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La autorización del juez estadunidense Martin C. Ashman para extraditar a México a Brenda Quevedo —integrante de la banda de secuestradores y asesinos capitaneada por el ex judicial de Morelos César Freyre—, con el fin de que responda por el plagio y la desaparición de Hugo Alberto Wallace Miranda, va cerrando el círculo para alcanzar la justicia en este caso y, sobre todo, compensar el esfuerzo titánico y respetable de la valiente Isabel Miranda de Wallace.

Brenda, una joven que se valió del atractivo físico para obtener dinero fácil, acusada de ser una “conejita dealer” que vendía droga en antros, ligada a mafiosos y que tuvo una participación activa en el secuestro del joven empresario, está muy cerca de regresar a su país para enfrentar un juicio que seguramente la llevará a pasar buena parte de su vida en una prisión.

Ella fue quien, con sangre fría inaudita, tomó las fotografías al cadáver de Hugo Alberto, acomodado en una posición que simulaba aún estar con vida. Fue de su computadora personal de donde salieron los comunicados del rescate que la banda de Freyre le enviaba a Isabel.

Aún más: Brenda, junto con su novio, el hoy prófugo de la justicia Jacobo Tagle, y Freyre, se encargaron de desaparecer el cuerpo de Hugo y que, hasta hoy, sigue sin ser encontrado.

La defensa de Brenda, a cargo de la abogada Ámbar Treviño, tiene un plazo máximo de 30 días para apelar la decisión de la justicia de EU. Sin embargo, todos sus argumentos se han derrumbado entre mentiras y falsas pruebas. Es un hecho que la “conejita dealer” estará pronto en México, después de meses de litigio.

Quevedo fue aprendida el 28 de noviembre de 2007, cuando trabajaba como mesera en un restaurante en Louisville, Kentucky.

¿Qué hizo Brenda para aferrarse a ser juzgada en EU y no en México? Una maniobra burda: engatusó a un ex soldado estadunidense, Fernando López, para que se casara con ella y así obtener la ciudadanía de ese país. Empero, el cálculo le falló y fue detenida antes de contraer nupcias, lo cual, finalmente, logró… pero ya en la cárcel.

López, hechizado por los encantos de Brenda, le ha enviado a Isabel Miranda de Wallace algunos textos amenazadores y fanáticos, como uno que dice:

“Le habla el esposo de Brenda Quevedo Cruz, Fernando López, alias el Capitán de la Verdad, y mi amor, como me dice mi esposa. Quería que ustedes sepan que va a salir en Louisville, por televisión, una entrevista que se le hizo a Brenda en la cárcel, y en la que se menciona mucho su nombre (Isabel), y su caso huele a animal muerto.”

A pesar de las ofensas de López, su “amor” llegará muy pronto a México con la etiqueta de secuestradora y asesina. Tiene que responder por la muerte de Hugo Alberto, tal como lo está pagando el resto de la banda criminal.

César Freyre, la cabeza del grupo, está encerrado en el penal de La Palma.

Juana Hilda González Lomelí —la pareja de Freyre y quien sirvió de “gancho” para plagiar a Wallace—, en una celda en el penal femenil de Santa Martha.

Los hermanos Castillo Cruz —Tony y Alberto—, conocidos como Los Panqués, están, el primero, en una cárcel de máxima seguridad en Tamaulipas y, el segundo, quien mutiló el cuerpo de Hugo Alberto, en Puente Grande, Jalisco.

Jacobo Tagle se encuentra prófugo, pero en cuanto llegue Brenda a México, seguramente no pasará mucho tiempo para que este delincuente también sea capturado.

La lucha de Isabel Miranda de Wallace ha sido ejemplar. No solamente ha tenido que enfrentarse, desde el secuestro de su hijo, a una partida de asesinos, sino también a la indolencia oficial para garantizar justicia a quienes padecen un plagio. Es una mujer valiente.

Por eso ofenden las plumas que se prestan a lamentables “chismes policiacos” que “denuncian” que Hugo Alberto en realidad está vivo y se esconde en Canadá para huir de presuntos delitos y su secuestro es una farsa. Nada más falso. Jugar con el sentimiento y el dolor de una madre que ha perdido a su hijo de la manera más ruin y cruel, muestra a periodistas carentes ya de cualquier ética profesional, en franca decadencia y, lo más denigrante, que se prestan, por conveniencia personal o económica, a este tipo de embustes.

Mala entraña de quienes escriben que “se habla” que todo lo que Isabel ha hecho para encontrar a su hijo y capturar a los responsables —desde aparición de espectaculares hasta viajes con miras a seguir cualquier pista—, se ha basado en dinero ilícito. Son plumas miserables que manchan la lucha de una mujer valiente. Desconocen los años de duro trabajo de Isabel. Y lo ignoran, por supuesto, porque no investigan y prefieren dar crédito a “chismes policiacos”.

Es lamentable que se ofenda a Isabel con esos ataques. Vulgar resulta decir que Enrique Wallace, esposo de Isabel y padre de Hugo, anda escondido. Mentira. Basta saber que en la presentación de nuestro libro Por la mano del padre, la noche del martes pasado, Enrique estuvo en ese evento público y ni se anda escondiendo ni nada teme. Es un hombre digno, que ha sabido acompañar en estos años difíciles a su valiente mujer.

Que lástima que se llegue a esta dolorosa infamia con tal de sobrevivir en el periodismo.

Archivo confidencial… Por cierto, desde esta columna agradecemos profundamente a quienes nos hicieron el favor de presentar nuestro libro, al estupendo actor Roberto Sosa, encargado de una lectura magistral de algunos fragmentos y, principalmente, a todos aquellos que asistieron esa noche a la Casa del Risco. En verdad les estamos muy agradecidos.

La lucha de Isabel Miranda ha sido ejemplar. No sólo ha tenido que enfrentarse a una partida de asesinos, sino también a la indolencia oficial.