos por ambas partes de la familia,  hasta el hermanito menor  que apenas si daba unos pasitos, pero eso sí, elegantemente vestido de smoking como un diminuto pingüino, después venía el vals con su corte y en el cual los maestros de coreografía se esmeraban para coordinar a 15 parejas más los cuatro chambelanes principales y a la bella damita, que muchas veces parecía que había nacido con dos pies izquierdos ¡ah!, pero eso si, con acrobacias tales que habían resultado perfectas en los ensayos y a la hora de la hora se complicaban  por el amplio vestido y los afilados tacones, ,mismos que  casi  les perforaban  las piernas a los pobres chambelanes cuando trataban de alzarla y ella se apoyaba en sus extremidades, pero nunca perdían la sonrisa ni la compostura  a pesar de que la muchacha casi se les caía de cabeza, o estuvo a punto de salir despedida por los aires al  arrojarla como catapulta de un muchacho a otro,  no podía faltar un bailable folcklórico o tropical para darle gusto a la abuelita,  y para rematar una  danza moderna que invariablemente era el último éxito de la temporada, todo eso con los respectivos cambios de vestuario ad hoc al ritmo en cuestión. No faltaban los fotógrafos que trataban de tomar el mejor ángulo de las acrobacias del baile  y que sin el menor respeto le tapaban la vista a los invitados.  

Cumplidos todos los requisitos, entonces ahora si se iniciaba el baile en forma y daba inicio la cena,  si los padres habían reunido el dinero suficiente de sus ahorros de toda la vida o habían empeñado hasta la camisa,  entonces el ágape era en forma, ya sabe, el salón de la colonia, arreglos florales, el recuerdito para dar las gracias por su asistencia y la cena que normalmente consistía o consiste  de:  crema, sopa fría los infaltables medallones de ternera con verduritas al vapor  y de postre,  pastel comprado por uno de los innumerables padrinos escogidos para la ocasión, botella de licor por mesa, que por lo general  era brandy y/o  wisky, o coñac para los invitados de lujo pero  si la situación resultaba más económica pues se conformaba uno con el patio de la vivienda y uno sandwichitos con sopa fría, vasos desechables,  refresco y algún tequilita más o menos económico.  

En esta época moderna, además  de las fotos hay que tomarle película a la niña, desde que sale del baño con la toalla enredada en la cabeza, cuando se esta vistiendo y durante todo el trayecto de la casa  a la iglesia, al salón y filmación de la fiesta, mesa por mesa y baile en general para que toda la familia salga  en la película que antes era de rollo de 8 mm y ahora elegantemente es casette VHS o DVD.  Como podrá usted darse cuenta, ahora no es tan diferente, todavía se persigue esta tradición casi en su totalidad, aunque  si han habido algunos cambios y se  ha llegado a unos grados de sofisticación que ya los hubieran querido las debutantes de antaño, hielo seco, pétalos de rosa cayendo del cielo, juegos de luces, pirotecnia, la quinceañera bajando en una carroza voladora a la vez que la reciben  los jóvenes en cuestión para iniciar todas las circunvoluciones proyectadas. Los vestuarios más sofisticados que se pueda usted imaginar y tan  perfectos que pareciera que esta uno viendo una puesta en escena profesional. La entrega por parte de uno de los tantos padrinos especiales del último juguete a la ya nueva jovencita y muchas cosas que se han agregado a esta tradición. Ya los vestidos no son tan sencillos como antes que tenían el escotito, la falda amponcita, holanes y encajes y párele de contar, ahora llevan cintas,  polizones, agujetas o tiras que sostienen el ceñido corset y aprietan a la niña hasta casi asfixiarla, bandas atravesadas, transparencias, faldones de cortes irregulares que al pisarlos  casi se matan quinceañera, chambelanes y todos los que se arriesguen a acercársele, .  zapatos o sandalias sostenidas por una tirita sobre los dedos y párele de contar. etc. 

A pesar de la similitud de antaño con las debutantes modernas, nos podemos dar cuenta de cómo ha cambiado esta situación, ya son muy pocas las chicas que eligen este tradicional festejo que los padres esperan con ilusión e impaciencia, pues a las chicas modernas les resulta cursi y anticuado, ante la decepción de los padres ahora ellas prefieren que se les contrate la disco o el antro de moda, se ponen unos jeans rotos pero carísimos, una playera llena de piedritas, lentejuelas y chaquiras, se calzan unas elegantes y altísimas  sandalias y reúnen a sus amigos y primos contemporáneos al festejo, eso sí nada de parientes ni gente mayor, y a bailar y bailar toda la noche, tomar chelas heladas y cócteles de colores muy sospechosos, algunos bocadillos y en eso para la fiesta de la nena.  Muchos padres hacen doble gasto pues ¿cómo no hacer una comidita  para invitar a los parientes mas cercanos a tan importante acontecimiento? 

Hace poco asistí a una de estas fiestas “la tradicional, me refiero”, hacia mucho tiempo que no era invitada a este tipo de eventos y le diré que  me gustó mucho, me hizo  recordar tanto la propia como cuando participaba de dama o cuando íbamos a festejar a alguna parienta o amistad, pero sobre todo me encantó ver la cara de la chiquilla en cuestión, la cual irradiaba dicha por todos lados y que se esmeró en que todos sus bailes resultaran perfectos, hubo alguna mínima equivocación pero nada que lamentar y no pude menos que admirar el sacrificio de los padres que deben haber invertido una buena cantidad de dinero para festejar a su hija tratando de que todo luciera de lo mejor y yo creo que lo lograron, pero también me he puesto a pensar, en cuantas tradiciones hemos empezado a olvidar, ya sea por falta de tiempo o de recursos económicos, si no piense en cuántas posadas hacemos en la forma tradicional, arrullar al niño, rezar, canto de letanía, colaciones y como eso muchas cosas más que ya hemos perdido. ¡Que tristeza! ¿no cree usted?