Es un golpe muy
duro, ¡vaya que lo es!, descubrir que durante determinados años estuviste
viviendo bajo el mismo techo con alguien totalmente desconocido, es un duro
golpe. De pronto te das cuenta que tu pareja hace y dice cosas que mientras
estuvieron juntos y en una relación “armoniosa”, nunca dijo o hizo; es como para
ponerte a analizar ¡porque ahora que se van a separar todo ha cambiado
drásticamente?, ¿qué fue de todos los años que compartieron? porqué de repente ¡puaff!
ya no significan nada el uno para el otro o por lo menos para una de las partes,
donde quedaron todos los grandes y pequeños detalles compartidos, grandes
fechas, sucesos cotidianos, etc., de repente todo se desvanece como si no
hubiera existido y hay que prepararse para lo que vendrá, usted sabe, hay que
rehacer la vida buscar una nueva pareja o tal vez casarse de nuevo, mudarse, en
fin, tantas cosas nuevas “interesantes” y también aterradoras, sí, aunque usted
no lo crea esa es la palabra “aterradora”.
Hay demasiadas cosas dolorosas que en general envuelven un divorcio; el antes,
durante y después. ¿Qué pasó..., en qué falle...? ¿Qué hago ahora con mi vida?,
¿qué me depara el futuro? nos preguntamos apanicados¸ pareciera que es un
pensamiento general y déjeme que le diga: definitivamente lo es, aunque siempre
existen distintos puntos de vista; ¿porqué? pues simplemente porque puede que te
hayas divorciado casi recién casada –lo cual te da una gran ventaja- o cuando
tus hijos son todavía muy pequeños –situación en general muy dramática-, es
distinto cuando están en plena adolescencia –es un momento crucial para todos-,
o cuando ya son adultos y no dependen de uno –puede ser un buen momento para las
parejas pero incomprensible para los hijos-, pero también cambia todo si viven
contigo o no, si están casados o no –¿se da cuenta?-. Todo tiene sus bemoles,
todo indica distintos parámetros a seguir, lo único que es un hecho real es que,
en cualquier momento de la vida en que uno se divorcie todos sentimos “esa
soledad en el alma”..., “ese miedo a no saber como podremos seguir viviendo
sin....,” “como haremos para enfrentarnos a la gente” y que nuestras amistades
no nos vean con malos ojos o como un peligro a su seguridad conyugal. Les
aseguro que el pensamiento de muchas parejas hacia la o el pobre divorciado es:
¡Válgame Dios!, a ver si no le da por coquetear con mi pareja, ¡eso si!, ni
siquiera les pasa por la cabeza que uno viene de un trauma y que de ninguna
forma estamos de ánimos para nada y menos para coquetear con alguien, no nos
podemos imaginar que nos puedan considerar de manera inmediata como una
oportunidad de tener un affair ahora que estamos disponibles”..., ¿porqué
algunos pensarán eso?, ya se que “no todos” pero algunas gentes creen que por el
hecho de no tener pareja las y los divorciados tienen la obligación de aceptar
bromas, insinuaciones o comentarios subiditos de tono y hasta groserías o que se
pueden volver nuestros “caballeros andantes o princesas encantadas” y se sienten
con la obligación de ayudarnos a sobrellevar nuestros momentos buenos o malos y
protegernos de nuestra depresión a cambio de favorcitos, aunque claro que
después de vivir mucho tiempo a la sombra de una pareja, hay quienes por
desesperación aceptan este tipo de relaciones, ya sea por miedo a la soledad o
para tener una “imagen” llámese masculina o femenina en casa y que nos ayuden
con los hijos. O creen que nos hacen un favor si nos dicen que están ahí, en
cualquier momento que lo necesitemos, llámese: desahogar las necesidades propias
de la sexualidad, se oye feo pero esto pasa más de lo que usted se pueda
imaginar, -¿cómo le va a hacer si no tiene pareja?-, se preguntan ¡caramba, que
les importa- ya veré como lo soluciono! “en su momento”.
Estoy totalmente segura que hay gente bien intencionada pero también hay que
desarrollar un séptimo sentido (que no sexto) para identificar a quien llega con
buenas o malas intenciones.
Alguien dijo por ahí que un divorcio se tiene que vivir como un duelo, como si
alguien se hubiera muerto en realidad, y dejar pasar un tiempo para poder
involucrarse en otra relación, pues de lo contrario nos estamos condenando al
fracaso, aunque toda regla tiene su excepción, pero por el momento, lo ideal es
permanecer una buena temporada solos para digerir lo que acaba de pasar, y poco
a poco ir descubriendo que no es tan dramático como se creía, ya que no tenemos
por qué desgarrarnos las vestiduras y negarle al mundo y a la familia lo que
pasó ¡porque nos da vergüenza! ¿vergüenza de qué..., del fracaso?, ¡Nooo!,
fracasado es el que vive siempre bajo el yugo conyugal y no tienen el valor de
afrontarlo y tomar la decisión, ¡que todo el mundo se entere!, y que mejor que
por mi boca y no por la de terceros, ¡si, me divorcié y qué!, estoy
asimilándolo, pero yo sé que al final estaré mejor que nunca. Le diré porqué...,
pues porque se descubre un nuevo mundo de libertad, de autoconocimiento, de
autovaloración y a veces hasta de comprender que las cosas suceden porque así
deben ser y que a lo mejor esa pareja era solo una ancla que nos detenía para
realizarnos personal o profesionalmente, que en realidad esa pareja no era la
que teníamos destinada y que solo fuimos alguien conveniente en su momento o
viceversa.
Empezamos por desprendernos de costumbres malas y buenas, pero al fin
costumbres, el dolor también desaparece poco a poco, y nos vamos acostumbrando a
esa libertad que no teníamos casados, ya sea por los hijos o porque la pareja
era exigente y absorbente. Existen muchas cosas que hacíamos antes de casarnos y
que dejamos de hacer por complacer a nuestra pareja, ahora las retomamos y
también hacemos muchas otras cosas nuevas que nos vigorizan y nos hacen
recapacitar: “Dios Mío! ¿en qué estaba yo pensando?, si me hubiera divorciado
antes hubiera podido disfrutar de esto mas rápido, ¿cuánto tiempo perdí en tomar
una decisión? pero no, ahí sigue uno entercado en una relación enfermiza y que
no nos deja nada positivo, pero por fortuna poco a poco vamos descubriendo que
cuando pasa el tiempo y dejamos ser un apéndice de alguien, en una palabra
empezamos realmente a disfrutar nuestra libertad.
Con esto no quiero decirles que el matrimonio sea malo “no..., es peor”, no, no
es verdad, todo tiene sus ventajas y no importa estar casados, solteros,
divorciados o dejados si solo vivimos la vida como viene y así la disfrutamos,
con sus cosas malas y buenas, pero nunca arrojándonos en los brazos del dolor y
de la autocompasión, y peor aún del miedo a que nos compadezcan.
Y ya para terminar, hay algo que en su momento me dijo alguien a quien quiero
muchísimo y es mi hermano y que me quedó muy grabado por lo verdadero: -me dijo-
“¿porqué sufres hermana? antes de casarte con esta persona eras feliz, verdad y
ni siquiera se conocían, porque tú no naciste pegado a esta persona, naciste tu
solita, eres única, irrepetible e irremplazable ¿porqué ahora no podrías ser
feliz sola?. ¿y sabe qué? es cierto.