Al ir  llegando notamos que se encontraban muchísimos camiones foráneos con gente que asiste en excursiones, incluso desde lugares  alejados como Hidalgo y Tlaxcala, Morelos, etc., y también  muchos automóviles, creímos que por estar algo nublado no iba a haber tanta gente, pero ya estábamos ahí y pensamos que  es tan grande el lugar que difícilmente nos podríamos aglomerar.  Hicimos cola para comprar boletos y también  para entrar..., por fin llegamos,  después del torniquete de entrada nos encontramos de frente con  un enorme letrero en el cual nos invitan a no dar alimentos a los animales, no arrojarles cosas, no tocar en los vidrios para tratar de despertarlos o llamar su atención, en fin, toda la reglamentación necesaria para cuidarlos y que no se alteren y así iniciamos la odisea.  

Primer coraje o sentimiento de asombro..., al entrar  en el hábitat de  las especies pequeñas o cachorros ya que  nos encontramos con padres que casi meten de cabeza a sus hijos en las áreas de los animales “¡para que los puedan ver más de cerca!”, total al fin que son cachorritos,  nos volteamos a ver asombrados y decidimos salir de ahí pero al pasar por el lugar  en que se encuentra dormido en un árbol un pequeño y simpático monito “tití”, nos fijamos en un tipo que  golpeaba el cristal a la altura del animalito al tiempo que le decía a su hijo con tono de verdadero naco, ¡pos no despierta hijo..., el muy huev...., esta dormidote! y su pequeño hijo imitándolo golpeaba el cristal también, y ahí si queridos lectores míos, que no me aguanto y que le reclamo, ¿qué no leyó el letrero?, “no molestar a los animales”, ¡así educan a sus hijos! y que me voltea a ver con cara de ¡pos esta! al tiempo que me alejo molesta.  Pero eso no es todo, déjenme que les cuente que mientras vamos caminando podemos observar a niños y adultos comiendo un sinfín de golosinas y tirando las envolturas al suelo, sin el menor respeto a la gente que mantiene limpio el lugar..., ¡definitivamente no tenemos cultura!.  Y así vamos visitando una por una las especies hasta que llegamos al área de los monos, chimpancés y gorilas que verdaderamente son unas bellezas, sobre todo un enorme orangután que tiene la cara más hermosa que he visto y en ese arrobamiento estaba cuando una mujer adulta y no mal vestida, empieza a ¡ARROJARLE PIEDRAS! Así, no más..., después me di cuenta que el animalito responde a la  agresión regresando las  piedras, me imagino que por imitación por lo cual todos los presentes o casi todos festejaban su reacción y otra vez ¡que no me aguanto! y que suelto de mi ronco pecho, ¡Dios mío, quien será más bestia los de adentro o toda la bola que esta aquí afuera y volteando a ver a la señora dije: lástima de ropa y aparente educación. A estas alturas mi hígado empezaba a retorcerse cual dulce charamusca y decidimos retirarnos del lugar y mejor salir del zoológico so peligro de matar alguna especie humana pues mi compañero estaba igual o peor de indignado pero al caminar hacia la salida nos topamos con unos bellísimos pavoreales  de colores pero llamaba más la atención  el blanco que se abrió cual espléndido abanico con toda su majestuosidad, esto calmó un poco nuestro mal humor y nos quedamos ahí admirándolo mientras escuchábamos una sarta de barbaridades como las que oímos cuando visitamos el hábitat de los tigres de bengala que están verdaderamente hermosos y tuvimos la oportunidad de escuchar a  una muchacha que los admiraba también en compañía de  su novio y le decía: ¡hay mira! que bonitooooos; nooooo (con el clásico tonito de ¡o sea, veeeez!), hay yo quiero uno de esos de mascota, me lo compras, ¿si? y el novio contestó con tono meloso: si mi amor, me va a costar un ojo de la cara el cachorro pero yo te lo consigo a como dé lugar y no  dude que sí lo haga y solo para satisfacer el ego de una niña caprichosa.  Bueno, pero siguiendo con el recorrido, ya casi en la salida nos sentamos un momento en una banquita con sombra que nos invitaba  a descansar un momento y tuvimos la oportunidad de admirar al género humano y  la verdad amigos míos y sin afán de ofender en muchos  casos nos preguntábamos que piensan  los pobres animales en el momento que estas personas se acercaran a verlos, lo más seguro era que ellos mismos se sorprendan de los especimenes que deambulan fuera de las jaulas ¡y se preguntarán porqué los tienen a ellos  encerrados! y recordando al bellísimo pavoreal pensé en como la naturaleza puede ser tan espléndida con algunos animales y tan tacaña con algunos seres humanos.  

Y vaya un consejo para todos los Zoológicos del mundo, si los seres humanos somos tan tercos y siempre tratamos de darle algo de comer  a los animales que en el mejor de los casos es de lo que nosotros mismos estamos comiendo, porque en el peor ya sabemos como se las gasta la gente, cuanta cochinada le dan sobre todo a los pobres elefantes,  bueno pues porqué no se ponen unos pequeños expendios fuera de las diferentes secciones y que se abrieran a la hora de la comida de los animales y entonces vender  al público las cosas que sí pueden comer y así la gente satisface un gusto  y el zoológico se ayuda,  otro consejo sería que  hay mucha gente desempleada, porque no se contrata por horas a personal para que protejan y  vigilen que no se les moleste a los animales y otro consejo más drástico y que a mí en lo personal me encanta sería que  en cuanto alguien golpee el cristal o traspase la zona restringida que de inmediato cayera una cortina de metal o de tela o de asbesto de lo que a usted se le ocurra y de pronto apareciera  la leyenda de “Usted ha violado las reglas de este zoológico, esta jaula volverá a abrirse dentro de 30 minutos”,  se imaginan a la demás gente los ojos que le van a echar a este desordenado o desordenada, a puras vergüenzas e insultos aprendería la gente.  ¿O usted que cree?