El día de las madres.
Recién acaba de pasar el 10 de mayo y la mayoría sino es que todos nos hemos apresurado a festejar a nuestra progenitora, si tenemos la enorme suerte de tenerla con nosotros tratamos de comprarle el regalito que creemos es el mejor y le hacemos una comidita o comilona y en el mejor de los casos –para ella obviamente- la invitamos a un restaurante para agasajarla pero si lamentablemente el caso es otro, pues también corremos a comprarle flores para llevárselas al lugar en el que se encuentra descansando.
De un mes para acá las campañas publicitarias nos vienen bombardeando con anuncios espectaculares para comprarle y regalarle a nuestra Madre el pantalón con el que se va a ver elegante y joven o los electrodomésticos que harán más fácil sus labores cotidianas e incluso su vida. Algunos podrán tener la solvencia suficiente como para mandarla a un viaje y hacer que disfrute más este festejo pero los hijos que menos imaginación tienen nos preguntarán “¿qué te hace falta mamí?” ¿qué necesitas? ¿cual es tu talla?, etc, invariablemente contestamos: “no te preocupes hijo(a), no gastes, hay cualquier cosa es bien recibida”, “con saber que están ustedes bien yo me siento feliz, utilízalo para otra cosa”, “no me hace falta nada”, y todo eso que decimos las mamis para evitarles problemas a nuestros hijos y que no gasten.
¡Yo era de esa idea! –de verdad-, hasta que un día..., comentando con unas amigas la cercanía de esta fecha y que la mayoría asistiríamos a los festivales por tener hijos pequeños o a las comidas en casa de la suegra o la mamá y que también algunas ya sabíamos lo que nos iban a regalar nuestros hijos –ya sabes, cosas para la cocina, adornos para la casa-, hicimos estos maternales comentarios, pobrecitos la chiquita esta bordando un trapito de cocina, o a mi me van a regalar un costurerito, “la maestra me mando pedir dinero para....,” cuando de repente una de ellas dijo,-¡ah no!.., a mi me vale, a mí si que me regalen algo bueno, les acepto el detallito pero yo quiero un buen regalo o por lo menos algo que yo pueda usar, no la casa y si no tienen dinero que le pidan a su papá, bastante me friego todo el año como para que ni ese día me festejen como Dios manda- ¡Ups! todas nos volteamos a ver con cara de “oigan a la materialista”, “hay que fea” “pero que mala onda” y como la amistad es grande así se lo hicimos saber a ella, -no te pases-, este día hay que recibir amor y lo que ellos nos quieran o puedan dar, así sea un chicle bla, bla, bla. ¡Un chicle, mis polainas!..., bola de hipócritas nos dijo y todas recibimos el adjetivo como una cachetada y a propósito bien dada y prosiguió..., “no me digan que no es cierto que todas esperamos un buen regalo..., siempre decimos: “hay si, que todo es bien recibido” y a la hora de la hora ahí nos andamos quejando de que si nos dieron puras cosas para la casa, que la talla no nos quedó, que el color era horrendo, que eso ni falta nos hacía, que hubiésemos preferido tal o cual..... –¿a poco no es cierto?- ¡ah no! a mí eso no me pasa, por eso yo digo desde el principio, “ni me vayan a regalar cosas para la casa, el perfume que me gusta es tal....., mi talla de ropa es esta....., uso zapatos número....., me gustan más las perlas que los brillantes...., ah y las flores son complemento de......, y así nos siguió hablando y como aún seguía viendo en algunas –porque otras ya habíamos cambiado-, las caras de “hay que gacha es esta”, prosiguió. Y si no ¿a ver díganme una cosa?, ¿qué hacemos todas cuando se acerca el cumpleaños de nuestros hijos? No es verdad que buscamos el mejor salón o jardín, el pastel mas sabroso, el mago o el payaso de moda, y que estrenen la mejor ropa y aparte de todo les regalamos el juguete de moda, ¿no es cierto que nos fregamos haciendo una rica comida para que no quede nada en las cazuelas y para acabarla de fregar toda la familia remata en la casa de uno? o sea que el truquito nunca nos funciona, y que me dicen cuando es el cumpleaños del marido igual o peor.., no escatimamos en tiempo para ir a escoger la chamarra de piel que a él le gusto y le preparamos sus platillos favoritos para que invite desde el jefe hasta la suegra con toda la familia para quedar bien y para apapachar y consentir a nuestro marido que al final nunca nos da las gracias porque total “el no nos pidió nada” ‘a ver “niéguenmelo”.
Pero eso si a nosotras ¿quien nos apapacha?, ¿quién nos tiene todas esas atenciones?, no pasa de que corran a comprar algo de última hora o invitarnos a comer a algún lugar que no este muy lleno ese día si bien nos va, entonces por qué no pedirles que a nosotras nos festejen por lo menos ese día como nos lo merecemos porque si no hablamos, ¡júrenlo! que ellos nunca lo harán de manera espontánea.
En este punto nos volteamos a ver todas y nos pusimos a recordar todo lo que hacemos por los maridos y por los hijos y empezamos a decir: ¡ah no, a mí no me regalan otra licuadora!, otra por allá dijo: ¡que ni crean que con trapos de cocina me conformo!, que le pidan dinero a su papá para que me compren si quiera unos buenos zapatitos y más allá se escuchó ¡este año no me meto a la cocina, yo quiero ir a comer a un buen restaurante! y le así seguimos un buen rato. Y ya para rematar esta sabia amiga nos dijo, “eso de qué, yo quiero que me regalen que se porten bien todo el año” no es más que utopía, ni se portan bien y ni te regalan nada digno de una mamá cariñosa y abnegada, ¡así que amigas mías a hacer campaña para que el Día de las Madres recibamos una justa celebración, tal y como nos la merecemos!. ¿O usted que opina?